viernes, 23 de diciembre de 2011

¡Feliz año nuevo! Adiós viejo año.

Acercarse al año nuevo genera, en la mayoría de las personas, mucha expectativa: nuevos sueños, nuevas promesas, nuevas posibilidades… y por eso brindamos, preferiblemente con champán (o cidra, que viene siendo su sustituto habitual, porque la champaña está perdida o demasiado cara), comiendo congrí, puerco asado y yuca con mojo. Ah! Y turrón… que aunque le han subido el precio, es de buen gusto y sabe muy rico.
Pero entre tanta alegría nos olvidamos (consciente o inconscientemente) que también termina un año viejo, que pudo haber traído alegrías, pero también tristezas, retos no alcanzados, frustraciones por promesas incumplidas, malestares rutinarios o nuevos (porque el tiempo pasa y se hace sentir)… por eso mejor no recordarlo mucho, no vale la pena detenerse en eso.
Sin embargo, este año que termina a mí me trajo sorpresas impresionantes, que no puedo ignorar. Nunca imaginé el cambio que me iba a dar el 2011 en mi vida… así, de repente, casi sin pensarlo y sin mucho tiempo para reflexionar.
Por eso esta época del año me gusta. A pesar de los sinsabores, uno se pone algo filosófico y, de alguna manera, sirve para hacer un balance de lo que has logrado y lo que falta por hacer. Cuando hay cambios tan dramáticos en la vida –por lo importante, no porque haya sido trágico, válgame Dios! (como dicen)–, más vale enfrentar con optimismo los nuevos retos… y que sea bienvenido el 2012!
Feliz navidad y próspero año nuevo!

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