En un final, de eso se tratan las telenovelas: de
entretener a la gente y sacarla de sus preocupaciones diarias… aunque en
ocasiones la realidad sea mucho más rica y tremebunda que cualquier increíble
trama que se presenta en ellas. Uno conoce cada situaciones reales… ¡que meten
miedo! que si salen en telenovelas no queda más remedio que apagar el
televisor.
Sin embargo, con esta no me pierdo un capítulo… y quien
me llame por teléfono a esa hora tendrá que hablar con la contestadora
automática ¡Porque esta buenísima! Dinámica, con tramas bien llevadas,
simpática y picante en los momentos precisos, bien ambientada, excelentemente actuada…
una mezcla profesional de buenas formas de hacer televisión, que ni aburre ni
desespera (excepto en el caso de Marina, aclaro).
Tanto, que me hace recordar dos íconos inolvidables de
las telenovelas brasileñas, que causaron furor en las pantallas cubanas: “Roque
Santeiro” y “Vale Todo”. Con “Insensato Corazón” uno se divierte tanto, de tan
buena gana, que no quieres que se acabe.
En lo que a trama se refiere, me encanta ese mensaje –muy
a tono con su título– que hace honor a la razón de ser de toda telenovela: en
cuestiones de amor el corazón es insensato, se fija en cualquiera y nadie puede
hacer nada en su contra.
Desde la millonaria pragmática y cansada de pretendientes
interesados, que se queda con el Adonis descerebrado que le da la diversión y
la seguridad que los señoritos ricos no pueden ofrecer –la Vivi siempre tiene el mejor bocadillo de
la novela–; la modelo voluptuosa, de cuna pobre y honesta, que destruye matrimonios
y le guarda fidelidad –casi perfecta– al banquero corrupto y asesino; la
ambiciosa capaz de hacer cualquier cosa para subir en la escala social, de
familia aparentemente feliz pero insatisfecha en el amor, que no puede
renunciar a sus orígenes y termina con un ex presidiario de igual calaña –eso sí:
¡con un cuerpo de sueño!
Y hablando de insensateces, como toda buena telenovela
que se adentre en las complejidades del corazón, no teme en tratar el tema “gay”,
sin tapujos ni miramientos del horario –para el enojo de los conservadores,
protectores de la fe religiosa, que se quejan y repiten que ya no ven
telenovelas brasileñas, porque “¡no hay ninguna en que no haya una trama de maricones!”.
Levantando la parada, es que no hay 1 personaje “gay”,
sino… ¡4! Desde la pajarita estereotipada, la “perra”, la “sugar”, refinada en
el mejor gusto para las modelos; pasando por el “amanerado evidente”, que se
vuelve loco con los buenos mozos que hacen ejercicios en la playa de Copacabana…
hasta –¡por fin!– el profesor de la Facultad de Derecho, muy varonil y asumido
en su sexualidad, que desarrolla una historia muy bonita con un empleado sencillo
–el más bello de los galanes de la telenovela, por cierto–, muy confundido en
sus gustos, que transita por un cambio muy creíble en su sexualidad, de los
brazos de una novia poco exigente a un amor que lo va dominando, en contra de
sus propios prejuicios.
Si elogioso es el tratamiento a la diversidad de amores
–no sólo en lo que llaman “ambiente gay”, sino en general–, mención especial
merece la forma en que se critica a la homofobia: su exponente es un temerario periodista,
progresista en sus ideas políticas, luchador por las causas justas y en contra
de la corrupción, el atropello… siempre que no sea en la sexualidad de las
personas, porque de repente se transforma en el más machista, homofóbico y
violento de los personajes.
Esos ejemplares por aquí abundan… que lo de
“revolucionario” (o “revolucionaria”) se les pierde cuando de sexualidad se
trata.
Aunque seamos honestos:
no es la gran cosa, pero entretiene. Y demuestra que se puede hacer telenovela
–con toda la carga de banalidades que eso implica– y trascender. Que, a pesar
de Marina y su tontería, se puede elaborar un producto de consumo que
entretiene y hace reflexionar, sin grandes pretensiones ni didactismos. ¿Qué
más se puede pedir?
No hay comentarios:
Publicar un comentario