Mi mayor sorpresa hoy, con la propuesta para la candidatura al nuevo Consejo de Estado en Cuba, estuvo en la diversidad de colores, géneros y edades.
Como si se tratara de un fino trabajo de orfebrería, pusieron un delicado esmero en lograr una combinación casi perfecta entre esos tres elementos. No cabe dudas de que, en los últimos años, se ha puesto énfasis en ellos para mostrar un equilibrio en la representatividad de la población cubana a esos niveles. Se pudiera decir que ese es otro buen legado de la presidencia de Raúl Castro.
Quienes esperaban otras sorpresas, se quedaron con las ganas. Algunos hablan ya de que si Miguel Mario, de que si Lázara Mercedes, de que si Marino Alberto o si Lázaro Fernando… entre muchas otras conjeturas que se quedarán en el aire. Es imposible satisfacer a todo el mundo y ha llegado al momento de que nuestros líderes sean hombres y mujeres más o menos carismáticos, que pueden o no encender multitudes, pero que deben asumir el papel que les toca como servidores públicos.
Me gusta la diversidad de colores, géneros y edades de la candidatura, lo que no significa necesariamente que será todo lo óptimo que quisiéramos. Quién no conoce mujeres más machistas que algunos hombres, jóvenes con pensamiento retrógrados y negros o mulatas que no tienen muy interiorizada la necesidad de trabajar en los temas raciales pendientes. Pero es importante tener garantizada esa diversidad.
Ahora viene el próximo y más importante reto: garantizar que cumplan eficientemente con su función fundamental como diputados y líderes, dirigir y legislar.
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