El aniversario 65 de los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes fue conmemorado por la Asociación de Escritores en la sala Rubén Martínez Villena de la UNEAC, durante la mañana del 23 de julio, con un panel titulado "El 26 de julio en el pensamiento de Fidel y del Ché". El historiador Luis Suárez, quien moderó la mesa, resaltó que no se pretendía abundar en las discusiones historiográficas, sino particularizar en la mirada de estas dos grandes personalidades de la revolución cubana sobre esos acontecimientos y su significado histórico.
El inicio estuvo a cargo del historiador Jorge Renato Ibarra, quien ofreció un bosquejo histórico de la crisis institucional en Cuba durante los años 1950, antecedente importante para la conformación de un impulso revolucionario en el país.
Entre otros elementos, destacó la descomposición de los partidos políticos y el aumento de la corrupción, el "gangsterismo" como método de chantaje político, la desviación del uso de los fondos que permitieron las llamadas "botellas", etc. En ese contexto, surge el Partido Ortodoxo - tras la fragmentación del Partido Auténtico - con el liderazgo de Eduardo Chibás, quien desarrolló una aguda crítica a la corruptela y por el adecentamiento público.
Ante la inminente victoria del Partido Ortodoxo en las elecciones de 1952, el golpe de estado de Batista del 10 de marzo significó la descomposición del sistema institucional democrático y el fin de las garantías públicas. Aunque no hubo una convocatoria a la resistencia popular, ni de lucha activa, se inició una etapa de conspiración y resistencia popular en la que Fidel Castro y otros de su generación —tras el fracaso de la expedición de cayo Confite— se convencieron de que la única forma de derrocar a la dictadura era por las armas. En ese contexto surge el plan del Moncada y del Carlos Manuel de Céspedes, que fue el inicio de una nueva gesta por la verdadera independencia de Cuba.
En ese contexto, Luis Suárez resaltó que muchas fuerzas dispersas en el entorno sociales fueron agrupando para la acción armada, que se conformó como parte de una arquitectura conspirativa apasionante - encabezada por Fidel - que le dio al líder una estatura como dirigente nacional y un reconocimiento general.
La vicepresidenta de la Academia de Ciencias de Cuba, Olga Fernández Ríos, particularizó precisamente en las reflexiones posteriores que hizo Fidel sobre las acciones del 26 de julio, destacando su discurso de 1973, en la celebración de su XX aniversario. Recordó que Fidel estuvo analizando sobre el tema casi hasta los últimos días de su vida, pero fue en ese momento cuando expresó con mayor claridad sus ideas y la importancia que tuvo en la lucha revolucionaria posterior.
En ese discurso sistematiza y fundamenta las bases estratégicas, ideológicas y políticas, de la revolución cubana y la urgencia que tenían ante sí aquellos jóvenes para crear el movimiento. Cuando otros se preguntaban quién era el autor intelectual de esas acciones, en el complejo contexto social cubano, Fidel señaló a Martí como la guía inspiradora y fundamenta sus razones, con un análisis histórico desde los inicios de la lucha por la independencia.
Igualmente, en el referido discurso Fidel parte de un análisis profundo de lo que aportó el marxismo y el vínculo que tuvo para sentar las bases de la elaboración de la estrategia revolucionaria. Era necesario entonces tomar en cuenta el entorno geopolítico de la Cuba de aquel momento, el concepto de la sociedad dividida en clases y la alianza entre ellas, el papel de las masas y el papel del estado tras la toma del poder político.
Se destaca, sobre todo, el concepto de pueblo en la gesta revolucionaria, la interrelación entre movimientos y partidos, el sujeto plural para llevar adelante la lucha. Esta idea, desarrollada desde el inicio, entraba en contradicción con el concepto de entonces que tenía la internacional comunista, lo que provocó no pocas contradicciones con el Partido Socialista Popular (PSP-comunista).
Sin embargo, Fidel reconoció en 1975 los fundamentos del marxismo en la organización de la táctica y la estrategia revolucionaria, sobre todo en lo relacionado con la importancia de la toma del poder político y el papel de la lucha de clases que desataría la lucha.
Olga Fernández indicó que sería injusto obviar estos análisis hechos por el propio Fidel, pues no hay movimiento revolucionario sin aportes a la teoría de la revolución social. Para el mismo líder, el Moncada fue el punto de llegada de las condiciones objetivas y el punto de partida para crear las subjetivas y lanzar la estrategia revolucionaria.
Como dijo la heroína Aydee Santamaría: el Moncada les reveló que el problema no era derrocar a un hombre, sino cambiar el sistema; pero si no se hubiera ido a derrocar al hombre, no se hubiera tomado conciencia de la necesidad de cambiar el sistema.
Luis Suárez resaltó el razonamiento de Fidel en el que se señala al pueblo como sujeto y, a partir de las condiciones en la sociedad cubana, incluir todos sus componentes. Es un análisis de creación en el que incluye a la clase obrera, pero no lo reduce a ella ni a la alianza obrero-campesina, y en donde lo subjetivo adquiere un papel activo y dinámico.
Por su parte, el historiador Jesús Arboleya - el último orador del panel – profundizó en la influencia del Moncada en el pensamiento del Ché, quien expresó claramente en su Diario de la Guerrilla en Bolivia que ese acontecimiento histórico "fue un asalto contra la oligarquía y contra el dogma revolucionario".
Destacó que esa fue la última de sus referencias al respecto y vale destacar que, en medio de su difícil situación en la selva boliviana, rodeado del ejército enemigo, fue capaz de encontrar espacio para reflexionar en la importancia estratégica del Moncada para el futuro de la lucha. Por una parte, fue una acción contra la oligarquía como fuerza matriz del sistema de dominación imperante; por la otra, rompe con un concepto del movimiento comunista de la época que, alejado del sentido popular, hubiera llevado a la asfixia del proceso revolucionario.
Arboleya indicó que Fidel fue capaz de integrar el pensamiento anterior —entre ellos los de Mella y Guiteras— para darle esencia de masas a la lucha armada, en una decisión anti dogmática que debe ser objeto de análisis revisitado por las ciencias sociales. El Ché, desde el momento mismo de su incorporación a la lucha cubana, vio en el Moncada su revolución: la vivió, la estudió y se comprometió con ella. "No sólo vio la bravura, sino la estrategia", reafirmó.
Luis Suárez coincidió en que la estrategia de Fidel rompió con varios dogmas establecidos en la época para la lucha revolucionaria: el supuesto papel determinante del ejército en la revolución —que los cambios podían hacerse con el ejército o sin el ejército, pero nunca contra el ejército— y el concepto de realizar una primera etapa "popular, democrática y antimperialista", bajo el liderazgo del partido comunista como vanguardia del proceso.
Además, la historia no debe ser vista en el contexto nacional, sino como parte de la situación latinoamericana: lo que había sucedido en Guatemala con Arbenz, en Argentina con Perón, el Bogotazo de Colombia, en la que el propio Fidel participó.
En este sentido, Olga Fernández insistió que el tema del partido amerita más reflexión, desde la perspectiva de tomar el poder político y construir un partido para dirigir la revolución, sobre la base de la unidad de todas las fuerzas y la organización de la lucha.
Recalcó que la teoría es fundamental, pero hay que saber manejar la táctica y la estrategia. Fidel fue un maestro en ello y, aunque su obra está dispersa, es un pensamiento muy abarcador con una enseñanza importante en la simbiosis con el Partido Revolucionario Cubano, que redefine como elemento esencial la unidad, sin desplazar a ninguna de las fuerzas que podían aportar a la lucha.