viernes, 24 de agosto de 2018

Los científicos dudan de los supuestos “ataques sónicos”

Agosto 22, 2018
WASHINGTON, DC – Desde fines de 2016 hasta hace poco, el personal de la embajada de Estados Unidos en La Habana (incluidos algunos que, según informes, formaban parte de la estación local de la CIA) comenzó a quejarse de una amplia gama de síntomas, incluyendo dolores de cabeza, pérdida de audición, vértigo, insomnio, debilidad, fatiga, problemas de memoria, pérdida de concentración y otros. Estos ruidos fueron asociados a  ruidos de descripción y origen inciertos que el gobierno de Estados Unidos denominó "ataques sónicos", un nombre adoptado con entusiasmo por los medios de comunicación. También se ha informado que algunos diplomáticos canadienses y algunos viajeros casuales a Cuba han experimentado síntomas similares.
Sin ninguna prueba, la administración Trump alegó que Cuba estaba detrás de los "ataques", aunque, a pesar de la creciente evidencia contra tal teoría, desde entonces ha cambiado el término "ataque" por la acusación de que Cuba "no protegió" al personal diplomático de  Estados Unidos El gobierno cubano lo ha negado con vehemencia; y es difícil imaginar que Cuba tomaría medidas tan tontas para poner en peligro los frágiles logros del cambio en la política hacia Cuba bajo la administración Obama. En cualquier caso, el asunto rápidamente escaló hasta un enfrentamiento entre los dos países.
Estados Unidos retiró unilateralmente a gran parte de su personal de la embajada en La Habana, expulsó a la mayoría de los cubanos de su embajada en Washington y luego emitió una alerta de viaje advirtiendo de los "peligros" de viajar a Cuba. Estas medidas, junto con otras restricciones impuestas por la administración Trump, han dañado seriamente la modesta mejora en las relaciones implementadas por la administración Obama, en especial, pero no solo, las actividades consulares rutinarias necesarias para viajar entre los dos países.
La causa de estas denuncias de problemas de salud siguió siendo un misterio, al menos aparentemente, hasta que la administración encargó a un grupo de expertos con sede en la Universidad de Pensilvania un estudio de las personas afectadas.
Ese estudio de alto perfil, publicado en marzo de este año en el prestigioso Journal of the American Medical Association, alegó que los síntomas eran problemas neurológicos similares a conmociones cerebrales leves, sin evidencia de impactos u otra lesión cerebral, incluso postulando un posible nuevo síndrome que requeriría de mayor investigación. No presentaron una explicación de la causa o el mecanismo de los efectos informados sobre la salud.  El informe fue acompañado por un comentario y un editorial que puso de relieve las numerosas deficiencias de la ciencia subyacente.
Sin embargo, lo más importante es que el estudio descartó la posibilidad de que las quejas acerca de la salud se pudieran explicar como un episodio psicogénico de masa (un episodio de origen psicológico). Estos son eventos que ocurren cuando un grupo de personas estrechamente relacionadas bajo estrés —como fue el caso del personal de la embajada de Estados Unidos— manifiesta un grupo de síntomas aparentemente no relacionados y de causa desconocida, incluidos los reportados desde La Habana.

El término "histeria colectiva" también se ha usado comúnmente para describir este fenómeno, pero tiene una carga emocional y es muy engañoso: sugiere que los individuos involucrados están "locos" o que están fingiendo los síntomas. Ese no es el caso. En los episodios psicógenos verdaderos, los síntomas experimentados por los individuos son reales y se producen debido a las relaciones todavía poco conocidas entre el cerebro y otros sistemas del cuerpo. Puede sucederle a cualquiera.
Pero la historia difícilmente termina ahí. Ya en enero de este año, el doctor Robert E. Bartholomew, un experto en enfermedades psicogénicas, desafió enérgicamente el testimonio ante el Congreso del director médico del Departamento de Estado, quien rechazó una causa psicológica. Bartholomew, quien describió haber leído el testimonio "con asombro e incredulidad", describió con elegancia cómo el incidente se ajustaba a la perfección a las características de un episodio psicogénico masivo.
"Si estos mismos síntomas hubieran sido reportados entre un grupo de obreros fabriles… se obtendría un diagnóstico muy diferente, y no se consideraría la hipótesis de un arma sónica". Es más, he sido testigo de más de un episodio de este tipo en entornos industriales en mi larga carrera evaluando los riesgos para la salud en el lugar de trabajo.
Y hay más.
En una carta a The Guardian en junio de 2018, un grupo de 15 expertos de Estados Unidos, Reino Unido, Alemania y Cuba escribieron —en referencia al estudio de Pensilvania— que "el trabajo es profundamente defectuoso y no hace nada para apoyar la teoría del ataque".
Otros dos expertos, en un artículo adicional que se publicó más tarde como una carta en el Journal of Neurology, demostraron que el método de análisis del estudio de Pennsylvania patrocinado por el Departamento de Estado utilizó un "enfoque pseudocientífico". Llegaron a la conclusión de que "es difícil entender que reclamos como este… podría pasar cualquier significativo proceso de revisión por otros expertos". Una crítica tan dura como esta rara vez se ve en una publicación científica tan seria.
Y por último, pero no menos importante, recientemente diez científicos publicaron cuatro cartas mordaces y críticas en el propio Journal of the American Medical Association en el que aparecieron originalmente los resultados del estudio de Pensilvania. Los científicos incluyen a los mencionados anteriormente, más otros de varios países e instituciones académicas de prestigio. Señalan en sus cartas los múltiples defectos científicos de los métodos y las conclusiones del estudio de Pensilvania, que son demasiado numerosos como para tratar de resumirlos aquí.
Entonces, ¿en qué plano se encuentra hoy este "misterio"? Por un lado, parece cierto que el estudio de Pensilvania fue profundamente defectuoso, y que los factores psicogénicos, si no fueron la única causa del episodio, ciertamente desempeñaron un papel importante. Pero quizás la mejor declaración de dónde están las cosas se pueda encontrar en las palabras del grupo de 15 científicos mencionados anteriormente, que también escribieron: "esperamos que mentes sobrias y más calmadas prevalezcan en el desescalamiento de este frenesí, y que eviten un congelamiento tanto en las relaciones diplomáticas como en la colaboración científica entre Estados Unidos y Cuba".
Manuel R. Gómez, PHD, MS, CIH tiene una licenciatura en Bioquímica de Harvard, una  maestría en Salud Ambiental del Hunter College y un doctorado en Salud Pública de Johns Hopkins. Ha sido un experto en salud ocupacional y ambiental durante más de tres décadas, evaluando los peligros químicos y físicos en los entornos de trabajo.
Traducción de Germán Piniella para Progreso Semanal

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