El 14 de diciembre pasado, los brazos de millones de personas en el mundo se materializaron en los del periodista irakí Muntadar al-Zeidi, cuando le lanzó dos zapatazos a Bush como despedida de Irak y del Medio Oriente. Al-Zeidi, de 29 años y reportero en Bagdad de la cadena egipcia Al-Baghdadia, le profirió con sus zapatos al entonces Presidente una de las ofensas más fuertes del mundo árabe, junto al grito de: "¡Toma tu beso de despedida, perro!". Según los reportes de prensa, en el segundo zapatazo fue más claro: "¡esto es por las viudas y por los huérfanos, y por todos los asesinados en Iraq!".
Esta hubiera sido la mejor manera de despedir los últimos 8 años de administración norteamericana, caracterizada por el desprecio a otras culturas (sobre todo la musulmana), invasiones y muertes por beneficios económicos y la imposición de una política de guerra y terror en lo que consideraron "oscuros rincones" del planeta. Fueron zapatazos de odio y vergüenza, provenientes del mismo pueblo al que invadió en nombre de la libertad y la democracia. Sin embargo, a pesar del apoyo internacional y las manifestaciones por su liberación, ya pocos lo recuerdan y nadie se preocupa por lo que le ha pasado al periodista, tras la paliza que le dieron los policías que aprendieron muy bien la lección de los soldados de Bush.
Días después se impuso otra despedida al jefe del imperio, para terminar "a tono" con estos 8 años. Desde el 27 de diciembre las tropas israelíes masacraron por más de 20 días seguidos a las poblaciones palestinas en la Franja de Gaza con todo tipo de misiles, inteligentes o no, convencionales y químicos. También fue una despedida de desprecio, pero esta vez le costó la vida a más de 1 350 palestinos, el 50% de ellos entre niños, mujeres y ancianos. Los heridos pasan los 5 300 y no quedó un edificio en Gaza sin sufrir daños.
Como si se hubieran cogido la ofensa de los zapatazos para ellos, los sionistas "limpiaron el honor" del Medio Oriente y le ofrecieron su mejor regalo al presidente norteamericano más odiado que se recuerde: una gran operación militar, con el sugerente nombre de "Plomo Fundido". Como si no hubiera sido suficiente la ocupación, el desplazamiento, la muerte y el sufrimiento que le han impuesto al pueblo palestino en el último siglo. Un detalle importante: la masacre terminó justo el 19 de enero, víspera de la salida de Bush de la presidencia. El "Emperador" quedaba servido.
No ha terminado aún de aplacarse el polvo de los edificios destruidos en Gaza, ni se ha calmado aún el grito de dolor de las madres que perdieron a sus hijos entre las bombas, y ya nadie recuerda al periodista iraquí que debió darle el perfecto final a 8 años de pesadilla con sus zapatazos. Mucho odio han sembrado los yanquis en el mundo, especialmente en el Medio Oriente. ¿Logrará superarlo el nuevo Presidente?
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