Desde mayo pasado, cuando se realizó en Cuba la Jornada contra la Homofobia, los terceros jueves de cada mes hay un motivo en La Habana para reflexionar sobre la diversidad sexual y sus más variadas formas de expresión, desde diferentes perspectivas. Ese es el momento escogido por el ICAIC y el Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX) para realizar el cine-club Diferente, desde las 8 y media de la noche en el cine 23 y 12.
De la mano de su organizador, el poeta y crítico de cine Frank Padrón, hemos visto desfilar por esta céntrica sala de la capital a interesantes personajes del celuloide. Entre otros, a la flamboyánica Lola de Kinky Boots (2005), una empoderada travesti que revolucionó una fábrica de zapatos de un pueblito lejano en Gran Bretaña, enfrentando inevitables conflictos sociales y confusiones personales; la rebelde Alex del filme argentino XXY (2007), una adolescente intersexual que se debate entre la “indefinición” de su sexo y los encasillamientos a que le obliga la sociedad; o la historia del reconocido médico noruego Esben-Esther Benestad-Pirelli, que analiza con su familia -ante las cámaras de su hijo, el director del documental Todo sobre mi padre (2002)- las interioridades de su identidad transgénero.
Aunque al final se quedan pocos para el debate -del numeroso público que asiste a la proyección del documental y del filme programado- el arte cinematográfico cobra una nueva y más rica dimensión en la segunda parte de la noche. Lo mismo si hablan expertos del CENESEX, intelectuales reconocidos, cineastas, periodistas y activistas sociales o público en general: cada quien tiene una perspectiva siempre interesante que aportar. Y la libertad del debate enriquece el ambiente.
Personalmente creo que no hay mejor momento de la creación artística que cuando ayuda a intervenir en el proceso colectivo de comprensión social, enfocado hacia una problemática específica. Y en cada una de los debates que ha tenido el cine-club Diferente hemos salido con la sensación de haber profundizado en el conocimiento de los complejos asuntos de la sexualidad humana, a tal punto que cabe la siguiente pregunta: “en realidad ¿quiénes son los «diferentes»?“. Todo depende desde donde se mire.
Este jueves 12 de febrero -extraordinariamente en la segunda semana del mes, por razones de programación del cine- la propuesta es muy sui géneris. El debate se hará tras la proyección del filme Solos contra el mundo (o La Burbuja, 2006), del director israelí Eytan Fox, que trata el amor entre dos hombres que viven en una misma ciudad con un abismo cultural entre ambos: uno es árabe y el otro israelí. Sin dudas una provocación a los preceptos de la diversidad, en más de una dimensión.
Como adelanto, te presento un trabajo realizado por Frank Padrón sobre el filme y te sugiero que, si te encuentras en La Habana este jueves, no pierdas la oportunidad de poner a prueba tus potencialidades de debatir y analizar “lo diferente”, desde tu propia perspectiva.
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Una historia de amor bajo el conflicto árabe-israelí
Por: Frank Padrón
Solos contra el mundo es el título que han dado en español a una cinta procedente de Israel y originalmente nombrada Ha-Buah (La Burbuja) refiriéndose a la calle Sheinkin de Tel Aviv, zona donde existe un mayor nivel de respeto hacia la comunidad gay, , mas también ese título detenta una connotación metafórica, aludiendo al ingenuo idealismo de sus activistas políticos, quienes piensan que organizando raves (fiestas) van a acabar con la violencia mediante el peculiar mundo que se han inventado tres amigos israelitas quienes comparten un apartamento, preparan comidas, visitan bares y hacen el amor, todo para simplemente vivir y tratar de que la política no interfiera.
Dos de esos jóvenes son gays, y uno de ellos conoce un día a un palestino que vive ilegalmente en la capital israelí, punto de partida de una sólida relación que, cual Romeo y Julieta en el seno de estos conflictos, ignora la irracional pugna de los suyos para entregarse a un amor que saben superior a cualquier tipo de (artificial, por demás) diferencia étnica; la chica con quien comparten el techo es hetero, simpatiza extraordinariamente con ellos, y como es lógico tiene también su vida amorosa con los habituales devaneos de todas, al margen de su orientación.
La frecuente hostilidad entre palestinos y hebreos acaba por imponerse, y no sólo la pareja gay sino todos sufrirán sus consecuencias, de modo que la burbuja de armonía y amor que han levantado los personajes, termina por reventar del peor modo.
La obra ha sido dirigida por un joven cineasta que hace algún tiempo viene sonando en festivales internacionales (sobre todo en Toronto) y entre críticos y espectadores de muchas partes del mundo: Eytan Fox, de quien ya viéramos en Cuba su anterior cinta Caminando sobre el agua (2004), que focalizaba el lance erótico de un agente del servicio de seguridad de Israel con el nieto de un sobreviviente nazi y fuera exhibida con éxito en más de 30 países. Pero es también el autor de Yossi and Jagger (la relación entre dos soldados del ejército en su país) y de una serie para la TV, Florentenre, trasmitida desde 1997 al 2000 y que se acercaba también a la juventud capitalina.
Los críticos israelíes le han dicho a Eytan Fox que debería “lavar la ropa sucia en casa”, pero él no les hace caso, y si bien fustiga también la intolerancia y fundamentalismo de los árabes (como muestra su nuevo filme) ataca los prejuicios y la prepotencia de los judíos, y sobre todo, más allá de las partes, condena lo absurdo de esa y de todas las guerras. Considera, sin embargo, que su cine ha ayudado modestamente ha mejorar la situación respecto a los homosexuales, y a suavizar un tanto la profunda homofobia que sobrevive no sólo en estos países, sino en todo el mundo oriental.
Solos contra el mundo responde mucho más que anteriores títulos suyos a la estética del queer cinema, y si vamos a ser absolutamente justos, no precisamente en sus virtudes. Fox se muestra un realizador desaliñado y algo torpe en la escritura fílmica; la fotografía, digamos, es bastante plana, sin explorar los matices cromáticos y lumínicos de exteriores y espacios cerrados; los encuadres tampoco resultan muy inteligentes, y a veces el presunto ingenio de los mismos se reduce a buscar una innecesaria simetría de los encuentros eróticos entre la pareja gay y la hetero.
En otro orden, como afirma el colega Marco González Ambriz (1), “cuando Fox se quiere poner poético las cosas le salen peor, como lo evidencian las secuencias donde Noam y Ashraf cuentan sus recuerdos infantiles, filmados como si se tratara de películas caseras en super 8”
Por otra parte, la cinta es desigual en su flujo narrativo, con frecuencia se empantana en detalles ev(d)itables, sobre todo a mitad de metraje. Las actuaciones, sin embargo, son notables: Ohad Knoller (Noam), Yousef Sweid (Ashraf), Daniela Virtzer (Lulu), Alon Friedman (Yali) y el resto de elenco, incorporan con indudable convicción sus roles, mientras los diálogos respiran esa contagiosa alegría de jóvenes que con esas ansias de vivir y amar tan sólo condenan lo inútil y bárbaro de las beligerancias étnicas que desde hace tanto asolan la región, y que por estos días, lamentablemente, han vuelto a protagonizar los medios del mundo entero a raíz de los tristes sucesos de Gaza.
Con todo y su factura imperfecta, Ha-Buah o Solos contra el mundo es una oportuna y eficaz denuncia contra conflictos armados que atentan contra todo lo sano y hermoso del mundo: la vida, el amor, la amistad. Como sueña el joven árabe, quizá en algún lugar adonde no lleguen las granadas y los atentados, la hermosa relación entre él, joven palestino y su amante israelí, o las sanas risas de los amigos que preparaban platos típicos exquisitos y visitaban agradables bares, un día puedan hacerse realidad.
(1) En: “Arte y Ensayo”. www.profílmico.com
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