Publicado en: http://www.cubarte.cu/es/noticia/ra-l-eguren-una-vida-dedicada-al-arte/29598
En
la tarde del miércoles 12 de julio la Asociación de Artistas Escénicos
tuvo la buena iniciativa de rendirle homenaje a un maestro de maestros
entre los actores y actrices en Cuba: Raúl Eguren, quien ese mismo día
hubiera cumplido 95 años. Varios de sus más cercanos amigos, colegas y
discípulos acudieron a la sala Rubén Martínez Villena de la UNEAC para
atestiguar lo que bien señaló el presidente de esa Asociación, Rolando
Núñez: que artistas como él nunca mueren.
Nilda Collado, una de sus más entrañables amigas y
compañeras de trabajo, comenzó el tributo recordando varias de las
anécdotas más recordadas de su relación con Raúl –que lo mostraron tal
cual era: un excelente profesional, un gran maestro y un amigo
verdadero– en lo que pretendió ser desde su misma concepción un
encuentro informal, donde cada uno de los presentes pudiera expresarse
abiertamente y sin formalismos.
De esta forma se le reconoció, ante todo, como un
maestro a quien se le recuerda por su humildad y modestia. Amada Amado
lo calificó como excelente profesor y persona, que lo hacía un ser
“maravilloso”; mientras Paquita resaltaba lo hermoso de que, cuando a
cualquiera de los actores y actrices más conocidos de las últimas
décadas en Cuba se le pregunte sobre sus primeros pasos salga el nombre
de Raúl.
Corina Mestre lo identificó como un paradigma a
seguir, quien “atravesó” la ENA desde sus inicios y para siempre.
También se le recordó como un hombre de principios muy sólidos, con un
cariño especial a su familia y a su Pinar del Río natal, además de la
apasionante historia de amor que lo unía a Dalia –con una química y
admiración mutua–, el compañerismo que lo caracterizaba, la defensa de
la justicia dondequiera que sea necesario y el arte de conversar, de
comunicarse por horas sin aburrir, sin ofender.
Jorge Martínez, junto a otros actores y actrices
de su generación como Iris Pérez y Ana Rojas, lo recordaron con gran
cariño no solo por haber aprendido tanto de él, sino por ser el mejor de
todos los profesores que tuvieron y su interés de formar a nuevos
profesores, para garantizar el futuro de la actuación en el país. “A mi
generación la salvó Raúl”, expresó convencido al reflexionar sobre
aquellos años, además del empuje que siempre dio –con la fuerza de su
experiencia y su prestigio– para que los más jóvenes pudieran aparecer
en obras de teatro, cine y televisión, en una época en que les era muy
difícil abrir esas puertas.
Omar Alí insistió en ese trascendental detalle,
pues la población cubana pudo conocer a muchos de los que actualmente
son reconocidos actores y actrices gracias –en gran medida– a su
esfuerzo. Igualmente, más allá de su defensa al método actoral –sobre
todo del reconocido método interpretativo Stanislavsky– destacó su
“eterno magisterio”, pues casi hasta su muerte estuvo pendiente de sus
antiguos alumnos y los pasos que daban en sus carreras artísticas,
señalando y aconsejando oportunamente a cada uno: “para toda una
generación fue un maestro necesario, un amigo, un padre”.
Tal vez Corina expresó el sentir de todos para
decir lo más recordado de la tarde: que Raúl Eguren era, más allá de
actor o maestro, un artista –en toda la dimensión de esa palabra– lo que
hace elevarlo a una escala superior del ser humano, porque sin dudas se
trata de uno de los hombres que consagró su vida al arte para
convertirse en uno de los nombres que honran a la cultura cubana.
Raúl Eguren, quien falleció en La
Habana el 20 de abril de 2013 a sus 93 años, fue profesor de la Escuela
Nacional de Arte (ENA) por más de 20 años y recibió el Premio Nacional
de Enseñanza Artística en 2003 y el Premio Nacional de Televisión en
2008, por la obra de toda la vida. Entre sus alumnos más admirados,
además de los antes mencionados, también se encuentran Isabel Santos,
Beatriz Valdés, Luis Alberto García y Alberto Pujols. Su trayectoria
actoral es recordada en series de televisión como Su propia guerra y famosas películas cubanas como El hombre de Maisinicú (1973), Gallego (1987), Guantanamera (1994) y Nada (2001).
Además de su reconocida obra en la actuación tuvo
especiales dotes para el canto y la pintura, habiendo sido fundador del
Teatro Lírico de La Habana y profesor de la Escuela de Artes Plásticas.
Por ello, con motivo de este homenaje, la sala Villena acogió una
exposición de sus pinturas y el encuentro terminó con el joven tenor
Orley Cruz, quien interpretó algunas de sus piezas favoritas.
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