Publicado en: http://www.uneac.org.cu/noticias/foro-literario-en-homenaje-jose-soler-puig
El primer día del Foro Literario, que organiza la Asociación de Escritores de la UNEAC todos los años a propósito de la Feria Internacional del Libro de La Habana, se dedicó en la mañana del martes 16 de febrero en la sala Rubén Martínez Villena a rendir homenaje al reconocido narrador santiaguero José Soler Puig en su centenario. Alberto Marrero, presidente de la Sección de Poesía, fue quien tuvo a su cargo la inauguración del Foro —que durante tres días profundizará en la obra de algunos destacados escritores cubanos— y resaltó detalles de la vida y la obra de Soler, sobre todo por haber obtenido el primer Premio Casa con su reconocida obra Bertillón 166, la cual fue posteriormente llevada al cine con el largometraje Ciudad en rojo.
La doctora Graziella Pogolotti hizo la introducción del homenaje calificándolo entre "los imprescindibles" de la literatura cubana. Al hacer un análisis detallado sobre el desarrollo de la literatura cubana, reflexionó sobre la incomodidad que sintió el autor santiaguero con el ambiente literario de la época y, aunque la obra que se le reconoce es Bertillón 166, se dedicó a leer y a estudiar para producir una obra posterior muy relevante que es poco conocida y bien vale la pena ser releída.
"No escribió por oportunismo ni por encontrar un mercado, sino porque sentía la necesidad de hacerlo", dijo, y destacó que hay varios José Soler Puig: el que hizo Bertillón, donde se puede ver la influencia de varios escritores de la época, y el otro que logró producir obras singularísimas —como El caserón y El pan dormido—, que valió para que un escritor de la talla de Mario Benedetti valorara su obra como expresión de la "nueva narrativa latinoamericana".
Señaló que "las nuevas generaciones no han tenido la posibilidad de acceder a obras estremecedoras" de este autor, como El pan dormido, que calificó de "una metáfora abierta". Valoró que esta obra refleja nuestro proceso cultural e histórico, articulados ambos en la memoria y la subjetividad, con una técnica innovadora en los procedimientos. Por ello, una relectura en las actuales circunstancias sería de extrema utilidad, una fuente revitalizadora en nuestro pensamiento político: "el pan sigue dormido", lamentó.
"Soler se atrincheró en Santiago, se consagró siguiendo la gran tradición del sacerdocio literario", valoró Pogolotti y recordó al autor en un Congreso de la UNEAC cuando dijo que todo narrador debía aspirar a ser Miguel de Cervantes, o sea, a pensar en grande, tener grandes ambiciones en el mejor sentido, saber mirar lo inmediato y, a la vez, no permanecer atrapados en lo pequeño. "Es hora de volver a leerlo y tenerlo de manera creativa, con plena funcionalidad en nuestra vida literaria", concluyó.
Durante el panel, el escritor Miguel Mejides quiso evocar a Soler "desde la muerte y desde la vida", con un florido estilo poético, para comentar los cauces donde se encontraron y donde se despidieron. En sus palabras expresó el regocijo y su fervor por recordar al autor que convirtió a Santiago en literatura del mundo, al que debemos recordar por toda la obra literaria que creó, de la cual mucho puede ser aún descubierto.
Por su parte, Aida Bahr —amplia conocedora de la obra de Soler, a quien consideró como su "padre literario"— coincidió con las valoraciones de la Pogolotti pues el Premio Casa lo puso en el centro de la atención del país, pero al mismo tiempo lo encasilló en una obra patriótica cuando su interés literario iba más allá del tema político. Valoró que José Soler Puig era un ser obsesionado con la espiritualidad del ser humano y su obra posterior así lo demuestra: "sus cuentos son estudios de personajes, dilemas filosóficos con trasfondo en el destino del ser humano", resaltó.
Bertillón fue el inicio de su carrera literaria, pero posteriormente produjo obras trascendentales y valoró a El pan dormido como "obra insoslayable", la novela más ejemplar en un discurso aparentemente si elaboración literaria y donde todo tiene una función clara: "en ella está la conformación de la identidad del pueblo cubano", recalcó.
Nada se le dio fácil, pues tuvo una vida dura y trágica —con una familia sin tradición literaria, desenlaces fatales en su familia más allegada y una salud muy frágil— pero la enfrentó con una fuerza extraordinaria y, según comentó, hasta la pudo disfrutar pues, a pesar de haber sido incomprendido en toda su expresión literaria, lo que más le gustaba era escribir.
Indicó que su trabajo en el ICAIC y en la radio le sirvió para aprender el dominio a la visualidad —a apreciar, además, que la objetividad no existe, pues todo lo que hacemos pasa por la subjetividad— y el trabajo con los personajes a través del diálogo. Destacó también otras de sus novelas como: Un mundo de cosas —que tiene un lenguaje más coloquial y donde lucha contra la marea, escrito a pedazos y enfrentando muchas dificultades—, El Caserón, El Derrumbe —en la que trabajó la radio como literatura—, El nudo —que es una novela hecha como ejercicio, publicada con posterioridad y en la que realiza su declaración sobre el materialismo—, Una mujer —que fue un homenaje a su esposa Sheila— y Ánima sola —que caracterizó como obra muy experimental.
Comentó su satisfacción en el trabajo que participa dentro de la Comisión creada por el Centenario de Soler, en donde se han propuesto rescatar su legado y no solo para que estén disponibles sus obras, sino en llamar la atención para que sea leído pues sus textos abundan en asuntos actualmente importantes como la racialidad y el género, entre otros.
En el debate final varias intervenciones dieron más luz sobre la importancia de conocer mejor la obra de José Soler Puig. Lina de Feria resaltó que, como dijera Nietzsche, "el que está solo es el más fuerte" por lo que no importa que se le haya abandonado, destacando la importancia de hacerlo accesible a las jóvenes generaciones. Eduardo Heras León recordó los momentos que compartió con Soler, siendo un joven escritor, y señaló que "hay un mundo de cosas para explorar y descubrir aún" en su obra. Y Julio Travieso expresó su admiración por el autor, sobre todo por haber sido autodidacta y haber logrado triunfar siendo un escritor de provincia, cuando las editoriales eran sólo habaneras.
La doctora Graziella Pogolotti hizo la introducción del homenaje calificándolo entre "los imprescindibles" de la literatura cubana. Al hacer un análisis detallado sobre el desarrollo de la literatura cubana, reflexionó sobre la incomodidad que sintió el autor santiaguero con el ambiente literario de la época y, aunque la obra que se le reconoce es Bertillón 166, se dedicó a leer y a estudiar para producir una obra posterior muy relevante que es poco conocida y bien vale la pena ser releída.
"No escribió por oportunismo ni por encontrar un mercado, sino porque sentía la necesidad de hacerlo", dijo, y destacó que hay varios José Soler Puig: el que hizo Bertillón, donde se puede ver la influencia de varios escritores de la época, y el otro que logró producir obras singularísimas —como El caserón y El pan dormido—, que valió para que un escritor de la talla de Mario Benedetti valorara su obra como expresión de la "nueva narrativa latinoamericana".
Señaló que "las nuevas generaciones no han tenido la posibilidad de acceder a obras estremecedoras" de este autor, como El pan dormido, que calificó de "una metáfora abierta". Valoró que esta obra refleja nuestro proceso cultural e histórico, articulados ambos en la memoria y la subjetividad, con una técnica innovadora en los procedimientos. Por ello, una relectura en las actuales circunstancias sería de extrema utilidad, una fuente revitalizadora en nuestro pensamiento político: "el pan sigue dormido", lamentó.
"Soler se atrincheró en Santiago, se consagró siguiendo la gran tradición del sacerdocio literario", valoró Pogolotti y recordó al autor en un Congreso de la UNEAC cuando dijo que todo narrador debía aspirar a ser Miguel de Cervantes, o sea, a pensar en grande, tener grandes ambiciones en el mejor sentido, saber mirar lo inmediato y, a la vez, no permanecer atrapados en lo pequeño. "Es hora de volver a leerlo y tenerlo de manera creativa, con plena funcionalidad en nuestra vida literaria", concluyó.
Durante el panel, el escritor Miguel Mejides quiso evocar a Soler "desde la muerte y desde la vida", con un florido estilo poético, para comentar los cauces donde se encontraron y donde se despidieron. En sus palabras expresó el regocijo y su fervor por recordar al autor que convirtió a Santiago en literatura del mundo, al que debemos recordar por toda la obra literaria que creó, de la cual mucho puede ser aún descubierto.
Por su parte, Aida Bahr —amplia conocedora de la obra de Soler, a quien consideró como su "padre literario"— coincidió con las valoraciones de la Pogolotti pues el Premio Casa lo puso en el centro de la atención del país, pero al mismo tiempo lo encasilló en una obra patriótica cuando su interés literario iba más allá del tema político. Valoró que José Soler Puig era un ser obsesionado con la espiritualidad del ser humano y su obra posterior así lo demuestra: "sus cuentos son estudios de personajes, dilemas filosóficos con trasfondo en el destino del ser humano", resaltó.
Bertillón fue el inicio de su carrera literaria, pero posteriormente produjo obras trascendentales y valoró a El pan dormido como "obra insoslayable", la novela más ejemplar en un discurso aparentemente si elaboración literaria y donde todo tiene una función clara: "en ella está la conformación de la identidad del pueblo cubano", recalcó.
Nada se le dio fácil, pues tuvo una vida dura y trágica —con una familia sin tradición literaria, desenlaces fatales en su familia más allegada y una salud muy frágil— pero la enfrentó con una fuerza extraordinaria y, según comentó, hasta la pudo disfrutar pues, a pesar de haber sido incomprendido en toda su expresión literaria, lo que más le gustaba era escribir.
Indicó que su trabajo en el ICAIC y en la radio le sirvió para aprender el dominio a la visualidad —a apreciar, además, que la objetividad no existe, pues todo lo que hacemos pasa por la subjetividad— y el trabajo con los personajes a través del diálogo. Destacó también otras de sus novelas como: Un mundo de cosas —que tiene un lenguaje más coloquial y donde lucha contra la marea, escrito a pedazos y enfrentando muchas dificultades—, El Caserón, El Derrumbe —en la que trabajó la radio como literatura—, El nudo —que es una novela hecha como ejercicio, publicada con posterioridad y en la que realiza su declaración sobre el materialismo—, Una mujer —que fue un homenaje a su esposa Sheila— y Ánima sola —que caracterizó como obra muy experimental.
Comentó su satisfacción en el trabajo que participa dentro de la Comisión creada por el Centenario de Soler, en donde se han propuesto rescatar su legado y no solo para que estén disponibles sus obras, sino en llamar la atención para que sea leído pues sus textos abundan en asuntos actualmente importantes como la racialidad y el género, entre otros.
En el debate final varias intervenciones dieron más luz sobre la importancia de conocer mejor la obra de José Soler Puig. Lina de Feria resaltó que, como dijera Nietzsche, "el que está solo es el más fuerte" por lo que no importa que se le haya abandonado, destacando la importancia de hacerlo accesible a las jóvenes generaciones. Eduardo Heras León recordó los momentos que compartió con Soler, siendo un joven escritor, y señaló que "hay un mundo de cosas para explorar y descubrir aún" en su obra. Y Julio Travieso expresó su admiración por el autor, sobre todo por haber sido autodidacta y haber logrado triunfar siendo un escritor de provincia, cuando las editoriales eran sólo habaneras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario