lunes, 11 de noviembre de 2013

Renace una tradición literaria en memoria de Alfonso Hernández-Catá


“El escritor que no siente ante la virginidad de la cuartilla el ansia sagrada de engendrar un fruto bello y trascendente, es un ladrón de tiempo”
Alfonso Hernández-Catá
 
 
Desde 1942, y por más de 25 años, se realizó en el habanero Cementerio de Colón, cada 8 de noviembre, una peregrinación ante la tumba del reconocido narrador, periodista, ensayista y diplomático Alfonso Hernández-Catá. En el homenaje ante cada aniversario de su prematura desaparición física participaron las más reconocidas voces de la literatura cubana de entonces. Hablaron en su honor destacados escritores como su amigo Juan Marinello, Jorge Mañach, Raúl Roa, Guillermo Cabrera, Elías Entralgo, Salvador Bueno, Octavio R. Costa, entre muchos otros.
 
Uva de Aragón, escritora cubana que reside en los Estados Unidos, recuerda con emoción estos homenajes a su abuelo como una “tradición literaria, citadina y familiar” a las que asistía en su niñez. En aquel tiempo soñaba con convertirse en escritora para tener el honor, algún día, de hacerle el panegírico a ese gran hombre a quien calificó de “adelantado a su tiempo, cuya trayectoria y obra mantienen vigencia”.
 
Este 8 de noviembre, con el apoyo de la Asociación de Escritores de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y del Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana “Juan Marinello”, ella pudo cumplir ese sueño ante la tumba conocida en el cementerio como El Panteón del Arquero, por la reproducción en piedra del ex libris que usaba el escritor: un arquero apuntando a lo alto, sobre el lema “Apasionadamente hacia la muerte”.
 
En esta ocasión estuvo acompañada también por varias personalidades de la cultura cubana —como Nancy Morejón, Enrique Pineda Barnet, Antón Arrufat, Oscar Zanetti, Nuria Grégory y otros—, con quienes recordó al “ser humano vanidoso y humilde, melancólico y bromista, autodidacta y cultísimo, sabroso conversador dado también a largos silencios, viajero incansable siempre con nostalgias de sus amigos en Cuba y de esa tierra oriental donde fue testigo, escondido entre unos arbustos, del entierro de José Martí.”
 
Comentó que Hernández-Catá es “reconocido, sin lugar a dudas, como uno de los mejores cuentistas cubanos de la primera mitad del siglo XX” y anunció que tiene preparada, desde hace un tiempo, una antología de sus cuentos cubanos para que sea publicada en Cuba, como hubiera sido el deseo del autor. Dedicó Uva de Aragón sus palabras finales “a los escritores cubanos, muchísimos de gran talento, pidiéndoles que contra viento y marea no desmayen jamás en su vocación”.
 
La investigadora y ensayista Cira Romero también rindió homenaje al escritor. Lo reconoció como “el primer autor cubano que internacionalizó la literatura cubana, no solo por el hecho de que la mayoría de sus obras se publicaron primero en Europa, continente donde residió por largos años, en particular en España, sino porque los temas que privilegió en sus composiciones tienen un alcance que sobrepasan lo local para colocarse en la almendra misma de lo universal”.
 
Refirió que, por momentos, algunos se cuestionaron la pertenencia de Hernández-Catá a la literatura cubana, teniendo en cuenta que había nacido en Aldeávila de la Rivera, Castilla, España. Sin embargo, brilla la cubanía en su obra literaria y su actitud ante la vida, como cuando renunció al cargo de Cónsul en 1933, durante la tiranía de Gerardo Machado —en rechazo a “los procedimientos de gobierno seguidos en Cuba”, según sus propias palabras—, enfatizando su acción en carta al entonces Secretario de Estado: “desde hoy trataré de emplear lo mejor… en cooperar con quienes se han impuesto todos los sacrificios y han dado dolor y sangre por arrancar a Cuba de la más brutal y cruel de las tiranías, para llevarla a un porvenir digno de los hombres que la hicieron libre”.
 
Romero destacó a Hernández-Catá como autor de casi mil narraciones entre novelas, novelas cortas y cuentos, formando parte de lo que se ha dado en llamar primera generación republicana de escritores cubanos. “Fue un verdadero constructor de paisajes”, indicó la investigadora, “pero no de paisajes geográficos, sino de paisajes humanos, interiores, manifestados a través de una variada gama de representaciones artísticas muy amplias”.
 
“Hacia lo más alto”
 
Obras como El ángel de Sodoma de 1927, publicada por primera vez en Cuba en 2009 ––con una temática tan avanzada para la época como la homosexualidad—, La quinina, Don Cayetano el informal, Los chinos, Un cementerio en las Antillas, El bebedor de lágrimas, Mitología de Martí, entre otras, dan muestra de la devoción de Hernández-Catá por la literatura, con raíces profundamente cubanas.
 
Nació en 1885 y a los pocos meses se trasladó a residir con su familia en Santiago de Cuba, lo que utilizó para, engañosamente, decir que había nacido en territorio cubano. En 1905, con sólo 20 años de edad, Hernández-Catá fue citado en la antología lírica La corte de los poetas y en 1907 publica su primera novela corta: El pecado original. Fue autor también de obras de teatro y zarzuelas. En honor a su prolífera carrera literaria, a partir de la década de 1940, se instituyó en Cuba un premio nacional de cuento que llevaría su nombre.
 
Asimismo realizó labores de periodista en El Diario de la Marina, La Discusión, Gráfico, El Fígaro y Social. En 1909 ingresó en la carrera diplomática y fue cónsul en lugares como El Havre (1909), Birmingham (1911), Santander (1913), Alicante (1914) y Madrid (entre 1918 y 1925). Hasta 1933 fue encargado de negocios en Lisboa y, luego del derrocamiento de la dictadura machadista, es nombrado Embajador de Cuba en Madrid. Fue Ministro Plenipotenciario de Cuba en Panamá (1935), Chile (1937) y Brasil (1938), desde donde realizó una intensa promoción cultural cubana.
 
Su repentina muerte en 1940 —con apenas 55 años— fue una sorpresa infortunada para las letras cubanas, a las que tenía aún mucho que aportar. Haber desaparecido en un accidente aéreo —cuando sobrevolaba la bahía de Botafogo, en Río de Janeiro, cumpliendo sus funciones diplomáticas— fue relacionado por su nieta Uva de Aragón con otro ex libris preferido por Hernández-Catá que rezaba: “Hacia lo más alto”. Para ella, esta frase fue “un reflejo de sus aspiraciones de darle a la literatura lo mejor de sí mismo, de burlar la muerte, trascender”.
 
Al finalizar el homenaje, el escritor Tomás Fernández Robaina señalaba que “la cultura cubana es una sola, dondequiera que la hagamos”. A la profundidad de estas raíces y herencias se refería Uva cuando hablaba de “esta Patria que, pese a distancias y desencuentros, ambos (ella y su abuelo) hemos querido honrar con nuestra obra.”
 
Razones suficientes para que se haya reiniciado con buenos pasos esta peregrinación a la tumba de Hernández-Catá, en beneficio de la literatura y la cultura nacional.

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