Iniciaste tu vuelo hacia la luz
de allá nos llegará tu sana lumbre
que resplandece en tu palabra escrita
en la distancia de la soledad.
(Gabo y la luz,
Pablo Armando Fernández, 2014)
de allá nos llegará tu sana lumbre
que resplandece en tu palabra escrita
en la distancia de la soledad.
(Gabo y la luz,
Pablo Armando Fernández, 2014)
Cantos para el hermano, para el amigo o simplemente para el admirado Gabriel García Márquez fueron escuchados el viernes 25 de abril en la sala Rubén Martínez Villena de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), en el homenaje que le rindieron los escritores y artistas cubanos a ese trascendental icono de la literatura hispanoamericana.
La tarde se colmó de recuerdos, palabras de respeto y cariño, silencios consternados y cantos solemnes Arará, “para que su espíritu se eleve a lo más alto”, como señaló el artífice del encuentro Miguel Barnet. Junto a numerosas personalidades del arte y la cultura cubana, a la convocatoria acudieron otros tres Premios Nacionales de Literatura —Pablo Armando Fernández, César López y Nancy Morejón—, los Embajadores de Colombia y México en Cuba, la Viceministra Primera de Cultura María Elena Salgado y el escritor Abel Prieto, asesor del Presidente de la República.
Ante una mesa engalanada con rosas amarillas y blancas —amadas las primeras por el Gabo, las segundas por José Martí–, Barnet calificó el momento de “imprescindible homenaje” a un hombre de “talla extraordinaria que, sin ser un político, tuvo una visión ecuménica del mundo, democrática, profunda: un hombre que con alas caribeñas y latinoamericanas llevó el espíritu y la sangre del pueblo latinoamericano a la mitología”.
Sentenció que “en todo se nos adelantó el Gabo: hasta en la muerte” y recordó al escritor que fue de los fundadores del realismo mágico, a su influencia en las letras del continente, al amigo entrañable de Cuba y de Fidel —incluso en los momentos más difíciles—, al ser humano “transparente, sencillo, limpio, sintético, que nos dio una enorme lección a todos”.
“Amó a Cuba y lo lloramos sin pudor, en su obra supo quitar todo lo que sobra y poner todo lo que falta… y en su obra no falta ni sobra nada; lo que le sobró siempre fue un corazón gigante”, recalcó.
Más adelante cumplió con la petición de Liliana Núñez, la hija de Antonio Núñez Jiménez y Lupe Véliz —la familia cubana “más cercana o, al menos, la más cotidiana” del Gabo, según Barnet—, al leer un mensaje a nombre de ella y de sus padres en el que valoraba que “lo más valioso es haber tenido el lujo, la suerte de haberlo tenido como amigo, como padre, como cómplice, como referente de optimismo”. “Ahora noto que tu alegría de vivir es tu mejor legado y lo necesito para cuando extrañe tu abrazo final”, concluyó.
Por su parte, el poeta y diplomático Waldo Leyva, Consejero Cultural en la Embajada de Cuba en México, destacó a la lealtad como una de las virtudes que más distinguió al Gabo, “su compromiso con la amistad por encima de cualquier avatar político”. Rememoró su figura no como una presencia obediente, sino como una referencia de escritor que nunca perdió el vínculo con la gente: “eso hace que forme parte entrañable de todos nosotros, ahora y para siempre”.
Se escucharon también los versos de Pablo Armando Fernández, quien recientemente escribió un poema a la memoria del amigo al que tituló “Gabo y la luz”; los testimonios del narrador y diplomático Raúl Roa Kourí, quien calificó a García Márquez como “fabuloso escritor, periodista y caribeño rellollo”; y el comunicado de la Fundación Núñez Jiménez de la Naturaleza y el Hombre, donde se resaltó que “le atraía mucho más la idea de un centro emisor del espíritu geográfico y por eso se montó en la canoa de la Fundación junto a Núñez, como miembro de su Comité de Honor”, que presidió por 20 años.
El Vicepresidente de esa organización indicó que, con motivo del 88 cumpleaños del Gabo el 6 de marzo de 2015, la Fundación ha convocado a todos los lectores cubanos que hayan recibido alguna dedicatoria autografiada o un prólogo del autor colombiano a enviarlas al correo gabo@fanj.cult.cu para conformar una colección de dedicatorias cubanas, las cuales serán publicadas en ese momento como tributo y homenaje en reflejo de su relación profunda y larga con Cuba.
Casi al terminar la velada, el Presidente de la Asociación de Escritores Alex Pausides le cedió la palabra al periodista Ignacio Ramonet –“un amigo fiel como el Gabo”, apreció Barnet–, quien recordó a García Márquez como un hombre muy preocupado por la situación política del mundo. “Esa fue la razón por la que conversamos más de política que de literatura”, dijo Ramonet.
En ese sentido, destacó su alta vocación por el periodismo y, al identificarlo como un escritor “fuera de serie a escala universal”, resaltó que “Gabo fue esencialmente un periodista”, muy preocupado por el estilo que se utilizaba al hacerlo. Indicó que para el autor de Cien años de soledad un artículo de periódico, un relato periodístico, “se debía escribir con la misma intensidad que una novela”.
Señaló también su vocación por el cine y lamentó que no hubiera tenido suerte en las representaciones cinematográficas de sus obras, al valorar que ninguna estuvo a la altura de sus textos. Con dos simpáticas anécdotas que compartió con el público presente, Ramonet confesó lo que había aprendido con el Gabo: que el éxito de un libro está en la cantidad de ediciones piratas que tenga y señaló divertido que el autor colombiano tenía una colección excepcional de ediciones piratas de sus libros.
Para una tarde con tantos recuerdos y sentimientos de cariño hacia el amigo de Cuba, su mejor colofón fueron los cantos mortuorios Arará interpretados por el grupo Obbá Areanlé, bajo la dirección de Daisy Brau. En la introducción de estas interpretaciones, Barnet anunció que serían cantos que expresan la espiritualidad y lo caribeño del Gabo, cantos para “una muerte que es vida”.