La tercera y última sesión del Encuentro Nacional de Crítica Literaria
que, organizada por la Asociación de Escritores, sesionó en la sala
Rubén Martínez Villena de la UNEAC en la mañana del jueves 8 de octubre
se dedicó a temas poco tratados cuando se habla del género: la
recopilación bibliográfica, el tratamiento del tema racial, las
cuestiones de género y diversidad sexual y sus interconexiones.
Araceli García Carranza —toda una institución en el poco reconocido trabajo bibliográfico en Cuba— se refirió a la labor de recolección de la bio-bibliografía de “obras facilitadoras y orientadoras” para la crítica literaria que se realiza en la Biblioteca Nacional José Martí, especialmente sobre importantes autores cubanos como Alejo Carpentier, José Lezama Lima, Lisandro Otero y Roberto Fernández Retamar.
Destacó el amplio volumen de manuscritos, bibliografías, artículos, entrevistas, recortes y colecciones de las bibliotecas personales de sus autores que conforman una recopilación altamente valorada por críticos e investigadores para “desbrozar el camino” que facilita su trabajo, las cuales se encuentran accesibles en la biblioteca para todos los interesados.
Indicó que queda mucho trabajo por hacer con la obra de otros importantes autores que no han corrido la misma suerte, como Fernando Ortiz, Juan Marinello, Cintio Vitier, Fina García Marruz, entre otros, que pueden contribuir al trabajo de sentar las bases para el desarrollo de la crítica. Sin menoscabar el trabajo realizado de forma particular por algunas personas conscientes de este legado, llamó la atención sobre la importancia de preservar estas obras en instituciones responsables y con recursos suficientes, con garantías de acceso al público, para preservar el patrimonio cultural de la nación.
El tema de la diversidad sexual en la literatura cubana fue traído al debate por Yasmín Portales, quien se refirió no solo a la sexualidad de los personajes, sino también a la de quienes escriben, así como la necesidad de desarrollar una crítica que reconozca la singularidad del individuo. “El problema es que la crítica no debe existir desde la perspectiva ‘macro’, sin particularizar en todo aquello que nos diferencia” dentro de lo que entendemos como lo cubano y nos permitamos visualizar ese “arcoíris” que somos, recalcó.
Por su parte, Roberto Zurbano señaló que es muy difícil hablar de literatura cubana sin hablar del tema racial, con la esencial presencia del “sujeto negro” que se desprende de nuestras raíces caribeñas. El asunto se torna más complejo cuando se debe tomar en cuenta la herencia del discurso oral —que se da no sólo en español— y se remonta a los siglos XVIII y XIX, lo cual hace más difícil su recopilación.
Señaló que hay demasiados prejuicios y temores para tratar con profundidad el tema, pues muchas veces se ha hablado desde una reescritura de los “sujetos negros” con una perspectiva eurocéntrica que ha implicado en una lamentable invisibilidad de matices y factores imprescindibles. Destacó la obra de Nicolás Guillén que, con fuerte impacto en el resto de las artes, significó en su momento una gran ruptura a ese enfoque colonizador contra lo que denominó “el constructo ideológico eurocéntrico” que ha caracterizado el análisis de la cultura cubana, con reflejos que perduran hasta nuestros días.
Resaltó la importancia de retomar estas complejidades para realizar oportunamente un análisis desprejuiciado de la historia de nuestra cultura —como, por ejemplo, al movimiento literario conocido como “El Puente” y sus figuras —para destruir esa tensión que consideró no ha desaparecido —a pesar de avances y regresiones— y superar las dificultades en el desarrollo de la “conciencia racial” en Cuba.
Al destacar la vasta bibliografía que se puede encontrar en el exterior sobre este particular, señaló la identificación del tema con otras luchas extra literarias que se interconectan con debates relacionados como la diáspora y lo queer, entre otros. “La crítica literaria debe ayudar a decir estas cosas”, resaltó, para profundizar en los análisis sobre la perspectiva de la “conciencia racial” y su reflejo en la cultura nacional vinculándolo más allá, que se puede involucrar incluso hasta cuestiones de ciudadanía.
A tono con el tema, Daisy Rubiera narró su experiencia en la elaboración de su conocido texto sobre la negra nonagenaria santiaguera Reyita y particularmente sobre su libro Golpeando la memoria, dedicado a la poetisa cubana Georgina Herrera. Indicó que, en ambos casos, la motivó la necesidad de visualizar la mujer negra en la literatura cubana y la reivindicación de una parte del pensamiento femenino negro en la historia de Cuba. Expresó su satisfacción por este esfuerzo para incorporar a la literatura cubana el aporte de destacadas mujeres negras y de esta forma contribuir al desarrollo de una conciencia racial e incorporarlas al debate actual sobre el tema en el país.
Las sesiones terminaron con un homenaje a Virgilio Piñera, a cargo de Norge Espinosa, quien expresó su placer de habérsele organizado un centenario que reflejó “ese espíritu incómodo y beligerante que le caracterizaba” —como seguro hubiera querido que se le celebrara— y señaló la importancia de rendirle un tributo que renueve y relance su figura. “Piñera ha crecido en la mirada de sus investigadores”, indicó, para llamarnos la atención de la complejidad de esta isla y su cultura a pesar de que, lamentablemente, no se ha logrado aún profundizar y publicar su legado en toda su dimensión.
Luisa Campuzano, Presidenta de la Sección de Crítica y Ensayo de la Asociación de Escritores, rememoró otros centenarios —que constituyen una vieja institución en la vida cultural relacionada con la crítica para volver a esos autores con una visión actualizada— que se han conmemorado en los últimos tiempos, especialmente los 200 años de Gertrudis Gómez de Avellaneda.
En las conclusiones del evento los presentes insistieron en un llamado colectivo a la necesidad de conservar las obras artísticas en instituciones responsables, que sean capaces de archivarlas, clasificarlas, preservarlas y ponerlas a disposición del público, “sin cuyo sustrato no se puede ejercer la crítica”, resaltado por la Campuzano. Junto a otros participantes, Desiderio Navarro abundó ante la importancia de mantener viva nuestra memoria y propuso organizar un evento para tratar específicamente el tema, que incluya otras secciones de escritores y artistas de la UNEAC interesadas en el tema.
Araceli García Carranza —toda una institución en el poco reconocido trabajo bibliográfico en Cuba— se refirió a la labor de recolección de la bio-bibliografía de “obras facilitadoras y orientadoras” para la crítica literaria que se realiza en la Biblioteca Nacional José Martí, especialmente sobre importantes autores cubanos como Alejo Carpentier, José Lezama Lima, Lisandro Otero y Roberto Fernández Retamar.
Destacó el amplio volumen de manuscritos, bibliografías, artículos, entrevistas, recortes y colecciones de las bibliotecas personales de sus autores que conforman una recopilación altamente valorada por críticos e investigadores para “desbrozar el camino” que facilita su trabajo, las cuales se encuentran accesibles en la biblioteca para todos los interesados.
Indicó que queda mucho trabajo por hacer con la obra de otros importantes autores que no han corrido la misma suerte, como Fernando Ortiz, Juan Marinello, Cintio Vitier, Fina García Marruz, entre otros, que pueden contribuir al trabajo de sentar las bases para el desarrollo de la crítica. Sin menoscabar el trabajo realizado de forma particular por algunas personas conscientes de este legado, llamó la atención sobre la importancia de preservar estas obras en instituciones responsables y con recursos suficientes, con garantías de acceso al público, para preservar el patrimonio cultural de la nación.
El tema de la diversidad sexual en la literatura cubana fue traído al debate por Yasmín Portales, quien se refirió no solo a la sexualidad de los personajes, sino también a la de quienes escriben, así como la necesidad de desarrollar una crítica que reconozca la singularidad del individuo. “El problema es que la crítica no debe existir desde la perspectiva ‘macro’, sin particularizar en todo aquello que nos diferencia” dentro de lo que entendemos como lo cubano y nos permitamos visualizar ese “arcoíris” que somos, recalcó.
Por su parte, Roberto Zurbano señaló que es muy difícil hablar de literatura cubana sin hablar del tema racial, con la esencial presencia del “sujeto negro” que se desprende de nuestras raíces caribeñas. El asunto se torna más complejo cuando se debe tomar en cuenta la herencia del discurso oral —que se da no sólo en español— y se remonta a los siglos XVIII y XIX, lo cual hace más difícil su recopilación.
Señaló que hay demasiados prejuicios y temores para tratar con profundidad el tema, pues muchas veces se ha hablado desde una reescritura de los “sujetos negros” con una perspectiva eurocéntrica que ha implicado en una lamentable invisibilidad de matices y factores imprescindibles. Destacó la obra de Nicolás Guillén que, con fuerte impacto en el resto de las artes, significó en su momento una gran ruptura a ese enfoque colonizador contra lo que denominó “el constructo ideológico eurocéntrico” que ha caracterizado el análisis de la cultura cubana, con reflejos que perduran hasta nuestros días.
Resaltó la importancia de retomar estas complejidades para realizar oportunamente un análisis desprejuiciado de la historia de nuestra cultura —como, por ejemplo, al movimiento literario conocido como “El Puente” y sus figuras —para destruir esa tensión que consideró no ha desaparecido —a pesar de avances y regresiones— y superar las dificultades en el desarrollo de la “conciencia racial” en Cuba.
Al destacar la vasta bibliografía que se puede encontrar en el exterior sobre este particular, señaló la identificación del tema con otras luchas extra literarias que se interconectan con debates relacionados como la diáspora y lo queer, entre otros. “La crítica literaria debe ayudar a decir estas cosas”, resaltó, para profundizar en los análisis sobre la perspectiva de la “conciencia racial” y su reflejo en la cultura nacional vinculándolo más allá, que se puede involucrar incluso hasta cuestiones de ciudadanía.
A tono con el tema, Daisy Rubiera narró su experiencia en la elaboración de su conocido texto sobre la negra nonagenaria santiaguera Reyita y particularmente sobre su libro Golpeando la memoria, dedicado a la poetisa cubana Georgina Herrera. Indicó que, en ambos casos, la motivó la necesidad de visualizar la mujer negra en la literatura cubana y la reivindicación de una parte del pensamiento femenino negro en la historia de Cuba. Expresó su satisfacción por este esfuerzo para incorporar a la literatura cubana el aporte de destacadas mujeres negras y de esta forma contribuir al desarrollo de una conciencia racial e incorporarlas al debate actual sobre el tema en el país.
Las sesiones terminaron con un homenaje a Virgilio Piñera, a cargo de Norge Espinosa, quien expresó su placer de habérsele organizado un centenario que reflejó “ese espíritu incómodo y beligerante que le caracterizaba” —como seguro hubiera querido que se le celebrara— y señaló la importancia de rendirle un tributo que renueve y relance su figura. “Piñera ha crecido en la mirada de sus investigadores”, indicó, para llamarnos la atención de la complejidad de esta isla y su cultura a pesar de que, lamentablemente, no se ha logrado aún profundizar y publicar su legado en toda su dimensión.
Luisa Campuzano, Presidenta de la Sección de Crítica y Ensayo de la Asociación de Escritores, rememoró otros centenarios —que constituyen una vieja institución en la vida cultural relacionada con la crítica para volver a esos autores con una visión actualizada— que se han conmemorado en los últimos tiempos, especialmente los 200 años de Gertrudis Gómez de Avellaneda.
En las conclusiones del evento los presentes insistieron en un llamado colectivo a la necesidad de conservar las obras artísticas en instituciones responsables, que sean capaces de archivarlas, clasificarlas, preservarlas y ponerlas a disposición del público, “sin cuyo sustrato no se puede ejercer la crítica”, resaltado por la Campuzano. Junto a otros participantes, Desiderio Navarro abundó ante la importancia de mantener viva nuestra memoria y propuso organizar un evento para tratar específicamente el tema, que incluya otras secciones de escritores y artistas de la UNEAC interesadas en el tema.
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