Editorial de Progreso Semanal
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4 de Mayo, 2017
LA HABANA. Cuando miramos a la Cuba de hoy, tan diferente a lo que quisimos, aparece a menudo la indeseada percepción de que son los denominados factores subjetivos o mentalidades cerradas a los cambios, las razones determinantes para detener o ralentizar el ritmo de las actualizaciones, cada vez más urgentes.
Constatamos que un número apreciable de ellas está pendiente desde los acuerdos del pasado VI Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC), en abril de 2011. Ya se cumplieron seis años, lapso de tiempo durante el cual solamente se han instrumentado un 21 o 22 por ciento de los lineamientos, según las informaciones oficiales publicadas el pasado año.
Luego de la consulta a los diputados de la Asamblea Nacional y de un debate en el que no participó toda la ciudadanía cubana, los 313 Lineamientos aprobados en 2011 quedaron reducidos a 274, los cuales fueron aprobados en el VII Congreso del PCC, en abril de 2016 y estarán vigentes hasta 2021.
El Informe Central presentado por Raúl Castro a ese Congreso plantea que el 21 por ciento de los lineamientos se ha implementado totalmente y el 78 se encuentra en las diversas fases de su implementación. El proceso de implementación ha sido, a todas luces, tortuoso y minado de contradicciones. Y todo eso ha ido ocurriendo sin que conozcamos qué es lo que lo detiene, qué tipo de obstáculos estamos (todos) enfrentando, y qué fechas o planes de cumplimiento están aprobadas para resolver este asunto.
Tenemos, además, una Zona Especial de Desarrollo Mariel (ZEDM), cuya terminal de contenedores es propiedad de la empresa estatal cubana Almacenes Universales. Amparada por el Decreto-Ley No. 313, la ZEDM solo cuenta hoy con 19 proyectos aprobados —tanto de carácter definitivo como temporal— desde su inauguración en enero de 2014. Eso hace un promedio lentísimo de 6 proyectos por año. Mientras, en la prensa se hace gala de que más de 400 compañías han manifestado su interés por invertir allí.
Por otro lado, con la ley de inversión extranjera aprobada, el gobierno esperaba ingresar por ese concepto unos 2 500 millones de dólares al año para lograr un crecimiento superior al 4,5 por ciento. Pero al final de 2016, nuestro PIB había disminuido hasta -0,9 por ciento.
Contamos con poco acceso a la información puesto que la estructura de conectividad en la Isla para la mayoría sigue siendo muy débil. A pesar de los aumentos de los puntos públicos de conexión por wifi que ha habilitado la única empresa de telecomunicaciones de Cuba, y de sus experimentos con el Nauta Hogar para acceder a internet desde las casas, el ritmo de avances es lento respecto a las necesidades cotidianas.
Tenemos también numerosas deudas en el ámbito legislativo. Nos sigue faltando la Ley de Comunicación, la Ley de Ciudadanía, la modificación de la Ley Electoral, la Reforma Constitucional, las normas para proteger la información personal, la actualización de la legislación que protege a los consumidores.
Continuamos caminando junto a la dualidad monetaria, que se cuela cada día en la vida nacional, abriendo grietas por las que se escurre el presupuesto del país. Y esto es solo una de las tantas consecuencias negativas que nos trae.
Creemos por ende que se debe imponer la audacia en términos de medidas realistas a tono con las circunstancias. De nada sirve dar respuestas administrativas a problemas económicos; tomar decisiones políticas para nivelar los requerimientos económicos, o viceversa.
Así lo ha demostrado la crisis en La Habana con los boteros —que continúan cobrando las tarifas tradicionales— y la situación del transporte público —que continúa siendo ineficiente— en la mayoría de las provincias.
Liberar las fuerzas productivas es un llamado varias veces repetido por el propio presidente Raúl Castro. Si hablamos de necesidades básicas, aquí está el primer tema en la lista: los precios de los alimentos, que han intentado topar sin resultados positivos en más de una ocasión, continúan fuera del alcance de la mayoría del pueblo.
¿Dónde están, por ejemplo, las cooperativas agropecuarias de segundo grado, aprobadas en el VI Congreso? ¿Acaso la formación de estas cooperativas no podría, aunando esfuerzos y recursos, contribuir a la industrialización de la producción de alimentos? ¿Por qué demorar este paso o no incentivarlo? Incluso la Ministra de la Alimentación reconoció que las industrias del sector estatal están obsoletas unas, otras fuera de funcionamiento y algunas más funcionando a media máquina.
La seguridad alimentaria, definida como estratégica, evidentemente requiere de medidas facilitadoras. Por ejemplo, una legislación que permita a las cooperativas actuar directamente como importadoras y asumir los compromisos inherentes a este acto. ¿Cuál es el riesgo? ¿Político?
Seguramente hay quienes así lo valoren al precio de no ponderar adecuadamente que la satisfacción de los requerimientos alimentarios, como otros, ciertamente es un objetivo político urgente en la medida que satisface las necesidades de la población. Puede integrar al proceso de cambios tanto a productores como a consumidores. ¿El país y la sociedad no lo requieren? La sustentación del proceso cubano reside en el real apoyo popular. El control es un instrumento, no sustituye la adhesión sincera de la ciudadanía que es el alma y músculo de los cambios dentro del socialismo y para un socialismo sólido por eficiente y creativo.
Otro ángulo, también político, es que curiosamente el cordón agrícola de EE.UU., que apoyó a Trump, ha sido un constante apoyo a la demanda de relaciones económicas con Cuba.
El país precisa brindar facilidades y puede hacerlo. El dilema quizás resida en que aún existen reservas y dudas a un paso: el de transitar de la política de controles absolutos hacia la práctica de medidas regulatorias. El control total tiene parcela indiscutible en los recursos fundamentales.
Demorar cambios hoy podría resultar en ceder más de lo debido en un futuro no muy lejano ya.
Tenemos, además, la incertidumbre de qué pasará cuando en 2018 Raúl Castro se retire del cargo de Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, como ha anunciado, aunque se mantenga como Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba (PCC). De suceder lo que hasta ahora se vislumbra como probable estaríamos ante una situación novedosa: un Presidente de la República que no es el máximo dirigente del PCC.
Los tiempos son complicados, interna e internacionalmente; no lo negamos. El país está frente a un precipicio y a la espalda tiene una pared. Precisamente por ello echar mano a respuestas desfasadas en el tiempo, que ya no caben en nuestro entorno sociopolítico actual, podría calificar como errático.
¿Por qué, quiénes y para qué detienen el tic tac implacable del tiempo? Estas personas, ¿poseen conciencia del hondo significado de cambiar todo lo que haya que cambiar o veremos cómo la vida se impone? Por lo general todo lo vivo se mueve, ya sea por voluntad propia y con el lujo de elegir hacia dónde, o por pura inercia. Pero para estar vivos, hay que moverse desde el socialismo y para el socialismo.
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