lunes, 22 de mayo de 2017

El mensaje de Trump: Historia y política

El mensaje del presidente Donald Trump al público cubano usando la efeméride del 20 de mayo expresa la falta de creatividad e improvisación de su administración hacia la isla. En acto de suprema ironía, algún funcionario farfulló a nombre de la Casa Blanca cuatro frases sobre derechos humanos para Cuba mientras el primer mandatario estadounidense viajaba a besar los anillos de la monarquía saudita en el corazón de Oriente Medio. Allí las mujeres tienen prohibido conducir automóviles.
La parquedad del mensaje sirve para posponer la anunciada reevaluación de la política hacia Cuba, en línea con las escasas alusiones a la Isla y la muy poca prioridad otorgada a la relación bilateral en los meses posteriores a la inauguración presidencial.
Cada día que pasa refuerza la visión de una nueva normalidad post-Obama en las relaciones Cuba-EE.UU. Una parte sustantiva de los cambios operados por el team Obama-John Kerry llegaron para quedarse. A diferencia de lo ocurrido en tiempos de la administración Bush, los congresistas del cabildeo pro-aislamiento y hostilidad hacia Cuba no se han atrevido a pedir una restauración de las limitaciones de viajes. Hay que recordar que en el discurso de esos congresistas, en particular el Senador Marco Rubio, el control de los viajes debía empezar por limitar a la comunidad cubanoamericana, pues solo así se tendría la fuerza moral a largo plazo para exigir la prohibición de viajar a los demás ciudadanos estadounidenses.
Los viajes y remesas cubanoamericanos siguen siendo el núcleo de los contactos económicos y sociales entre las sociedades cubana y estadounidense. Hoy, el volumen que de esos viajes ha alcanzado una masa crítica. La tranquilidad con que esos viajeros se comporta en el aeropuerto de Miami, cargando televisoras y paquetes enormes al país que supuestamente la propia comunidad pide bloquear, expresa la derrota recibida por la derecha pro-embargo en su bastión fundamental. Allí tienen su trampa 22, para abogar por mayores restricciones a los viajes tienen que empezar por casa, y si lo hacen corren el riesgo de perder uno o hasta dos escaños congresionales ahora que la diputada Ileana Ros-Lehtinen se retira.
Otras esferas donde los opuestos a mayores contactos parecen resignarse a los avances de distensión en el estrecho de Florida son los contactos entre entidades de seguridad nacional y orden interno, el tema migratorio y la posible expansión de las ventas de alimentos. Trump tuvo la oportunidad en caliente de revertir el fin de la política de pies secos / pies mojados por Obama y no lo hizo. En los otros temas, los secretarios Kelly de seguridad interna y Pardue, de Agricultura han expresado su posición a favor de proseguir los avances de la era Obama poniendo los intereses nacionales de EE.UU. en términos de seguridad y comercio por delante de los negociados electoreros con los representantes electos de la comunidad cubana del sur de la Florida. Cada vez que el grupo de cabildeo pro-embargo ha chocado con una opinión firme de las agencias de seguridad y defensa –como es en el caso de los contactos en Guantánamo o con los grupos agrícolas– ha terminado tomando las de Villadiego. No son fuertes en el sistema norteamericano los grupos pro-embargo, su relativo éxito manteniendo esa política se debe más al despilfarro de recursos, el mal manejo político, y la soberbia de los que dirigen los grupos de cabildeo en contra de tal política.
Nada de esto significa que la supuesta reevaluación de la política hacia Cuba por la administración Trump no vaya a resultar en retrocesos para la relación bilateral. A diferencia del enfoque del presidente Obama, concentrado en avanzar los intereses y valores estadounidenses en Cuba, Trump tiene un enfoque transaccional centrado en obtener concesiones de sus interlocutores. Es un mal punto de partida para la relación con Cuba y el tratamiento de relaciones asimétricas por un gran poder con un país pequeño en su vecindad, pero es la esencia de cómo mira el mundo el actual presidente de los Estados Unidos. Trump y su secretario de Estado Tillerson son empresarios negociantes por esencia y eso los hace diferentes del enfoque rígido que generó la ley Helms-Burton y sus camisas de fuerza. Lo más probable es que no pongan relaciones con terceros a riesgo por presionar en el tema Cuba como lo hicieron los dos Bush, pero hay también afinidades entre las soberbias supremacistas de Trump y Helms y su visión hacia Cuba y América Latina en general.
En política puede ayudar engañar a los demás, pero no engañarse uno mismo. Al margen de las vueltas que le den los intelectuales del mareo en Washington, Miami y la propia Cuba, la victoria de Donald Trump en noviembre fue una derrota para las fuerzas a favor de la normalización de relaciones entre Cuba y EE.UU. Es cierto que su relación con la derecha pro-embargo es circunstancial y no de principios, que hubo una historia de conflicto con Marco Rubio cuyas heridas no están sanadas, y que crecen las comunidades republicanas a favor de un mejoramiento de relaciones con Cuba. Pero al final, nadie que tuviese como primer motivo del voto la relación con Cuba se fue con el millonario de propiedad inmobiliaria. Probablemente, Trump va a usar el tema cubano como moneda de cambio en sus regateos con los congresistas republicanos de origen cubanoamericano.  Es evidente que tiene socios para ese juego. Demostrando que politiquería es su verdadero apellido, el congresista Mario Diaz-Balart ya trató de vender su apoyo a la eliminación del plan de salud nacional a cambio de apoyo por la Casa Blanca a sus propuestas anticubanas.
El 20 de Mayo
La propia selección de la efeméride del 20 de mayo para mandar el mensaje es expresión de continuidad con toda una política record de fracasos y desconocimiento de Cuba. Fue una concesión a las presiones desde la derecha pro-embargo para que dijera algo, por lo menos a última hora. Tal acto expresa una falta de prioridad y creatividad. Toda la fatuidad de levantar el perfil del 20 de mayo de 1902 contra el 1ro de enero de 1959 como fecha de celebración en Cuba carece de un análisis serio de la visión de esa fecha en la historia de Cuba y su interpretación, incluso antes del triunfo revolucionario del 1959. Dicho en otras palabras, la narrativa de levantar el 20 de mayo como el momento idílico cubano de realización martiana está llena de vacíos. Cae perfectamente dentro de la dicotomía fidelista que divide en campos contrapuestos los que abogan por cambios en Cuba asociados a la agenda norteamericana de imposición y el bloque nacionalista que se le resiste. Dentro de esa estructura, Fidel Castro les ganó todas las batallas a Estados Unidos y a los cubanos que apostaron por la Casa Blanca como el cuartel general de la promoción de aperturas en Cuba.
El 20 de mayo de 1902 no es fecha triste en la historia de Cuba. "Hemos llegado" –se le oyó suspirar al general en jefe del Ejército Libertador Máximo Gómez. Pero la fecha tiene también su sabor amarguísimo para las ansias martianas de un país democrático y soberano. La Constitución de esa república nació amarrada por la enmienda Platt –"la cuentecita" la llamaba Gómez– impuesta en condiciones humillantes, desiguales y de ocupación militar, luego de que Cuba hubiese sido excluida de la negociación del Tratado de París. De esa fecha salió coja la república que no incluía a la entonces Isla de Pinos, con tratados onerosos que limitaban su libertad comercial, y con bases militares impuestas a la brava en el territorio cubano. De allí salió la república que reprimió a sangre y fuego las legítimas demandas de equidad racial propuestas por el partido Independientes de Color en 1912 bajo el pretexto de evitar el desorden y así prevenir la intervención foránea que estaba autorizada por el apéndice constitucional.
Los cubanos antes de 1959 celebraron el 20 de mayo, y deberían seguir celebrándolo desde una perspectiva moderada por el análisis histórico de matices, sin perspectivas teleológicas que procuran siempre concebir "la historia como arma", ya sea como lo quiso Moreno Fraginals para defender la revolución cuando escribió el ensayo o como lo hacen hoy varios de aquellos a los cuales se sumó al final de su vida, para desmontar las bases del nacionalismo revolucionario. El 20 de mayo hay que celebrarlo desde una perspectiva cubana pero no como el destino final de la república, ni la realización del ideal martiano porque no lo fue. Fue un punto de partida que brindó las oportunidades para que se asentaran –a diferencia de Puerto Rico, Guam y las Filipinas– con relativa rapidez las plataformas para ejercer la soberanía y zafarse del lazo neocolonial. El 20 de mayo nació una república plattista lastrada pero en su seno contenía la posible superación de sus fallas. Gran parte de la cultura patriótica y cívica que llevó a la revolución del 30, a la constitución del 40 y a la revolución misma de 1959 se hizo desde el sistema republicano, no contra este.
Desde la sociedad y también desde el Estado (Manuel Sanguily era el Secretario de Estado del presidente José Miguel Gómez ) se agitaron las demandas para la devolución de Isla de Pinos, se redujo el número de bases militares a consentir en el territorio nacional de cuatro a una y se erigió un sistema de educación pública y enseñanza de la historia y la cívica con principios republicanos y nacionalistas como núcleo central. Todo eso hubiese sido más difícil sin la negociación y el compromiso al que tuvieron que llegar los independentistas cubanos en las duras condiciones de la intervención. Gómez, Sanguily y el Marqués de Santa Lucía negociaron con las cartas que tenían, no con las ideales, pues el proyecto de un Ayacucho cubano y de lograr la independencia cubana de modo tal que fuese posible presentarla al mundo como un hecho consumado, tomando de sorpresa a Washington y el resto del continente, no se pudo consumar desde el fracaso de la Fernandina.
Nada de eso lo saben ni les preocupa a Trump ni el funcionario que escribió el insulso mensaje atribuyéndole a José Martí haber creado una nación "económicamente competitiva". El análisis de lo que Cuba es y cómo ha llegado a serlo les corresponde a los cubanos de la isla y la diáspora para aprender las lecciones de la historia. El discurso dominante en el exilio cubano de derecha le hace a la Revolución lo mismo que critica que la Revolución le hizo a la república. Afortunadamente, esos no son los únicos discursos, y cada día emergen con mayor vigor lecturas matizadas de la república y la Revolución en Cuba y la diáspora celebrando las efemérides del 20 de mayo de 1902 y el 1ro de enero de 1959, no como destinos finales sino como las estaciones en el camino que son. Si de algo sirve el "mensaje de Trump" y algunas de las respuestas ideologizadas a este, es para incitarnos con su mal ejemplo a buscar lo que deberían ser nuestras alternativas.

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