Gracias al 8 de marzo, este mes se ha abundado en el tema de la mujer desde las más diversas aristas. Y el Espacio Grupal de Trabajo y Reflexión hacia Mujeres Lesbianas y Bisexuales “Oremi” también aportó su visión cuando organizó, el pasado viernes 11 de marzo en el Centro Cultural Cinematográfico ICAIC “Fresa y Chocolate”, el Panel “Género y Diversidad Sexual” como parte de la Jornada Cubana contra la Homofobia.
Las panelistas Ada Alfonso, reconocida experta del CENESEX, e Isabel Moya, Directora de la Editorial de la Mujer, dieron un buen comienzo al abordar de forma amplia la complejidad de la situación a la que se enfrenta la mujer lesbiana, desde una perspectiva transversal de la discriminación, pues sufren la exclusión doblemente, por ser mujer y por ser lesbiana. Reflexionaron también en la imperiosa necesidad de visibilizar esta realidad, que desafortunadamente ha condenado a la mujer al interior del hogar (atención de los hijos, de la familia, de los quehaceres domésticos, etc.), para combatirla y deshacer esos arraigados esquemas que asignan roles de género discriminatorios.
Tras escuchar ambas disertaciones, se proyectó el documental “Leo y Julita” (Cuba, 2004, Dir. Ana María Reyes) que narra la historia de dos mujeres que se aman y luchan contra prejuicios culturales y políticos, en el contexto cubano de los años 70.
Como se esperaba, el debate fue intenso y fructífero, se profundizó en experiencias de vida y desafíos personales desde diversas visiones: desde una lesbiana que reclamaba “asumirnos como somos, parte de la sociedad, y no les quedará más remedio que aceptarnos”; o desde una anciana del vecindario, que se ganó el aplauso de los presentes al resaltar con firmeza que “eso hay que respetarlo ¡y no permito a nadie que se burle de ellas!”.
Otras personas del público destacaron la mirada atemporal del documental, aparentemente en una época ya pasada, pero con una vigencia extraordinaria, pues enfrentamos retos parecidos a partir de los mismos esquemas mentales que, desde un carácter discriminatorio, apartaron a esas dos mujeres y las hicieron transitoriamente infelices en lo profesional.
Sin embargo, se resaltó que en cualquier época lo más doloroso es el silencio, el no tener la oportunidad de participar y compartir estas experiencias, abogando con fuerza por la importancia de mantener espacios como este, que permitan el intercambio y la expresión, para romper tabúes y prejuicios que nos lleven a una sociedad más justa y humana.
Las panelistas Ada Alfonso, reconocida experta del CENESEX, e Isabel Moya, Directora de la Editorial de la Mujer, dieron un buen comienzo al abordar de forma amplia la complejidad de la situación a la que se enfrenta la mujer lesbiana, desde una perspectiva transversal de la discriminación, pues sufren la exclusión doblemente, por ser mujer y por ser lesbiana. Reflexionaron también en la imperiosa necesidad de visibilizar esta realidad, que desafortunadamente ha condenado a la mujer al interior del hogar (atención de los hijos, de la familia, de los quehaceres domésticos, etc.), para combatirla y deshacer esos arraigados esquemas que asignan roles de género discriminatorios.
Tras escuchar ambas disertaciones, se proyectó el documental “Leo y Julita” (Cuba, 2004, Dir. Ana María Reyes) que narra la historia de dos mujeres que se aman y luchan contra prejuicios culturales y políticos, en el contexto cubano de los años 70.
Como se esperaba, el debate fue intenso y fructífero, se profundizó en experiencias de vida y desafíos personales desde diversas visiones: desde una lesbiana que reclamaba “asumirnos como somos, parte de la sociedad, y no les quedará más remedio que aceptarnos”; o desde una anciana del vecindario, que se ganó el aplauso de los presentes al resaltar con firmeza que “eso hay que respetarlo ¡y no permito a nadie que se burle de ellas!”.
Otras personas del público destacaron la mirada atemporal del documental, aparentemente en una época ya pasada, pero con una vigencia extraordinaria, pues enfrentamos retos parecidos a partir de los mismos esquemas mentales que, desde un carácter discriminatorio, apartaron a esas dos mujeres y las hicieron transitoriamente infelices en lo profesional.
Sin embargo, se resaltó que en cualquier época lo más doloroso es el silencio, el no tener la oportunidad de participar y compartir estas experiencias, abogando con fuerza por la importancia de mantener espacios como este, que permitan el intercambio y la expresión, para romper tabúes y prejuicios que nos lleven a una sociedad más justa y humana.
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