Como va siendo la nueva costumbre, al despertar este domingo con la señal de TeleSur me aguardaba una provocadora sorpresa: los discursos de clausura de la Cumbre CELAC-UE, desde Santiago de Chile. Quedé impresionado: ¡qué lindo hablaron Piñera, el Presidente de Chile, y Barroso, el Presidente de la Comunidad Europea!
Fueron unos discursos extraordinarios, todo lo que dijeron
fue bonito. No mencionaron esas feas palabras que refieren otros, como “desigualdad
social”, “pobreza”, “intercambio desigual”. Tal parecía que me había despertado en otro mundo… ¿o acaso todavía
estaba soñando?
Choqué con la triste realidad un rato después, ya en la tarde,
cuando Piñera volvió a tomar la palabra para inaugurar la Cumbre de la CELAC
y destacó a Europa como ejemplo a seguir por nuestros pueblos latinoamericanos
y caribeños ¡¿A Europa!? Peor aún, aseveró que “se acabaron las barreras que
dividían al Norte desarrollado y el Sur subdesarrollado”… ¿estaba hablando en
serio o nos estaba jugando una broma?
Fue una pena no tener acceso a lo que respondieron
Presidentes y Presidentas latinoamericanas a semejantes afirmaciones, porque el
gobierno chileno decidió que sólo podíamos escucharles a ellos. El resto se
haría a puertas cerradas, o “en retiro” –como dijera Piñera–, para que los
mandatarios tuvieran un ambiente de mayor franqueza. “La estrategia del
silencio”, como la criticara el Presidente boliviano Evo Morales.
¿Dónde quedaron las reclamaciones de los estudiantes, los
pescadores y los mapuches en Chile? ¿O las del movimiento 15-M en España?
¿Dónde está la inconformidad de los trabajadores –o mejor dicho, los desempleados–
de la Grecia en crisis? ¿O las reclamaciones de reforma agraria del campesinado
en Colombia? La lista continúa…
Las Cumbres son tan viejas como la propia existencia de los
Estados. Y siempre son útiles, ya sea para solucionar situaciones de conflicto
–al menos tratar de hallarles una solución– o para consolidar procesos
internacionales. De cualquier forma, siempre sirven para lograr un mayor
acercamiento entre los líderes e identificar puntos comunes, que permitan
seguir avanzando en el camino de la paz. En este caso, esa es una vía esencial a
consolidar en Latinoamérica y el Caribe, objetivo fundamental de esta Cumbre,
junto a la necesaria unidad en medio de nuestra diversidad.
Desde un principio se planteó la creación de la CELAC como un
encuentro de los países del Sur de nuestro hemisferio, sin la injerencia del
Norte… concretamente sin el poder imperial que tenemos más cerca, el norteamericano.
Pero también los demás Nortes, los que fueron nuestras antiguas metrópolis, los
responsables de las relaciones coloniales que nos subyugaron, los que están en
la génesis del intercambio desigual que ha prevalecido desde entonces.
Por eso resulta difícil de entender que los mandatarios
latinoamericanos y caribeños se vieran conminados a una Cumbre con la Unión
Europea, incluso antes de la primera Cumbre oficial de la CELAC ¡Vaya contradicción!
Con una Europa que está, más que en crisis económica, ante la expresión del
fracaso de un modelo neoliberal que han tratado de imponernos a los países del
Sur y que, gracias a no seguirlo al pie de la letra, Latinoamérica y el Caribe
llevan ya una década de crecimiento económico, político y social.
Buen favor les hizo el gobierno de Chile a esa Europa en
dificultades. Y los europeos respondieron bien a esta ayuda, con la asistencia
masiva de sus principales líderes, como enjambre de pescadores arrimados a
golfo seguro.
De tal suerte, a juzgar por los discursos que nos dieron la
oportunidad de escuchar, parecía que se trataba de una Cumbre económica. Abundaron
los términos “crecimiento”, “desarrollo”, “economía globalizada”, “prosperidad”,
“generación de empleos”, solvencia económica”… palabras que suenan muy bien y
que, a oídas de los pueblos, acerca más la propuesta a sus bolsillos.
Más de lo mismo: hemos vuelto a ser testigos de esa vieja
estrategia liberal burguesa de hiperbolizar el mercado y prometer mágicas fórmulas
económicas, cuando en realidad se trata de un problema político. Porque hay
razones para dudar que, a estas alturas y mucho menos en crisis, Europa quiera
renunciar de la noche a la mañana a sus políticas neocoloniales para entrar en
una “alianza estratégica” con sus antiguas colonias.
El discurso tendría que estar en el cambio de modelos para
aplicar políticas económicas y sociales justas, que vele por la distribución
equitativa de las riquezas, que permitan la inclusión –y no la exclusión de
grandes mayorías a nombre del mercado–; de políticas solidarias que potencien
la creatividad de los pueblos, a lo interno y a lo externo, sin intervencionismo
ni carrera armamentista, que sean amigables con el medio ambiente y estimulen
la participación –y no la fragmentación o el aislamiento, sobre la base de
prejuicios políticos.
Pero no pudimos escuchar las respuestas de los más ilustrados
líderes y lideresas latinoamericanas y caribeñas.
O no todas… pues, al parecer presionado por las críticas, la
última sesión en la mañana del 28 de enero fue abierta y pudimos ver varias
intervenciones, entre ellas las del Presidente cubano y el mensaje del
Presidente Chávez a la Cumbre. Ahí se destacaron temas trascendentales: la
condena al bloqueo económico de los Estados Unidos contra Cuba; el rechazo a los
rezagos de colonialismo en nuestra región, como el caso de las Malvinas y el de
Puerto Rico; la necesidad de priorizar una “gran política” de aceptar nuestras
diferencias y luchar contra las intrigas y la fragmentación latinoamericana; la
imperiosa batalla por la desaparición del “Monroismo” como política de
dominación contra nuestros países; el cambio a un nuevo enfoque en la
cooperación entre nuestros pueblos, en particular hacia Haití; la urgencia en
la aplicación de medidas efectivas contra el tráfico de drogas, con soluciones
nacionales y sin injerencias externas; entre muchos otros.
Con estas propuestas sobre la mesa no queda dudas que se
viven momentos históricos en la consolidación de una nueva forma de unidad
entre los pueblos de “Nuestra América” –como le llamara Martí–; ahora de la mano
de Cuba, que asumió la Presidencia pro tempore de la CELAC por un año.
No podría haber un mejor homenaje al Maestro, el mismo día
de su 160 cumpleaños.
28 de enero de 2013