Mucha información ha generado en los últimos días el proceso
electoral cubano, tras la aprobación que hicieran nuestros delegados
municipales –propuestos y elegidos por el pueblo– de las candidaturas a
delegados a las Asambleas Provinciales y a diputados de la Asamblea Nacional, a
partir de la selección que hicieran las Comisiones de Candidaturas compuestas
por miembros de nuestras organizaciones de masas.
Independientemente de las opiniones que puedan existir sobre
ese proceso, con relación a la real incidencia de las masas –base esencial de esas organizaciones– en esta selección, es indiscutible que se realiza a partir de
una amplia consulta nacional, de la cual surgieron más de 7 mil propuestas de
candidaturas procedentes de todos los sectores sociales y grupos poblacionales.
Basta echar un vistazo detalladoa las propuestas que se nos presenta para
corroborarlo.
Casualmente, hace ya algunos años, tuve la oportunidad de estar
presente en una reunión de candidatura durante unas elecciones generales y me
sorprendió la forma tan intensa en que los representantes de las diferentes
organizaciones defendían sus candidaturas. Aunque puede ser que no todas las
reuniones funcionen de igual forma, no me cabe dudas de que la
responsabilidad asumida por sus participantes ha sido realizada con seriedad, a
partir de la implicación política que tiene su labor para el futuro de la
nación –al menos para los próximos cinco años.
Sin embargo, mi interés se centra más en lo que sucederá
después que todas estas personas sean elegidas por el pueblo y asuman sus
puestos como delegados provinciales y diputados.
Al aceptar esta responsabilidad están asumiendo un
compromiso con quienes les eligieron, que va más allá de la representación
pasiva, pues en sus decisiones –que afectará a todos por igual– deberá ir la
voz y el voto de sus representados. Y la pertenencia de nuestros representantes
a tan diversos sectores de la sociedad cubana no deberá asumirse per se como la legítima opinión de todos
estos sectores.
Me preocupa que cada vez que se habla de “participación
popular” en las decisiones de gobierno siempre se recurre a la rendición de
cuentas de delegados y delegadas municipales ante el vecindario, que sucede
como mínimo dos veces al año. Se sabe que estos encuentros, cuando no son
reuniones formales –donde las autoridades dan alguna información específica–,
se limitan a responder quejas de vecinos ante inconformidades locales, la
mayoría de las veces con pocos recursos para ser resueltas.
En varias ocasiones, el Partido y el gobierno cubano han
realizado procesos masivos de consulta popular sobre determinadas decisiones,
que han constituido ejemplos de participación ciudadana en importantes
políticas estatales. A la par de demostrar la cultura política adquirida por el
pueblo cubano, que ha participado activamente en cada una de esas
oportunidades, le ha brindado la posibilidad de sentirse parte del destino de
la nación, con el consiguiente beneficio para la legitimidad democrática dentro
de nuestro sistema político.
Sobre la base del éxito de estas experiencias, que han sido puntuales,
coincido conque una propuesta positiva en ese mismo sentido sería el encuentro
de delegados provinciales y diputados con sus electores de forma sistemática,
previo a las sesiones de las respectivas Asambleas, para escuchar las opiniones
del pueblo sobre sus agendas.
No me refiero a reuniones citadas por cuadras, donde la
principal preocupación de quienes las organizan sea lograr que baje la mayor
cantidad de vecinos durante la hora de la novela. Tampoco deben ser reuniones
donde las autoridades vayan en carácter defensivo, con un arsenal de justificaciones
o argumentos, y saturen de informaciones a las masas para tratar de convencerlas sobre
determinadas preocupaciones.
Lo más útil sería sostener encuentros donde, básicamente, se
escuche la opinión de la ciudadanía sobre los temas a debatir en las próximas
Asambleas. Un ejercicio de participación popular al que asistan personas
interesadas en aportar ideas –más aquellas que quieran escucharles– y en las
que surgirán valiosas contribuciones para solucionar problemas específicos de
interés territorial y nacional. Momentos en que, además de brindarle la
oportunidad al pueblo de sentirse partícipe en las decisiones gubernamentales,
se le aporte a nuestros representantes elementos que pueden usar en posteriores
debates.
Estoy seguro que si por ejemplo, en Cayo Hueso donde vivo,
se hace una convocatoria a la ciudadanía a reuniones de este tipo en el teatro
Astral –en un día y una hora adecuada– no serán pocas las personas que se
interesen en compartir sus ideas con sus delegados provinciales y diputados. El
éxito de posteriores encuentros similares dependerá del grado de sensibilidad e
interacción que sean capaces de desarrollar con su electorado.
Paralelamente, un ejercicio de esta naturaleza –sin dudas– ayudará también a
los y las representantes a desarrollarles esa necesaria capacidad de dialogar
con el pueblo, de intercambiar opiniones con quienes le entregaron su voto,
sobre la base de que no ostentan su cargo sólo por sus excelentes biografías y
su trayectoria pública, sino también para hacer valer los intereses de quienes
les eligieron.
Porque de eso se trata: de que quienes acepten asumir una
responsabilidad pública –sean representantes en alguna estructura de gobierno,
Ministros o dirigentes de otro tipo– deben tener plena conciencia que se deben
a un pueblo que confía en sus desempeños, y a quienes le deben todo su respeto.
Ello sólo redundará en beneficios para construir una
sociedad socialista más democrática,que cumpla con el mandato de nuestra
Constitución –siguiendo las enseñanzas del Maestro–: con todos y para el bien de todos.
27 de diciembre de 2012
En qué coordenada queda el Cayo Hueso ese del que hablas?
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