Un fantasma recorre Europa… otra vez, más o menos sobre las mismas bases que las veces anteriores: el fantasma del “Oxi” (“No”, en idioma griego).
Más allá de que haya ganado esta opción en el referéndum de hoy domingo 5 de julio en Grecia y las posibles consecuencias que tenga – en definitiva desde antes ya se ha anunciado un pronto acuerdo “de rescate” del gobierno con los acreedores – una pregunta está latente: ¿Por qué hemos llegado a este punto? Y la respuesta no la quieren escuchar muchos: la crisis del modelo neoliberal ha llegado a niveles peligrosos.
Si años atrás el intento de universalización de este modelo ya daba señales de profunda quiebra en Venezuela, Argentina, Ecuador, Bolivia, Brasil… fueron crisis en países periféricos que no fueron capaces de mantener el modelo. Si se les acercó la quiebra hasta Portugal, España e Italia, las oligarquías nacionales pudieron evitar males mayores y controlar a los “revoltosos” cuestionadores del libre mercado.
Pero Grecia, cuna de la civilización occidental y de la tan maltratada “democracia”, con un partido en el poder que le diga “No” al modelo y un líder carismático que se pasee por la sede del gobierno regional en Bruselas echándole en cara a sus principales ideólogos que basta ya de tanta extorsión, que tienen que cambiar las reglas del juego… ¡es demasiado!
La gran prensa y los políticos de los partidos tradicionales en Europa demonizan a Tsipras y acusan a los “extremistas” de poner en peligro el “equilibrio europeo”, ese equilibrio que ya se olvidó hace mucho rato del “estado de bienestar”. Acusan al líder griego de “extremista” por hacer algo tan tradicional en la política y la “democracia”, como se le conoce desde sus orígenes: un referéndum, una consulta popular. Poco falta para que usen contra él dos palabras claves, más perversas: “dictador” y “populista”, como hicieron con Chávez y Kirchner, Evo y Correa.
El problema es que, precisamente con el apoyo de la mayoría del pueblo griego, el gobierno no está solo en la mesa de negociaciones con sus acreedores. La legitimidad – esa fuerza política tan socorrida – de su posición y sus demandas se torna peligrosa. Igual que su ejemplo para otros pueblos europeos. El Euro tiembla, la Unión Europea se resiente, Angela Merkel se pone nerviosa, Bretton Woods se estremece.
Tal vez no suceda nada. Tal vez Don Dinero juegue su socorrido papel – de nuevo – y logre encontrar los caminos de un acuerdo beneficioso para todas las partes. Tal vez las oligarquías europeas logren controlar a sus “extremistas”, una vez más. Y tal vez el fantasma tenga que replegarse otra vez y recluirse a sus aposentos.
Pero algo tendrán que hacer los economistas occidentales, porque ya el neoliberalismo no podrá ser el mismo después de este ejercicio de poder de las masas y demasiada gente se ha deleitado con saber que “Oxi” es una palabra pronunciable, con fuerza… y peligrosa.
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