Fefé Diego y Fina García Marrúz recibiendo el cariño del público |
Hablar de Eliseo Diego en Cuba es recordar a uno de sus más grandes
escritores, reconocido como uno de los mejores poetas de América Latina. En la
mañana del jueves 24 de julio, para celebrar el 95 aniversario de su nacimiento
– el 2 de julio de 1920 –, la Asociación de Escritores de la UNEAC le organizó
un homenaje en la sala Rubén Martínez Villena que no podía pasar inadvertido,
tanto por la concurrencia como por su contenido.
A pesar del excepcional horario para este tipo de actividades,
una sala llena de intelectuales – entre quienes se encontraba la Premio
Nacional de Literatura Fina García Marrúz – acogió con interés la conferencia
de Fefé Diego al compartir algunos de sus descubrimientos tratando de poner en
orden la biblioteca de su padre, una tarea que él quiso hacer y nunca pudo
terminar, muy afanosa cuando se trata de 4 mil títulos de diversos temas y
géneros, en español y en inglés.
El Presidente de la Asociación de Escritores Alex Pausides
reconoció el apasionante trabajo de búsqueda y recopilación realizado por ella
y calificó de “admirable y excepcional” la obra de reconstrucción que realiza,
tratando de reflejar cada luz y cada sombra sobre la vida de este extraordinario
escritor que no ha muerto… porque “los buenos poetas nunca mueren”, reafirmó.
Las primeras palabras de Fefé fueron dedicadas a los amigos
de la Biblioteca Nacional y a los bibliotecarios del mundo, que realizan “un
trabajo tan útil y tan poco reconocido”, para destacar el montón de sorpresas y
hermosos detalles que fue encontrando en cada libro revisado – algunos de ellos
con fecha de publicación muy lejana en el siglo XIX – tanto desde el punto de
vista editorial como personal.
Sus descubrimientos los fue separando por acápites. Empezó
por la colección de librerías e
imprentas de las cuales provenía cada ejemplar: más de 40 establecimientos
de La Habana – de O’Reilly u Obispo, Neptuno y Belascoaín, La Minerva del
Cerro, La Victoria, Cervantes o La Verónica, entre muchos otros – que le
permitían hacer una colección en su amplia diversidad de impresiones y logos.
Particularmente interesante para ella fue encontrar la dedicatoria del libro
que sirvió de intermediario en el primer encuentro del poeta con Lezama Lima, en
la librería de El Encanto, una amistad que fue fructífera y duradera.
Momentos históricos específicos tuvieron especial impacto en
la colección de Eliseo, como la Segunda
Guerra Mundial, al conservarse ejemplos claros del manejo de la producción
de libros en tiempos de guerra y las campañas de recopilación de textos para
entretener a los hombres en el frente de batalla, algunas de ellas lideradas
por firmas muy reconocidas en la literatura mundial de entonces. O la presencia
en La Habana de “una inglesa muy británica”, una escritora llamada Mary Stanley Low, quien evidentemente
tuvo a mediados del pasado siglo una vida cultural muy intensa y cercana a los
principales intelectuales y artistas cubanos, con una trascendencia tal que
pudiera ser incorporada a la lista de la literatura cubana “por derecho propio”.
Como toda biblioteca que se respete, también reseñó libros raros y antiguos, impresiones
centenarias, verdaderos “decanos” en perfecto estado de conservación, con notas
fabulosas y tan increíbles como una con dedicatoria al general Calixto García.
Manuscritos de Cortázar, Borges, la primera edición de “El reino de este mundo”
dedicada por Carpentier, entre muchas otras joyas literarias a las que pudieran
dedicarse horas de lectura.
Si de diseños de
cubierta se trata, ante tantos libros se pudiera hacer un estudio merecedor
de un Doctorado, como tema fascinante en su evolución. Salta a la vista que
mientras más antiguos eran los libros más sobrios fueron sus diseños, sin
hablar del tipo de papel, el formato de las páginas interiores, los cambios en
la elaboración de los libros entre las vastas colecciones de editoriales
españolas, inglesas y argentinas y el uso de los “colofones”, que describen
interesantes historias o detalles que merecen ser leídos.
No cabe dudas que ante una labor tan diligente y llena de
asombros, a Fefé le parecía que los libros le quisieran hablar, como si su
padre quisiera transmitirle historias no contadas, secretos bien guardados que esperan
mejores momentos para salir a la luz. Entre ellos, conoció detalles del
noviazgo entre sus padres – a partir de las dedicatorias en los libros que se
regalaron antes del matrimonio – y de la íntima amistad que disfrutó el poeta por
tantos años con otros grandes de la literatura cubana: Cintio y Fina.
Muchas confesiones se escucharon esa mañana y muchas otras
quedaron por decir, cuando se trata de un trabajo tan minucioso y apasionante en
el que queda aún camino por recorrer. Pero, ante el placer de escucharle
emocionada cada descubrimiento entre las hojas y el polvo de los libros en la
biblioteca de su padre, se fue descubriendo también la magnitud de un escritor
trascendental, de quien aún podemos aprender y disfrutar por el placer de la
lectura.
Además de su reconocida trayectoria poética, Eliseo Diego fue narrador, ensayista y
realizó traducciones y versiones de las más importantes figuras de la
literatura infantil en el mundo. Recibió el Premio Nacional de Literatura en
1986 y el Premio de la Crítica en 1988 y 1989. En 1992 la Universidad del
Valle, en Cali, Colombia, le otorgó el Doctorado Honoris Causa. En 1993 recibió
el Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo.
Fue uno de los fundadores de la revista Orígenes, dirigida por José Lezama Lima y José Rodríguez Feo. Entre
sus obras se destacan el libro de prosa poética Divertimentos (1946), los poemarios La Calzada de Jesús del Monte (1947), El oscuro esplendor (1966), A
través de mi espejo (1981) y Cuatro
de Oros (1990).
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