viernes, 31 de julio de 2015

Lo que dice la biblioteca de Eliseo Diego


Fefé Diego y Fina García Marrúz recibiendo el cariño del público

Hablar de Eliseo Diego en Cuba es recordar a uno de sus más grandes escritores, reconocido como uno de los mejores poetas de América Latina. En la mañana del jueves 24 de julio, para celebrar el 95 aniversario de su nacimiento – el 2 de julio de 1920 –, la Asociación de Escritores de la UNEAC le organizó un homenaje en la sala Rubén Martínez Villena que no podía pasar inadvertido, tanto por la concurrencia como por su contenido.

A pesar del excepcional horario para este tipo de actividades, una sala llena de intelectuales – entre quienes se encontraba la Premio Nacional de Literatura Fina García Marrúz – acogió con interés la conferencia de Fefé Diego al compartir algunos de sus descubrimientos tratando de poner en orden la biblioteca de su padre, una tarea que él quiso hacer y nunca pudo terminar, muy afanosa cuando se trata de 4 mil títulos de diversos temas y géneros, en español y en inglés.

El Presidente de la Asociación de Escritores Alex Pausides reconoció el apasionante trabajo de búsqueda y recopilación realizado por ella y calificó de “admirable y excepcional” la obra de reconstrucción que realiza, tratando de reflejar cada luz y cada sombra sobre la vida de este extraordinario escritor que no ha muerto… porque “los buenos poetas nunca mueren”, reafirmó.
Las primeras palabras de Fefé fueron dedicadas a los amigos de la Biblioteca Nacional y a los bibliotecarios del mundo, que realizan “un trabajo tan útil y tan poco reconocido”, para destacar el montón de sorpresas y hermosos detalles que fue encontrando en cada libro revisado – algunos de ellos con fecha de publicación muy lejana en el siglo XIX – tanto desde el punto de vista editorial como personal.

Sus descubrimientos los fue separando por acápites. Empezó por la colección de librerías e imprentas de las cuales provenía cada ejemplar: más de 40 establecimientos de La Habana – de O’Reilly u Obispo, Neptuno y Belascoaín, La Minerva del Cerro, La Victoria, Cervantes o La Verónica, entre muchos otros – que le permitían hacer una colección en su amplia diversidad de impresiones y logos. Particularmente interesante para ella fue encontrar la dedicatoria del libro que sirvió de intermediario en el primer encuentro del poeta con Lezama Lima, en la librería de El Encanto, una amistad que fue fructífera y duradera.

Momentos históricos específicos tuvieron especial impacto en la colección de Eliseo, como la Segunda Guerra Mundial, al conservarse ejemplos claros del manejo de la producción de libros en tiempos de guerra y las campañas de recopilación de textos para entretener a los hombres en el frente de batalla, algunas de ellas lideradas por firmas muy reconocidas en la literatura mundial de entonces. O la presencia en La Habana de “una inglesa muy británica”, una escritora llamada Mary Stanley Low, quien evidentemente tuvo a mediados del pasado siglo una vida cultural muy intensa y cercana a los principales intelectuales y artistas cubanos, con una trascendencia tal que pudiera ser incorporada a la lista de la literatura cubana “por derecho propio”.

Como toda biblioteca que se respete, también reseñó libros raros y antiguos, impresiones centenarias, verdaderos “decanos” en perfecto estado de conservación, con notas fabulosas y tan increíbles como una con dedicatoria al general Calixto García. Manuscritos de Cortázar, Borges, la primera edición de “El reino de este mundo” dedicada por Carpentier, entre muchas otras joyas literarias a las que pudieran dedicarse horas de lectura.

Si de diseños de cubierta se trata, ante tantos libros se pudiera hacer un estudio merecedor de un Doctorado, como tema fascinante en su evolución. Salta a la vista que mientras más antiguos eran los libros más sobrios fueron sus diseños, sin hablar del tipo de papel, el formato de las páginas interiores, los cambios en la elaboración de los libros entre las vastas colecciones de editoriales españolas, inglesas y argentinas y el uso de los “colofones”, que describen interesantes historias o detalles que merecen ser leídos.

No cabe dudas que ante una labor tan diligente y llena de asombros, a Fefé le parecía que los libros le quisieran hablar, como si su padre quisiera transmitirle historias no contadas, secretos bien guardados que esperan mejores momentos para salir a la luz. Entre ellos, conoció detalles del noviazgo entre sus padres – a partir de las dedicatorias en los libros que se regalaron antes del matrimonio – y de la íntima amistad que disfrutó el poeta por tantos años con otros grandes de la literatura cubana: Cintio y Fina. 

Muchas confesiones se escucharon esa mañana y muchas otras quedaron por decir, cuando se trata de un trabajo tan minucioso y apasionante en el que queda aún camino por recorrer. Pero, ante el placer de escucharle emocionada cada descubrimiento entre las hojas y el polvo de los libros en la biblioteca de su padre, se fue descubriendo también la magnitud de un escritor trascendental, de quien aún podemos aprender y disfrutar por el placer de la lectura.

Además de su reconocida trayectoria poética, Eliseo Diego fue narrador, ensayista y realizó traducciones y versiones de las más importantes figuras de la literatura infantil en el mundo. Recibió el Premio Nacional de Literatura en 1986 y el Premio de la Crítica en 1988 y 1989. En 1992 la Universidad del Valle, en Cali, Colombia, le otorgó el Doctorado Honoris Causa. En 1993 recibió el Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo

Fue uno de los fundadores de la revista Orígenes, dirigida por José Lezama Lima y José Rodríguez Feo. Entre sus obras se destacan el libro de prosa poética Divertimentos (1946), los poemarios La Calzada de Jesús del Monte (1947), El oscuro esplendor (1966), A través de mi espejo (1981) y Cuatro de Oros (1990).

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