Tomado de: https://cubaposible.com/entrevista-enrique-ubieta-cubadebate-centrismo/
Ahí están, y son los mismos de siempre (aunque no lo parezcan).
Algunos hoy con edades y ropajes diferentes, pero alimentados desde
las latitudes y fuentes habituales. Los que con la sección
"Aclaraciones de Hoy" siguieron buscando implantar y consolidar la
inspiración estalinista en la experiencia cubana; los que se
enfrentaron a nuestras herejías, las de Fidel y el Ché, con
"micro-fracciones" y apoyos del PCUS y comparsa, en Europa del Este y
en América Latina; los que persiguieron -desde melenas hasta cultos u
opciones sexuales- y lograron hasta destruir la brillante experiencia
del Departamento de Filosofía y de Pensamiento Crítico (al amparo de
una lucha contra "el diversionismo ideológico"); los que quisieron
uniformar y encasillar en moldes rígidos la cultura, los patrones
sociales, el pensamiento y el debate hasta convertirlo en un discurso
monocorde y aburrido de los 70 en adelante (que nuestros jóvenes
estudiantes, sabiamente, bautizaron como "baba"); los que pretendieron
hacer del mal llamado "ateísmo científico" en una cruzada estéril; los
que intentaron convertir el término "pro-perestroiko" en anatema y
chivo expiatorio del colapso de la vertiente estalinista de una "cosa"
que se llegó a llamar "socialismo real" (más bien irreal, como
demostraría la vida misma); y como penúltimo intento -porque siempre
se trata del penúltimo- el tardío y sucio "caso CEA", contra un
talentoso y creativo grupo de jóvenes académicos en los 90. Los
intentos de monopolio de tesis, ya sea en el campo de las ciencias, la
teología, las artes o la política, no generan otra cosa que
estancamiento y oscurantismo. ¿Es acaso "el centrismo" el último de
tales tristes e inaceptables capítulos o, simplemente, otro penúltimo?
Atentos todos porque esto no termina aquí.
¿El método? El de siempre: el de descalificar, adjetivizar, el de las
insinuaciones tenebrosas, agentes de algo o de alguien, colgar
"sambenitos", acusaciones y culminar en la crucifixión del santo
epíteto de contrarrevolucionario y, con ello, procurar anular al
oponente o contrario, al portador de una crítica rigurosa o animador
de un debate inteligente entre hombres y generaciones que todo lo
dieron por la Revolución. La vida muestra que el mejor revolucionario
es el revolucionario crítico, rebelde, contrario a las
simplificaciones, hereje por naturaleza y que no hay nada más
contrarrevolucionario que la obediencia en nombre de la disciplina y
la uniformidad, del "quedarse callado para no quemarse", de la
mediocridad y la cobardía. Ahí está Mella expulsado del propio partido
que fundó; ahí está nuestro Fidel que se lanzó contra los imposibles
de su época; ahí está el Ché que les cantó "las 40" al "socialismo
real" y nos recordó que siempre es preferible vivir y morir como
Quijote que como mediocre. A contracorriente siempre y por eso fueron
fundadores y gozan del respeto de muchos.
Pero, lo que se intenta hacer ahora es una manera burda y poco educada
de fomentar el insulto y el odio. Hechos, resultados y, a partir de
estos, las interpretaciones más consistentes es lo que se impone, no
catilinarias repletas de fraseología hueca al estilo de la mejor
"baba". Se habla de muchos errores cual entelequias bien abstractas,
cual meteduras de pata con la mejor intención del mundo, sin
percatarse, o buscando escamotear, de llamar las cosas por su nombre y
contextos bien exactos para poder juzgar con propiedad y señalar
responsables e irresponsabilidades por su nombre. Es un deber y una
responsabilidad que tenemos para con las presentes y nuevas
generaciones.
Estos "vientos de fronda" -como diría Alejandro Dumas- no son algo
nuevo, aislados, ni terminan con la entrevista a Ubieta. Vienen
soplando con fuerza desde hace más de dos años bajo diversas fórmulas
como "socialdemocracia", "tercera vía" y "centrismo". Se aprestan las
armas y arreos para una nueva "cacería". Sólo falta que empiecen a
designar con nombres y apellidos gentes, instituciones y medios que
serán tratados como "enemigos del pueblo" y llevados a la hoguera de
la condena oficial y el ostracismo del silencio, pésima manera de
adentrarnos en el 2018 y el ya tardío relevo generacional.
Lo que tiene que prevalecer es el debate serio, riguroso, a carta
cabal, cara a cara y sin maniobras sucias ni lenguaje tramposo, y con
la debida reciprocidad mediática, aspecto éste de muchísima
importancia, a fin de lograr el equilibrio justo en la difusión de las
ideas y del debate. No puede ser de otra manera y el que le tenga
miedo a esta manera de abordar las discrepancias y enfrentamientos de
ideas, por favor -como dice el sabio refrán- "que se compre un perro".
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