martes, 22 de mayo de 2018

La industria azucarera en Cuba y los retos de su proceso de reestructuración

Tomado de: http://www.uneac.org.cu/noticias/la-industria-azucarera-en-cuba-y-los-retos-de-su-proceso-de-reestructuracion
Las lamentables consecuencias sociales que trajo consigo el proceso de reestructuración de la industria azucarera cubana en los últimos años fue el tema que abordó la tertulia que organiza la Sección de Literatura Histórico-Social de la Asociación de Escritores, en la tarde del jueves 17 de mayo, en la sala Rubén Martínez Villena de la UNEAC.
El panel estuvo a cargo de la Dra. Ana Vera, quien coordina la elaboración de un libro sobre el tema - a solicitud de esa Asociación y de la Sección - que temporalmente lleva el título "La industria azucarera cubana, memoria y sociedad" e incluye a varios autores, con el objetivo de hacer un recorrido por el desarrollo de la industria azucarera en nuestro país y sus desafíos, a partir del proceso de reestructuración que se inició en la década del 2000.
"Es un panel y un libro muy emocional, porque aborda el tema del cierre de centrales, un proceso que, en la práctica, trae consecuencias sociales muy dolorosas", indicó. Explicó que el libro se estructurará en tres partes: una inicial con los antecedentes históricos, una segunda con los cambios realizados entre los siglos XX y XXI y una parte final que recoge varias experiencias realizadas por investigadores del ramo en casos específicos del país.
Las presentaciones se iniciaron con las palabras del profesor Oscar Almazán, quien hizo un detallado recorrido por el surgimiento y desarrollo de esa industria en el país, que no puede sustraerse del origen mismo de la nacionalidad cubana y del progreso en otros sectores paralelos, como el ferrocarril y las comunicaciones.
El Dr. Roca, por su parte, elaboró su presentación refiriéndose a la evolución de la industria en el período revolucionario, desde la ley de reforma agraria y las zafras del pueblo, pasando por el surgimiento de la cooperativización de la industria y el plan cañero, los surgimientos de los Complejos Agro Industriales (CAI) y el Ministerio del Azúcar, que le dio a la industria azucarera en Cuba una gran fortaleza.
Sin embargo, la desaparición del campo socialista y la URSS provocó un retroceso muy grande en este sector, ante lo cual se tuvieron que tomar medidas para enfrentar una de las crisis económicas más graves en la historia del país. Tras una serie de pasos que intentaron reforzar la industria, se comenzó a aplicar la "Tarea Álvaro Reinoso" que, "con aciertos y desaciertos" – indicó -, se trató de adaptar la estructura del ramo a las nuevas condiciones, reduciendo gastos y consumos con el fin de hacerlo más eficiente.
Los especialistas José Luis Martín y William Espronceda expusieron sus experiencias de investigación realizados en el CAI Camilo Cienfuegos antes, durante y después de la aplicación de la Tarea Álvaro Reinoso en ese coloso, uno de los más grandes de la región occidental, en el que el deterioro progresivo de los medios y las condiciones de trabajo, los recursos y las disponibilidades hicieron que al final se tomara la decisión de que fuera cerrado. Ese es el momento en que surge la idea de la reubicación laboral de sus trabajadores y la formación profesional en otros sectores, donde "el estudio como empleo" se asumió como una variante a aplicar entre los más de cinco mil empleados.
Ana Vera presentó los resultados de su investigación sociológica, como consecuencia de la aplicación de estas medidas en otros centrales, resaltando las dificultades de poder analizar la dimensión humana de estos cambios económicos en un área donde escasean las fuentes documentales. La insatisfacción, la desesperanza, los problemas de gobernabilidad locales, los cuestionamientos populares a las razones y formas en que se desarrolló esta Tarea en muchos lugares, la mala administración de los recursos desmontados – muchos de ellos con valor histórico y patrimonial– fueron algunos de los resultados de su exploración.
Del público también se escucharon aportes importantes al análisis, como la necesidad de ver al central azucarero en Cuba más como un fenómeno socio-económico que como una fábrica. De ahí que, al analizar este proceso, estamos viendo el resultado de la aplicación de una medida que pudo tener racionalidad económica pero no cumplió en gran medida con los objetivos socio-culturales y políticos, de lo que aún se lamentan muchos en el campo cubano.
Se resaltó la importancia del quehacer de las ciencias sociales en la toma de decisiones económicas y políticas en el país, del estudio de la cultura relacionada a la historia del trabajo, al movimiento obrero y revolucionario de las comunidades, el proceso de "des-campenización" y "des-ruralización" de la primera industria del país, entre otras.
Igualmente se profundizó en el análisis de los procesos de reestructuración o cierres de centrales no como un hecho aislado, sino como parte de un proceso histórico – que ha ocurrido antes en Cuba y que no sólo ha sucedido en nuestro país– con las consecuencias que ello trae en todos lugares, el fundamento económico y comercial que obligó al país a tomar esa medida y las diversas visiones que puede generar, a partir de la forma en que se desarrolló ese proceso. Considerar todas esas variables hará del libro que se elabora un aporte útil y necesario a la historia económica del país.

martes, 8 de mayo de 2018

Feliz cumpleaños Karl Marx, ¡tenías razón!

New York Times, 5 de mayo de 2018

SEÚL, Corea del Sur — El 5 de mayo de 1818, en la ciudad sureña de Tréveris, Alemania, ubicada en la pintoresca región vinícola del valle del Mosela, nació Karl Marx. En esa época, Tréveris era diez veces más pequeña que ahora, que tiene una población cercana a los 12.000 habitantes. Según uno de los biógrafos recientes de Marx, Jürgen Neffe, Tréveris es una de esas ciudades donde "aunque no todos se conocen, hay muchas personas que saben bastante de los demás".

Estas restricciones provinciales no iban con el ilimitado entusiasmo intelectual de Marx. Fueron pocos los pensadores radicales de las principales capitales europeas de su época que no conoció o con quienes no rompió por motivos teóricos, entre ellos sus contemporáneos alemanes Wilhelm Weitling y Bruno Bauer; el "socialista burgués" de Francia Pierre-Joseph Proudhon, como lo etiquetaron Marx y Friedrich Engels en su libro El manifiesto comunista, y el anarquista ruso Mikhail Bakunin.

En 1837, Marx se negó a seguir la carrera de leyes que su padre —quien era abogado— había planeado para él y, en cambio, se sumergió en la filosofía especulativa de Georg Wilhelm Friedrich Hegel en la Universidad de Berlín. Se podría decir que a partir de ahí todo fue de mal en peor. El gobierno prusiano y su conservadurismo profundo no vieron con buenos ojos ese tipo de pensamiento revolucionario (la filosofía de Hegel proponía un Estado liberal racional) y, para inicios de la siguiente década, la trayectoria académica de profesor universitario que Marx escogió había sido bloqueada.

Si alguna vez pudiera haber una argumentación convincente para demostrar los peligros de la filosofía, sin lugar a duda sería el descubrimiento que hizo Marx de Hegel, cuya "melodía grotesca y escabrosa" le causó repulsión en un principio, pero pronto lo tendría bailando delirante por las calles de Berlín. En una carta de noviembre de 1837, escrita con la misma exaltación, Marx le confesó a su padre: "Quería abrazar a todas las personas que estaban paradas en la esquina".

En este bicentenario del nacimiento de Marx, ¿qué lecciones podríamos obtener de su peligroso y delirante legado filosófico? ¿Cuál sería exactamente la contribución duradera de Marx?

En la actualidad, parecería que su legado está vivo y en buena forma. Desde el inicio del milenio, han surgido una cantidad incalculable de libros, desde trabajos académicos hasta biografías populares, en los cuales se respalda en términos generales la lectura que Marx hizo del capitalismo y su relevancia imperecedera para nuestra época neoliberal.

En 2002, en una conferencia en Londres a la que asistí, el filósofo francés Alain Badiou declaró que Marx se había convertido en el filósofo de la clase media. ¿Qué quiso decir? Creo que su intención fue señalar que, en estos días, la opinión liberal y educada coincide de forma más o menos unánime en que la hipótesis básica de Marx es correcta: el capitalismo es impulsado por una lucha de clases profundamente divisiva en la que la clase minoritaria en el poder se apropia del excedente de mano de obra de la clase trabajadora mayoritaria, a manera de ganancia. Incluso economistas liberales como Nouriel Roubini aceptan que la convicción de Marx de que el capitalismo tiene una tendencia inherente a autodestruirse sigue siendo tan profética como lo fue desde un inicio.

Sin embargo, en este punto se termina la unanimidad de forma abrupta. Aunque la mayoría coincide con el diagnóstico del capitalismo que ofreció Marx, las opiniones para encontrar la manera de tratar su "trastorno" están absolutamente fraccionadas. Además, en este punto radican la originalidad y la gran importancia de Marx como filósofo.

Primero que nada, seamos claros: Marx no llegó a una fórmula mágica para poder abandonar las enormes contradicciones sociales y económicas que conlleva el capitalismo global (según Oxfam, en 2017, el 82 por ciento de la riqueza en el mundo fue a parar en manos del uno por ciento más rico del planeta). No obstante, lo que Marx sí consiguió por medio de su pensamiento materialista fue obtener las armas críticas para socavar la declaración ideológica del capitalismo que lo muestra como la única opción.

En El manifiesto comunista, Marx y Engels escribieron lo siguiente: "La burguesía despojó de su halo de santidad a todo lo que antes se tenía por venerable y digno de piadoso acontecimiento. Convirtió en sus servidores asalariados al médico, al jurista, al poeta, al sacerdote, al hombre de ciencia".
Marx estaba convencido de que el capitalismo los convertiría en reliquias. Por ejemplo, los avances que se están logrando en los diagnósticos médicos y las cirugías gracias a la inteligencia artificial corroboran el argumento de El manifiesto… según el cual la tecnología iba a acelerar en gran medida la "división del trabajo" o la desprofesionalización de esas carreras.

Para entender de mejor manera cómo fue que Marx logró un impacto mundial tan duradero —uno que podría ser más importante y tener mayor alcance que el de cualquier otro filósofo anterior o posterior a él—, podemos empezar con su relación con Hegel. ¿Qué tenía el trabajo de Hegel que cautivó de tal forma a Marx? Como le informó a su padre, los primeros encuentros con el "sistema" de Hegel —que se construye a sí mismo mediante la superposición de negaciones y contradicciones— no lo habían convencido en su totalidad.

Marx descubrió que los idealismos de finales del siglo XVIII de Immanuel Kant y Johann Gottlieb Fichte que dominaban el pensamiento filosófico a inicios del siglo XIX daban tanta prioridad al pensamiento mismo, que se sostenía que se podía inferir la realidad por medio del razonamiento intelectual. Sin embargo, Marx se rehusó a respaldar la realidad que proponían esos pensadores. En un giro irónico al estilo hegeliano, era todo lo contrario: el mundo material determinaba todo el pensamiento. Como Marx lo menciona en su carta: "Si los dioses habían habitado antes por encima del mundo, ahora se habían convertido en su centro".

La idea de que Dios —o los "dioses"— moraban entre las masas, o estaban "en" ellas, por supuesto que no era nada nuevo en términos filosóficos. No obstante, la innovación de Marx fue poner de cabeza la deferencia idealista, no solo ante Dios, sino ante cualquier autoridad divina. Mientras que Hegel no quiso ir más allá de la defensa del Estado liberal racional, Marx dio un paso más adelante: como los dioses ya no eran divinos, no había necesidad de un Estado.

El concepto de la sociedad sin clases y sin Estado definiría las ideas que tenían del comunismo tanto Marx como Engels y, por supuesto, la historia ulterior y atribulada de los "Estados" comunistas (¡qué ironía!) que se materializaron durante el siglo XX. Aún queda mucho por aprender de esos desastres, pero su relevancia filosófica permanece incierta, por decir lo menos.

El factor clave del legado intelectual de Marx en nuestra sociedad actual no es su "filosofía", sino su "crítica", o lo que describió en 1843 como "la crítica despiadada de todo lo existente, despiadada tanto en el sentido de no temer los resultados a los que conduzca como en el de no temerle al conflicto con aquellos que detentan el poder". Marx escribió en 1845: "Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo".

La opresión racial y sexual se han añadido a la dinámica de la explotación de clases. Los movimientos que luchan por la justicia social, como Black Lives Matter y #MeToo, tienen una especie de deuda tácita con Marx por su búsqueda sin remordimientos de las "verdades eternas" de nuestros días. Estos movimientos reconocen, como lo hizo Marx, que las ideas que rigen cada sociedad son las de su clase dirigente y que derrocar esas ideas es fundamental para el verdadero progreso revolucionario.

Nos hemos acostumbrado al mantra entusiasta que señala que para efectuar un cambio social tenemos que cambiar nosotros. Sin embargo, no basta el pensamiento racional o tolerante, pues las estructuras del privilegio masculino y de la jerarquía social ya distorsionaron las normas del pensamiento, incluso el lenguaje que utilizamos. Cambiar esas normas implica cambiar los cimientos mismos de la sociedad.

Citando a Marx: "Un orden social nunca se destruye antes de que se hayan desarrollado todas las fuerzas productivas para las que es suficiente, y las nuevas relaciones superiores de producción nunca remplazan a las previas antes de que hayan madurado las condiciones materiales para su existencia dentro del marco de la  sociedad anterior".

Podría decirse que la transición hacia una sociedad nueva donde el valor de un individuo finalmente sea determinado por las relaciones interpersonales, y no por las relaciones con el capital, ha demostrado ser una tarea bastante complicada. Como lo he mencionado, Marx no ofrece una fórmula universal para promulgar el cambio social.

No obstante, sí ofrece una poderosa prueba de fuego intelectual para ese cambio. De acuerdo con esto, estamos destinados a seguir citándolo y probando sus ideas hasta que por fin alcancemos el tipo de sociedad que luchó por crear, una sociedad que deseamos cada vez más personas.
Jason Barker es profesor adjunto de Filosofía en la Universidad Kyung Hee de Corea del Sur y autor de la novela "Marx Returns".

Happy Birthday, Karl Marx. You Were Right!

By Jason Barker
(Mr. Barker is an associate professor of philosophy)
April 30, 2018
SEOUL, South Korea — On May 5, 1818, in the southern German town of Trier, in the picturesque wine-growing region of the Moselle Valley, Karl Marx was born. At the time Trier was one-tenth the size it is today, with a population of around 12,000. According to one of Marx's recent biographers, Jürgen Neffe, Trier is one of those towns where "although everyone doesn't know everyone, many know a lot about many."
Such provincial constraints were no match for Marx's boundless intellectual enthusiasm. Rare were the radical thinkers of the major European capitals of his day that he either failed to meet or would fail to break with on theoretical grounds, including his German contemporaries Wilhelm Weitling and Bruno Bauer; the French "bourgeois socialist" Pierre-Joseph Proudhon, as Marx and Friedrich Engels would label him in their "Communist Manifesto"; and the Russian anarchist Mikhail Bakunin.
In 1837 Marx reneged on the legal career that his father, himself a lawyer, had mapped out for him and immersed himself instead in the speculative philosophy of G.W.F. Hegel at the University of Berlin. One might say that it was all downhill from there. The deeply conservative Prussian government didn't take kindly to such revolutionary thinking (Hegel's philosophy advocated a rational liberal state), and by the start of the next decade Marx's chosen career path as a university professor had been blocked.
If ever there were a convincing case to be made for the dangers of philosophy, then surely it's Marx's discovery of Hegel, whose "grotesque craggy melody" repelled him at first but which soon had him dancing deliriously through the streets of Berlin. As Marx confessed to his father in an equally delirious letter in November 1837, "I wanted to embrace every person standing on the street-corner."
As we reach the bicentennial of Marx's birth, what lessons might we draw from his dangerous and delirious philosophical legacy? What precisely is Marx's lasting contribution?
Today the legacy would appear to be alive and well. Since the turn of the millennium countless books have appeared, from scholarly works to popular biographies, broadly endorsing Marx's reading of capitalism and its enduring relevance to our neoliberal age.
In 2002, the French philosopher Alain Badiou declared at a conference I attended in London that Marx had become the philosopher of the middle class. What did he mean? I believe he meant that educated liberal opinion is today more or less unanimous in its agreement that Marx's basic thesis — that capitalism is driven by a deeply divisive class struggle in which the ruling-class minority appropriates the surplus labor of the working-class majority as profit — is correct. Even liberal economists such as Nouriel Roubini agree that Marx's conviction that capitalism has an inbuilt tendency to destroy itself remains as prescient as ever.
But this is where the unanimity abruptly ends. While most are in agreement about Marx's diagnosis of capitalism, opinion on how to treat its "disorder" is thoroughly divided. And this is where Marx's originality and profound importance as a philosopher lies.
First, let's be clear: Marx arrives at no magic formula for exiting the enormous social and economic contradictions that global capitalism entails (according to Oxfam, 82 percent of the global wealth generated in 2017 went to the world's richest 1 percent). What Marx did achieve, however, through his self-styled materialist thought, were the critical weapons for undermining capitalism's ideological claim to be the only game in town.
In the "Communist Manifesto," Marx and Engels wrote: "The bourgeoisie has stripped of its halo every occupation hitherto honored and looked up to with reverent awe. It has converted the physician, the lawyer, the priest, the poet, the man of science, into its paid wage laborers."
Marx was convinced that capitalism would soon make relics of them. The inroads that artificial intelligence is currently making into medical diagnosis and surgery, for instance, bears out the argument in the "Manifesto" that technology would greatly accelerate the "division of labor," or the deskilling of such professions.
To better understand how Marx achieved his lasting global impact — an impact arguably greater and wider than any other philosopher's before or after him — we can begin with his relationship to Hegel. What was it about Hegel's work that so captivated Marx? As he informed his father, early encounters with Hegel's "system," which builds itself upon layer after layer of negations and contradictions, hadn't entirely won him over.
Marx found that the late-18th-century idealisms of Immanuel Kant and Johann Gottlieb Fichte that so dominated philosophical thinking in the early 19th century prioritized thinking itself — so much so that reality could be inferred through intellectual reasoning. But Marx refused to endorse their reality. In an ironic Hegelian twist, it was the complete opposite: It was the material world that determined all thinking. As Marx puts it in his letter, "If previously the gods had dwelt above the earth, now they became its center."
The idea that God — or "gods"— dwelt among the masses, or was "in" them, was of course nothing philosophically new. But Marx's innovation was to stand idealistic deference — not just to God but to any divine authority — on its head. Whereas Hegel had stopped at advocating a rational liberal state, Marx would go one stage further: Since the gods were no longer divine, there was no need for a state at all.
The idea of the classless and stateless society would come to define both Marx's and Engels's idea of communism, and of course the subsequent and troubled history of the Communist "states" (ironically enough!) that materialized during the 20th century. There is still a great deal to be learned from their disasters, but their philosophical relevance remains doubtful, to say the least.
The key factor in Marx's intellectual legacy in our present-day society is not "philosophy" but "critique," or what he described in 1843 as "the ruthless criticism of all that exists: ruthless both in the sense of not being afraid of the results it arrives at and in the sense of being just as little afraid of conflict with the powers that be." "The philosophers have only interpreted the world, in various ways; the point is to change it," he wrote in 1845.
Racial and sexual oppression have been added to the dynamic of class exploitation. Social justice movements like Black Lives Matter and #MeToo, owe something of an unspoken debt to Marx through their unapologetic targeting of the "eternal truths" of our age. Such movements recognize, as did Marx, that the ideas that rule every society are those of its ruling class and that overturning those ideas is fundamental to true revolutionary progress.
We have become used to the go-getting mantra that to effect social change we first have to change ourselves. But enlightened or rational thinking is not enough, since the norms of thinking are already skewed by the structures of male privilege and social hierarchy, even down to the language we use. Changing those norms entails changing the very foundations of society.
To cite Marx, "No social order is ever destroyed before all the productive forces for which it is sufficient have been developed, and new superior relations of production never replace older ones before the material conditions for their existence have matured within the framework of the old society."
The transition to a new society where relations among people, rather than capital relations, finally determine an individual's worth is arguably proving to be quite a task. Marx, as I have said, does not offer a one-size-fits-all formula for enacting social change. But he does offer a powerful intellectual acid test for that change. On that basis, we are destined to keep citing him and testing his ideas until the kind of society that he struggled to bring about, and that increasing numbers of us now desire, is finally realized.
Jason Barker is an associate professor of philosophy at Kyung Hee University in South Korea and author of the novel "Marx Returns."

lunes, 7 de mayo de 2018

Marx: más vivo que nunca en su 200 cumpleaños




En la mañana del sábado 5 de mayo, justo cuando se cumplieron los 200 años del nacimiento del trascendental filósofo Carlos Marx, la Asociación de Escritores organizó una celebración en su homenaje en la sala Rubén Martínez Villena la UNEAC. La introducción estuvo a cargo del vicepresidente de la organización, Pedro de la Hoz, quien resaltó —ante una sala repleta de intelectuales y artistas—la importancia de la conmemoración, pues Marx está "más vivo que nunca" en su bicentenario.

La velada comenzó con varios audiovisuales preparados por Cinesoft, la casa productora del Ministerio de Educación, que recrearon los poemas de Marx, los escritos de su esposa —la aristócrata alemana Jenny vonWestphalen—, otros detalles de su vida y de su obra, realizados a partir del texto del libro "Moro, el gran aguafiestas", publicado por Paquita de Armas a principios de la década de 1990.

El director de Cinesoft, Iván Barreto, explicó que este trabajo forma parte de un complemento preparado para la formación audiovisual de los maestros, a todos los niveles de la enseñanza. En el Ministerio de Educación consideraron de gran importancia incorporar la vida de Marx a la formación de los educandos y utilizaron el libro de Paquita al encontrar en él un Marx cercano, más humano, para una mejor comprensión de los estudiantes cubanos.

Paquita de Armas presentó el panel, que contó además con la presencia del escritor Víctor Fowler y Enrique Ubieta, director de la revista Cuba Socialista. Isabel Monal, quien no pudo asistir a la celebración por estar en el exterior, envió un texto enel quedestacó la figura de Marx como "el guía insustituible", pues todos aquellos que buscan la emancipación del ser humano en el mundo encuentran en él su camino.

Víctor Fowler señaló que esta celebración se concibió como la primera de una serie de actividades, tanto en la sede nacional de la UNEAC como en provincias, que respondan a la pregunta "¿Para qué sirve Marx ahora?". Más que todo, se trata de una provocación sobre un enigma, pues existen pocos pensadores en el mundo que han provocado tanto alineamiento y, con habérsele declarado como el personaje del milenio —por encima de tantos filósofos desde entonces—, ha demostrado su trascendencia.

Resaltó que Marx obliga a repensarlo todo: la política, los partidos políticos, las revoluciones, los movimientos sociales; "al creer en el Marx que enseña que la realidad puede y debe ser transformada, para desalinear al individuo, entramos en una gran batalla cultural frente a la derecha y las teorías de la posmodernidad", indicó.

Pensar en ello nos conduce a la contradicción dialéctica entre las luchas individuales y la emancipación general, el problema económico de la desigualdad y el nuevo pensamiento antidogmático. Si nos enseñó que no debemos sucumbir ante ningún dogma, significa dudar de todo, hasta del propio marxismo. Y precisamente es lo que tenemos que hacer hoy: "recuperar y repensar las herencias, abrir las puertas del conocimiento a los teóricos del presente", concluyó.

Por su parte, Ubieta destacó a Marx como hombre de pensamiento y de acción, pero desde una perspectiva no tradicional, no entendiéndolo como un agitador público, sino como alguien que logró convertir la teoría en un proceso activo de transformación social. De ahí que su legado esté vivo, sobre todo en Cuba, que lo tiene entre sus fuentes teóricas más importantes.

Lo calificó como "titán del pensamiento", pues no es posible entender lo que sucede hoy en el mundo —predominantemente capitalista— sin entender su legado. Criticó a quienes han valorado que, con la caída del campo socialista, cayó una teoría, porque lo que se derrumbó fue una realidad concreta y la lucha contra las injusticias sociales sigue presente en el mundo actual.

Para acabar con ellas hace falta construir una cultura socialista, que se oponga a la capitalista, que sea anticonsumista y revolucionaria, lo que sigue siendo una contracultura incluso en países como Cuba. Ese cambio requiere de un apoyo económico y de una transformación en los paradigmas, un cambio del sentido de la felicidad individual y colectiva.

Valoró que los procesos de cambio económico y cultural deben ir en paralelo, aunque la economía es la base, no necesariamente se expresa en una relación directa. Hace falta una economía que respalde esa cultura, pues la clase dominante en el mundo actual es la burguesía y la cultura hegemónica responde a ella. En ese contexto, consideró que el factor solidaridad es esencial en el surgimiento de esa nueva cultura.

Destacó que en Cuba tenemos muchas tradiciones a seguir, como el pensamiento de Martí quien, aunque no fue marxista, está enlazado a Marx por abogar ambos a favor de los pobres de la tierra, en la defensa de los humildes.

Como los presentes prefirieron pensar en un Marx alegre —que busca el crecimiento y la emancipación, por lo que merece memoria y celebración— el encuentro culminó con cake, brindis y cantos. Antes de finalizar, el actor Michaelis Cué comentó sobrela obra de teatro que ha presentado por 14 años y con la cual ha recorrido Cuba y Latinoamérica, titulada "Marx en el Soho", un texto que mezcla el dramatismo con el humor y logra una comunicación directa con el público para entender mejor a esa gran figura del pensamiento filosófico mundial.