martes, 17 de junio de 2014

Los jóvenes miran a Onelio



La convocatoria de este 13 de junio para la Lectura de Viernes fue realizada por la Asociación de Escritores de la UNEAC de conjunto con el Centro de Formación Literaria “Onelio Jorge Cardoso”, con una muy sugerente propuesta de debate: Una mirada joven sobre Onelio, a propósito de las celebraciones por el centenario de este escritor cubano.

Eduardo Heras León, vicepresidente de la Asociación de Escritores y director del Centro Onelio, al hacer la introducción del encuentro, destacó que constituía un momento vital para estas celebraciones pues “Onelio siempre apostó por los jóvenes, con quienes mantuvo una relación muy viva”.

Ante un auditorio mayoritariamente juvenil, la moderación del panel estuvo a cargo de Víctor Fowler, quien provocó a los muchachos en su intervención inicial con varias inquietudes a analizar —como la percepción actual de la narrativa de Onelio entre los jóvenes, ante los cambios de circunstancias y el paso del tiempo— y la presentación de una categoría fundamental: la posición canónica de los autores en una determinada época y su cambio, como lógica natural dentro del ámbito literario.

Al respecto, destacó que “hay muchos Onelios, pero el más conocido es el de sus personajes de extracción popular con una riqueza infinita”, lo que se convirtió en un modelo narrativo después del triunfo de la Revolución al encontrarse en absoluta sintonía con la política cultural del país en ese momento. Ello se sintetizó con una frase que lo ha identificado hasta la actualidad: nuestro “cuentero mayor”.

El primero del panel en reaccionar fue David Corcho, un joven recientemente graduado de periodismo y egresado del Centro Onelio, quien se preguntaba si la cuestión era que la juventud no leía a Onelio, o no leía —a secas. Criticó los hábitos de lecturas actuales entre los jóvenes, dedicados más a literatura ligera procedente del exterior, en lo que inciden los aprendizajes que reciben de la familia, de la escuela y de los medios.

Asimismo valoró que a la juventud no le es muy atractiva la propuesta de Onelio a partir del cambio en los paradigmas culturales del país, lo que también influye en que ahora sea menos difundido que antes. Hablando de su obra de los 40’ y 50’, en el lado negativo valoró la existencia de “personajes clichés” y del mal tratamiento a los finales de los cuentos; mientras que como fortalezas destacó la sencillez del lenguaje, que se agradece, y que no fuera un escritor “moralista”, pues prefiere comprender a sus personajes antes que juzgarlos.

La joven profesora de la facultad de letras de la Universidad de La Habana, Susana Haug —también egresada del Centro Onelio—, fue la segunda panelista en intervenir y se distanció de algunos de los planteamientos previos, para presentar elementos claves en la comprensión del problema.

Desarrolló un análisis multifactorial al respecto y entre sus elementos destacó la imposibilidad de editar las obras de Onelio a partir de limitaciones familiares, la realidad de que no haya podido ir más allá de ser un “clásico local” —a pesar de ser un clásico de la literatura cubana— y la ausencia de artículos de crítica a su obra, tanto en Cuba como en el exterior.

Además, señaló el poco interés de la juventud en leer nuestra literatura —ante la exacerbación de figuras externas— y el encasillamiento que se ha hecho de su obra como literatura para niños, de forma peyorativa, y como un autor “realista” con tono “criollista”, lo cual le impone una etiqueta que imposibilita ver su labor de diversos estilos literarios. Estas etiquetas, con el cambio de paradigma que ha sucedido en la literatura hispanoamericana de los últimos tiempos, no han beneficiado su divulgación ni conocimiento profundo.

En breve y centrada intervención, la tercera panelista Claudia Villanueva ubicó el problema de que “no se lee porque no se difunde” y abogó por la obra del escritor al hacer algo tan importante como llevar a las páginas de los libros a las personas de pueblo, a las marginadas. Estudiante de Filología y parte del curso actual del Centro Onelio, se incorporó después al debate para opinar que “la gente no sabe qué hacer con él, porque no se apega a ninguna vertiente donde se le pueda encasillar”: aunque se le ha enmarcado en sus trabajos de principios de los años 60, su obra propone un proyecto Cuba superior a lo que se estaba pensando en esos momentos.

El debate contó con una amplia participación de público —no precisamente joven en su mayoría— que aportó nuevos y polémicos elementos. Para López Sacha, esa indefinición temática de no ser ni realista ni fantástico lo afectó como a tantos otros escritores que, a pesar de tener un talento extraordinario —como a José Soler Puig—, no tuvieron buenas críticas fuera de Cuba y han quedado sin la difusión que merecen.

Indicó que los cuentos de Onelio fueron identificados como de lucha social, “cuando se consideraba que la literatura era denuncia y no indagación del espíritu humano”, pero existe un lado oculto por el que no ha sido promocionado y vale la pena conocer. De todas formas, insistió en que el valor de su obra ha tenido un gran significado en nuestra literatura, pues su influencia se puede apreciar ampliamente en narradores posteriores, como Senel Paz, Abel Prieto y muchos otros.

Para Heras León, ese encasillamiento de Onelio en el realismo aún lo afecta pues los jóvenes aborrecen esa corriente literaria. Sin embargo, es quien ha dado uno de los grandes aportes a la cuentística en Cuba al inventar un nuevo lenguaje, que no ha sido suficientemente bien estudiado. Para Raúl Aguiar la preocupación debe centrarse en la actualización de su legado por los nuevos escritores, pues el tema del campo está regresando a la literatura cubana e indudablemente tienen que regresar a Onelio y estudiar lo que puede aún enseñarles.

También se escucharon otras experiencias, como la de una narradora cubana que vive en Suiza donde ha podido constatar que “Onelio está más vivo que nunca” y que su legado es imprescindible para teatristas y narradores; la trascendencia de llevar su obra a otras formas audiovisuales, como el dibujo animado; o una antigua funcionaria de Cultura que conoció en el escritor una gran sencillez y una pasión por la juventud y por el arte, con la capacidad de ambos para transformar al ser humano.

Al cerrar la sesión, Víctor Fowler dejó el debate en punto y seguido con una serie de “inquietudes fascinantes” sobre las que habrá que seguir profundizando. Se refirió a dos invisibilidades sufridas por Onelio, que fueron analizadas por los panelistas y participantes: una en su época, cuando no fueron capaces de conocer el segundo Onelio y solo aquel que se correspondía con el tipo de narrativa del canon, y la otra en la actualidad, con su casi nula difusión y ausencia de crítica literaria.

Sentenció que “no podemos a voluntad fabricar el mundo que queremos tener” y lo que se necesita es “entender la época”, pues junto con ella cambian también los consumos culturales. Por lo tanto, es preciso “reinventar a Onelio, leerlo desde otro ángulo” o, cuando menos, “que existan espacios donde se pueda conocer que hay otras posibilidades de leerlo”, reafirmó.

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