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Fernando
Alonso es la danza. Con ese
título, que es una máxima indiscutible en Cuba, se presentó el documental que
la Productora de Audiovisuales Octavio Cortázar de la UNEAC que se realizó al
maestro durante el homenaje organizado por la Asociación de Artistas Escénicos
en la sala Rubén Martínez Villena, la mañana del sábado 27 de diciembre, cuando
Fernando estuviera cumpliendo sus primeros cien años.
Con una sala
repleta de alumnos y amigos –entre quienes se encontraban grandes figuras del
Ballet Nacional de Cuba como Aurora Bosch, María Elena Llorente, Viengsay
Valdés, Anette Delgado, Joel Carreño, más la Presidenta del Consejo Nacional de
las Artes Escénicas Gisela González –el homenaje se inició con las palabras y
la interpretación al piano de la maestra Alicia Perea y su recuerdo de algunos
de los entrañables lazos que le unieron a Fernando.
El
historiador del Ballet, Miguel Cabrera, intervino para resaltar la importancia
y trayectoria artística del homenajeado, a quien nunca se le puede recordar con
sentimientos de tristeza sino con alegría y agradecimiento. Destacó su interés
por sensibilizar a todo el mundo con el buen arte, que lo hizo llevar el ballet
a inicios de la Revolución a más de 100 pueblos de Cuba donde nunca antes
habían experimentado un hecho artístico en vivo, e indicó que su verdadero
nombre era Fernando Evangelista: “…y le hizo honor, pues se dedicó toda su vida
a mantener el evangelio que creó”.
El
documental, con una diversidad de fuentes en un montaje finamente entrelazado,
recoge el testimonio de numerosas personas que le conocieron y compartieron su
vida, como su hija Laura Alonso, Loipa Araujo, Mirtha Plá, Josefina Méndez,
Enrique Pineda Barnet, Eduardo Heras León, entre otros. A través de anécdotas y
reflexiones se le reconoce como el creador de la metodología de la mundialmente
reconocida Escuela Cubana de Ballet, su amplia cultura y su ética admirable,
sus excelentes dotes como pedagogo no sólo para enseñar la técnica de la danza
sino en todos los sentidos, especialmente en el compromiso con el arte.
Yolanda Sánchez, viuda de Fernando,
recibió flores en nombre de la familia y Aurora Bosch agradeció el homenaje en
nombre del Ballet Nacional de Cuba. Un momento particularmente revelador
durante el homenaje fue la presentación realizada por Angel Graña, de la
Fundación Antonio Núñez Jiménez de la Naturaleza y el Hombre, quien ilustró el interés
de Fernando por la espeleología –como miembro de la Sociedad Espeleológica de
Cuba desde inicio de los años 50– y su devoción por la paleontología, llegando
incluso a describir especies específicas descubiertas en Cuba.
Muchos otros
hablaron o expresaron de forma artística su admiración y cariño por el creador,
el maestro de maestros: entre ellos el crítico e investigador Ismael Albelo, el
doctor Huberal Herrera desde el piano, la primera bailarina del Conjunto
Folclórico Nacional Zenaida Armenteros desde la interpretación y el maestro
Hugo Oslé, quien culminó el homenaje con sus muchachos de la Academia Nacional
de Canto Mariana de Gonitch y la interpretación de varias piezas en homenaje a
quien catalogó como “una persona necesaria de la cultura cubana”.
Fernando
Alonso Rayneri nació en La
Habana y recibió una formación de alto nivel cultural desde pequeño en Cuba y
en los Estados Unidos. A los diecinueve años comenzó estudios de ballet en la
Escuela de la Sociedad Pro Arte Musical de La Habana, presidida entonces por su
madre, donde realizó su debut escénico en 1936, junto a Alicia Alonso, y
posteriormente volvió a Nueva York donde trabajó en diversos escenarios:
Broadway, la Academia del bailarín ruso Mijaíl Mordkin, la School of American
Ballet, el American Ballet Caravan y, finalmente, el American Ballet Theatre
(entonces Ballet Theater of New York).
Su interés
por desarrollar el ballet en Cuba lo trajo sistemáticamente al país y en 1948
fundó en La Habana el Ballet Alicia Alonso (hoy Ballet Nacional de Cuba), que dirigió
hasta 1974. Fundó la Escuela Nacional de Ballet en 1962, de la que fue su
director hasta 1968. Dirigió también el Ballet de Camagüey desde 1975 hasta
1996 y, simultáneamente, la Compañía Nacional de Danza de México desde 1992 hasta
1998. Impartió clases en las más importantes compañías, escuelas y academias de
danza de Rusia, Francia, Bélgica, Bulgaria, Canadá, Estados Unidos y
México.
Falleció a
los 98 años de edad, el 27 de julio de 2013. Por su relevante trayectoria artística
y pedagógica, en la que primó el rigor y la conciencia estilística, recibió la
Orden Félix Varela de Primer Grado, el Premio Nacional de Danza, el título de
Doctor Honoris Causa del Instituto Superior de Arte, el premio Benois de la
danza de Rusia, entre muchas otras condecoraciones y reconocimientos.
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