Hay personas que miden su nivel de eficiencia por la cantidad de reuniones y planes de trabajo. No importa cuánto duren, si son útiles o si afecta lo que hacen: lo importante es reunirse, discutir los problemas, hacer proyectos futuros, tomar medidas, sancionar a los culpables.
Y papeles, muchos papeles. Y tablas comparativas. Y resúmenes completos, sumarios largos. Y acuerdos, muchos acuerdos.
De esa mediocridad nos vamos llenando, en todos los espacios posibles, dondequiera que haya un cargo. Hasta que el anquilosamiento y la frustración nos colme. Hasta que te agotas y los mandas al carajo.
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