viernes, 4 de enero de 2013

De elecciones y participación


Mucha información ha generado en los últimos días el proceso electoral cubano, tras la aprobación que hicieran nuestros delegados municipales –propuestos y elegidos por el pueblo– de las candidaturas a delegados a las Asambleas Provinciales y a diputados de la Asamblea Nacional, a partir de la selección que hicieran las Comisiones de Candidaturas compuestas por miembros de nuestras organizaciones de masas.

Independientemente de las opiniones que puedan existir sobre ese proceso, con relación a la real incidencia de las masas –base esencial de esas organizaciones– en esta selección, es indiscutible que se realiza a partir de una amplia consulta nacional, de la cual surgieron más de 7 mil propuestas de candidaturas procedentes de todos los sectores sociales y grupos poblacionales. Basta echar un vistazo detalladoa las propuestas que se nos presenta para corroborarlo.

Casualmente, hace ya algunos años, tuve la oportunidad de estar presente en una reunión de candidatura durante unas elecciones generales y me sorprendió la forma tan intensa en que los representantes de las diferentes organizaciones defendían sus candidaturas. Aunque puede ser que no todas las reuniones funcionen de igual forma, no me cabe dudas de que la responsabilidad asumida por sus participantes ha sido realizada con seriedad, a partir de la implicación política que tiene su labor para el futuro de la nación –al menos para los próximos cinco años.

Sin embargo, mi interés se centra más en lo que sucederá después que todas estas personas sean elegidas por el pueblo y asuman sus puestos como delegados provinciales y diputados. 

Al aceptar esta responsabilidad están asumiendo un compromiso con quienes les eligieron, que va más allá de la representación pasiva, pues en sus decisiones –que afectará a todos por igual– deberá ir la voz y el voto de sus representados. Y la pertenencia de nuestros representantes a tan diversos sectores de la sociedad cubana no deberá asumirse per se como la legítima opinión de todos estos sectores.

Me preocupa que cada vez que se habla de “participación popular” en las decisiones de gobierno siempre se recurre a la rendición de cuentas de delegados y delegadas municipales ante el vecindario, que sucede como mínimo dos veces al año. Se sabe que estos encuentros, cuando no son reuniones formales –donde las autoridades dan alguna información específica–, se limitan a responder quejas de vecinos ante inconformidades locales, la mayoría de las veces con pocos recursos para ser resueltas.

En varias ocasiones, el Partido y el gobierno cubano han realizado procesos masivos de consulta popular sobre determinadas decisiones, que han constituido ejemplos de participación ciudadana en importantes políticas estatales. A la par de demostrar la cultura política adquirida por el pueblo cubano, que ha participado activamente en cada una de esas oportunidades, le ha brindado la posibilidad de sentirse parte del destino de la nación, con el consiguiente beneficio para la legitimidad democrática dentro de nuestro sistema político.

Sobre la base del éxito de estas experiencias, que han sido puntuales, coincido conque una propuesta positiva en ese mismo sentido sería el encuentro de delegados provinciales y diputados con sus electores de forma sistemática, previo a las sesiones de las respectivas Asambleas, para escuchar las opiniones del pueblo sobre sus agendas.

No me refiero a reuniones citadas por cuadras, donde la principal preocupación de quienes las organizan sea lograr que baje la mayor cantidad de vecinos durante la hora de la novela. Tampoco deben ser reuniones donde las autoridades vayan en carácter defensivo, con un arsenal de justificaciones o argumentos, y saturen de informaciones a las masas para tratar de convencerlas sobre determinadas preocupaciones. 

Lo más útil sería sostener encuentros donde, básicamente, se escuche la opinión de la ciudadanía sobre los temas a debatir en las próximas Asambleas. Un ejercicio de participación popular al que asistan personas interesadas en aportar ideas –más aquellas que quieran escucharles– y en las que surgirán valiosas contribuciones para solucionar problemas específicos de interés territorial y nacional. Momentos en que, además de brindarle la oportunidad al pueblo de sentirse partícipe en las decisiones gubernamentales, se le aporte a nuestros representantes elementos que pueden usar en posteriores debates.

Estoy seguro que si por ejemplo, en Cayo Hueso donde vivo, se hace una convocatoria a la ciudadanía a reuniones de este tipo en el teatro Astral –en un día y una hora adecuada– no serán pocas las personas que se interesen en compartir sus ideas con sus delegados provinciales y diputados. El éxito de posteriores encuentros similares dependerá del grado de sensibilidad e interacción que sean capaces de desarrollar con su electorado.

Paralelamente, un ejercicio de esta naturaleza –sin dudas– ayudará también a los y las representantes a desarrollarles esa necesaria capacidad de dialogar con el pueblo, de intercambiar opiniones con quienes le entregaron su voto, sobre la base de que no ostentan su cargo sólo por sus excelentes biografías y su trayectoria pública, sino también para hacer valer los intereses de quienes les eligieron.

Porque de eso se trata: de que quienes acepten asumir una responsabilidad pública –sean representantes en alguna estructura de gobierno, Ministros o dirigentes de otro tipo– deben tener plena conciencia que se deben a un pueblo que confía en sus desempeños, y a quienes le deben todo su respeto. 

Ello sólo redundará en beneficios para construir una sociedad socialista más democrática,que cumpla con el mandato de nuestra Constitución –siguiendo las enseñanzas del Maestro–: con todos y para el bien de todos.

27 de diciembre de 2012

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