En el viaje que
ofrece Enrique Núñez Rodríguez a sus lectores, “nos da la rara
oportunidad de reír y reflexionar simultáneamente, o más bien, de
reír-reflexionar como un solo proceso donde el humorismo alcanza una
dimensión superior”.
Así se expresa Abel
Prieto en el Prólogo del libro El vecino de los bajos (Ediciones
UNIÓN, 2014), que fue presentado en la tarde del pasado jueves 24 de
julio en la Sala Rubén Martínez Villena de la UNEAC, repleta —a
pesar de la lluvia— de viejos amigos y admiradores del desaparecido
escritor, un clásico entre los costumbristas y humoristas cubanos.
Con la presencia del
propio Abel y del presidente de la UNEAC, Miguel Barnet, la directora
de la Ediciones UNIÓN Olga Marta Pérez indicó “el dedicado y
delicado” esfuerzo realizado para recopilar en este ejemplar 99
crónicas —aún inéditas en libro— de las que publicara Enrique
en la edición dominical del periódico Juventud Rebelde desde 1987
hasta su muerte en 2002.
Realizado en
coordinación con el Instituto Cubano del Libro, a través de su plan
especial, “es una demostración de afecto al autor y a la UNEAC, la
que siempre fue la casa de Núñez”, expresó.
La presentación del
ejemplar corrió a cargo de la doctora Graziella Pogolotti, quien
trabajó más de cerca con Enrique tras ser elegido vicepresidente de
la UNEAC en el IV Congreso, cuando “echar a andar y mantener viva
la institución era un verdadero desafío”, señaló en referencia
al momento más difícil del Período Especial. Sin embargo, destacó
que en los debates y ante las diversas dificultades Enrique llevaba
“la varita mágica del consenso”, con su especial sentido común
de poner los pies en la tierra.
Y coincidió con
Abel porque, al reflexionar sobre las claves de la popularidad que
siempre le acompañó, en primer lugar resaltó “el humor mezclado
de ternura” conque enfocaba los temas, para ir encendiendo “una
luz de esperanza” en sus lectores. En medio de tantos problemas,
“la lectura incitaba de algún modo, y a pesar de todo, a
reconciliarnos con la realidad”, señaló.
Otras claves
expresadas por la doctora Pogolotti fueron el profundo espíritu
democrático de sus personajes, desde personalidades de la farándula
hasta las anónimas figuras cotidianas, en las que el pueblo se
reconocía y se identificaba; además del conjunto de memorias que
reflejaba, que no la convertían en una lectura distanciada sino muy
comprometida con su pueblo.
La nostalgia fue
otro elemento esencial en el análisis, pero no a la república
neocolonial —a la que tanto se refirió Enrique— “sino de otro
origen y cualidad: la que nos remite a nuestra infancia”. “La
nostalgia se construye a través de nuestra vida, de nuestra
experiencia personal, de la subjetividad que vamos construyendo y da
sentido a nuestra vida”, indicó.
Desde esa
perspectiva, la popularidad de sus textos también pasan por esa
“nostalgia que nos acompaña siempre”, con un poco de candor y de
inocencia —aunque las vivencias sean diferentes— que convierte en
cómplice al lector y parten de lo concreto “para transmutarse en
una cubanía esencial”, reafirmó.
Pero lo fundamental,
con lo que terminó sus palabras, es esa extraordinaria calidad
humana que siempre se destacó en él, donde conjugaba valores de
firmeza en los principios, intransigencia, lealtad y transparencia,
“pero a la vez tolerancia, porque tenía la sabiduría de que
tenemos defectos y virtudes: a ese lector iban dirigidas sus
crónicas”.
Por su parte Tupac
Pinilla nieto de —Enrique, editor y compilador del libro—
agradeció y destacó a la multitud reunida esa tarde para volver a
leer a su abuelo pues, como escribió en la introducción del libro,
“dialogaba con un presente cotidiano y colectivo, en una suerte de
patakín identitario vencedor del Tiempo por conjugarse en él”.
La presentación de
El vecino de los bajos fue un excelente momento para recordarle: a
ese hombre “de humor agudísimo y palabra chispeante y fluida, que
transpiraba cubanía por cada uno de sus poros y era capaz de dotar
de gravitación y sentido a la anécdota en apariencia más trivial”,
como lo rememora Abel Prieto en el Prólogo. Más que nada, por “su
manera inimitable de revelarnos, sin retórica alguna, las esencias
de la nación”, de las cuales aún se sacan lecciones para el
presente y para el futuro.
Enrique Núñez
Rodríguez nació en Quemado de Güines, al centro de la Isla, en
1923. Tuvo una extensa y relevante obra como creador, sobre todo en
rescate del más auténtico humor criollo. Escribió muchas obras
para la televisión y para el teatro, que alimentaron el mejor teatro
vernáculo cubano, entre ellas “La chuchera respetuosa”
—protagonizada por Rita Montaner—, “Gracias Doctor”, “Dios
te salve comisario”, “Si, señor juez” y “La sirvienta”.
Fue militante del
Partido Socialista Popular y del Ortodoxo y colaboró con el
Movimiento 26 de Julio durante la dictadura de Batista. Ganó la
distinción de Héroe Nacional del Trabajo de la República de Cuba,
la Réplica del Machete de Máximo Gómez, el Premio Nacional de
Periodismo José Martí, el Premio Nacional del Humor y el Premio
Nacional de la Radio, además de numerosas condecoraciones.
De su columna
dominical en el periódico Juventud Rebelde también han sido
publicados otros libros como Yo vendí mi bicicleta (1989), Oye como
lo cogieron (1991), Gente que yo quise... (1995) y Mi vida al desnudo
(2000). Tupac Pinilla ha dicho que aún quedan muchas más historias
en los archivos del periódico por ser publicadas, lo que nos hace
pensar que —para suerte de todos— podremos contar con otras
sorpresas así en el futuro, para que nos siga haciendo
reír-reflexionarese humorista de excelencia que fue Enrique Núñez
Rodríguez.
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