lunes, 28 de julio de 2014

Para "reir-reflexionar" con Enrique Núñez Rodríguez



En el viaje que ofrece Enrique Núñez Rodríguez a sus lectores, “nos da la rara oportunidad de reír y reflexionar simultáneamente, o más bien, de reír-reflexionar como un solo proceso donde el humorismo alcanza una dimensión superior”.

Así se expresa Abel Prieto en el Prólogo del libro El vecino de los bajos (Ediciones UNIÓN, 2014), que fue presentado en la tarde del pasado jueves 24 de julio en la Sala Rubén Martínez Villena de la UNEAC, repleta —a pesar de la lluvia— de viejos amigos y admiradores del desaparecido escritor, un clásico entre los costumbristas y humoristas cubanos.

Con la presencia del propio Abel y del presidente de la UNEAC, Miguel Barnet, la directora de la Ediciones UNIÓN Olga Marta Pérez indicó “el dedicado y delicado” esfuerzo realizado para recopilar en este ejemplar 99 crónicas —aún inéditas en libro— de las que publicara Enrique en la edición dominical del periódico Juventud Rebelde desde 1987 hasta su muerte en 2002.

Realizado en coordinación con el Instituto Cubano del Libro, a través de su plan especial, “es una demostración de afecto al autor y a la UNEAC, la que siempre fue la casa de Núñez”, expresó.
La presentación del ejemplar corrió a cargo de la doctora Graziella Pogolotti, quien trabajó más de cerca con Enrique tras ser elegido vicepresidente de la UNEAC en el IV Congreso, cuando “echar a andar y mantener viva la institución era un verdadero desafío”, señaló en referencia al momento más difícil del Período Especial. Sin embargo, destacó que en los debates y ante las diversas dificultades Enrique llevaba “la varita mágica del consenso”, con su especial sentido común de poner los pies en la tierra.

Y coincidió con Abel porque, al reflexionar sobre las claves de la popularidad que siempre le acompañó, en primer lugar resaltó “el humor mezclado de ternura” conque enfocaba los temas, para ir encendiendo “una luz de esperanza” en sus lectores. En medio de tantos problemas, “la lectura incitaba de algún modo, y a pesar de todo, a reconciliarnos con la realidad”, señaló.

Otras claves expresadas por la doctora Pogolotti fueron el profundo espíritu democrático de sus personajes, desde personalidades de la farándula hasta las anónimas figuras cotidianas, en las que el pueblo se reconocía y se identificaba; además del conjunto de memorias que reflejaba, que no la convertían en una lectura distanciada sino muy comprometida con su pueblo.

La nostalgia fue otro elemento esencial en el análisis, pero no a la república neocolonial —a la que tanto se refirió Enrique— “sino de otro origen y cualidad: la que nos remite a nuestra infancia”. “La nostalgia se construye a través de nuestra vida, de nuestra experiencia personal, de la subjetividad que vamos construyendo y da sentido a nuestra vida”, indicó.

Desde esa perspectiva, la popularidad de sus textos también pasan por esa “nostalgia que nos acompaña siempre”, con un poco de candor y de inocencia —aunque las vivencias sean diferentes— que convierte en cómplice al lector y parten de lo concreto “para transmutarse en una cubanía esencial”, reafirmó.

Pero lo fundamental, con lo que terminó sus palabras, es esa extraordinaria calidad humana que siempre se destacó en él, donde conjugaba valores de firmeza en los principios, intransigencia, lealtad y transparencia, “pero a la vez tolerancia, porque tenía la sabiduría de que tenemos defectos y virtudes: a ese lector iban dirigidas sus crónicas”.

Por su parte Tupac Pinilla nieto de —Enrique, editor y compilador del libro— agradeció y destacó a la multitud reunida esa tarde para volver a leer a su abuelo pues, como escribió en la introducción del libro, “dialogaba con un presente cotidiano y colectivo, en una suerte de patakín identitario vencedor del Tiempo por conjugarse en él”.

La presentación de El vecino de los bajos fue un excelente momento para recordarle: a ese hombre “de humor agudísimo y palabra chispeante y fluida, que transpiraba cubanía por cada uno de sus poros y era capaz de dotar de gravitación y sentido a la anécdota en apariencia más trivial”, como lo rememora Abel Prieto en el Prólogo. Más que nada, por “su manera inimitable de revelarnos, sin retórica alguna, las esencias de la nación”, de las cuales aún se sacan lecciones para el presente y para el futuro.

Enrique Núñez Rodríguez nació en Quemado de Güines, al centro de la Isla, en 1923. Tuvo una extensa y relevante obra como creador, sobre todo en rescate del más auténtico humor criollo. Escribió muchas obras para la televisión y para el teatro, que alimentaron el mejor teatro vernáculo cubano, entre ellas “La chuchera respetuosa” —protagonizada por Rita Montaner—, “Gracias Doctor”, “Dios te salve comisario”, “Si, señor juez” y “La sirvienta”.

Fue militante del Partido Socialista Popular y del Ortodoxo y colaboró con el Movimiento 26 de Julio durante la dictadura de Batista. Ganó la distinción de Héroe Nacional del Trabajo de la República de Cuba, la Réplica del Machete de Máximo Gómez, el Premio Nacional de Periodismo José Martí, el Premio Nacional del Humor y el Premio Nacional de la Radio, además de numerosas condecoraciones.

De su columna dominical en el periódico Juventud Rebelde también han sido publicados otros libros como Yo vendí mi bicicleta (1989), Oye como lo cogieron (1991), Gente que yo quise... (1995) y Mi vida al desnudo (2000). Tupac Pinilla ha dicho que aún quedan muchas más historias en los archivos del periódico por ser publicadas, lo que nos hace pensar que —para suerte de todos— podremos contar con otras sorpresas así en el futuro, para que nos siga haciendo reír-reflexionarese humorista de excelencia que fue Enrique Núñez Rodríguez.

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