Norberto Codina junto a Mirta Yáñez (Foto: Abel Rojas) |
“Nunca es tarde si la dicha es buena”: así introdujo el director de La Gaceta de Cuba Norberto Codina a la destacada escritora Mirta Yáñez para que realizara la presentación —demorada por razones de imprenta— del número 6 de 2014 de la revista, correspondiente a noviembre y diciembre, en la tarde del miércoles 4 de febrero en la sala Rubén Martínez Villena de la UNEAC.
Codina se refirió a ella como una amiga y lectora que al mismo tiempo ha sido crítica y entusiasta con La Gaceta de Cuba, “como deben ser los amigos y los lectores”, y aprovechó para homenajearle por haber estado —junto a Jorge Fornet— entre las más recientes incorporaciones a la Academia Cubana de la Lengua.
Mirta Yañez alabó este número de la revista como “una entrega para disfrutar”, dentro de la necesidad de tener en formato de papel una presencia constante y actualizada de la promoción y la revisión de nuestras artes y de la literatura cubana. En ello juega un papel importante su variado contenido, para diferentes tendencias y afinidades, que hacen que: “La Gaceta de Cuba sigue fiel a su estilo, con coherencia y respeto, sin dejar resquicio a la trivialidad y lo ordinario”, recalcó.
Sin querer hacer un recuento “tipo guía telefónica” —como le denominara— resaltó la deslumbrante maestría de Tomás Sánchez, en quien recae la ilustración de la revista y sobre el cual se presenta una enjundiosa entrevista que le realizara David Mateo. En su introducción se lee, incitando a una lectura detallada: “Han pasado muchos años desde que Tomás ganó el premio [de dibujo Joan Miró] y aún no contamos en Cuba con testimonios suficientes amplios, detallados, sobre las contingencias vividas por el artista a raíz del triunfo y de cómo ellas propiciaron una transformación radical de su perspectiva y destino dentro del ámbito artístico”.
En otro momento Mirta destacó que La Gaceta de Cuba sea una de las pocas publicaciones cubanas que conserva ese “imprescindible aunque triste acápite” de los Obituarios. En ese sentido, recordó el fallecimiento aún no recogido de la cantautora Ela O’Farrill y los dos artículos que contiene este número dedicados al filin: el de Rebeca Chávez sobre Marta Valdés y el de la propia Marta donde se menciona a Ela con toda justicia.
Además, se refirió a los homenajes por los centenarios de Fernando Alonso, Gastón Vaquero y el pianista Jorge Bolet, con el deber del tributo y de traerles al conocimiento de las nuevas generaciones; al ensayo “del siempre atinado” Enrique Saínz sobre Alberto Méndez y lo que debe considerarse como poesía; los aportes poéticos y narrativos de Abel Fernández-Larrea, Josué Pérez y Yanier H. Palau; al texto inédito de Carpentier titulado De sol a sol; a la entrevista de Luis Orlando Rodríguez al actor Luis Alberto García y a la acostumbrada sección dedicada a la crítica. En esta última parte, llamó la atención en las notas de Alberto Marrero sobre la poesía de Lina de Feria —a quien calificó como la poetisa más importante de su generación— y lo realza al valorar que “rebasa por su intensidad y lucidez la mera reseña”.
Como plato fuerte, para el final dejó la reflexión sobre el papel que ha tenido La Gaceta de Cuba en su empeño de ejercer la crítica artística y literaria, en esta ocasión excelentemente representado por dos artículos destacables: el primero titulado Por una crítica imperfecta, veinte años después, de Juan Antonio García Borrero, que aunque está dedicado a la crítica cinematográfica muchas de sus reflexiones pueden y deben aplicarse al bien llamado pensamiento crítico artístico y literario, con la proposición del uso de herramientas sólidas —no anticuadas o retórica sino alejándose de la superficialidad, de la incultura y las visiones tendenciosas.
En segundo término, y no por último menos importante, el aporte que presenta Ambrosio Fornet con el texto El dolorido sentir. Apuntes para una conversación con mis nietos, que valoró como un enjundioso análisis que particulariza en algunos elementos críticos sobre nuestra cultura, analizados “con sapiencia, elegancia, ponderación y honestidad intelectual”.
Destacó del texto dos ideas básicas: la necesidad que hemos tenido de renunciar a muchas ilusiones, pero no a la idea de que un mundo mejor es posible sin negarnos a nosotros mismos; y la inquietud del autor ante la aspiración de nuestros intelectuales y artistas a un diálogo abierto con el mundo, para que ello no se convierta en una incapacidad orgánica en el diálogo con nosotros mismos: “los que somos y los que fuimos”.
Su reflexión desembocó en el análisis de lo que llamamos “libertad de expresión”, la cual debe ser ejercida como una libertad responsable y con derecho a réplica. “Es una satisfacción saber que La Gaceta de Cuba abre sus páginas a este tipo de diferendos”, que favorecen el desarrollo de una cultura del debate y un debate de la cultura cubana contemporánea, “sin ofensas, censuras ni silencios cómplices”, recalcó.
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