Los asociados de la UPEC acaban de terminar su 9no Congreso,
una nueva oportunidad de hacer balances del trabajo de la prensa en los últimos
años y de analizar la política informativa del país. Una vez más pudieron
criticar, al duro y sin guante, los problemas que identificaron en ese complejo
proceso informativo… que llevamos décadas por solucionar.
Yo no soy de los más viejos en esto y recuerdo que, cuando
estaba en la Universidad y daba mis primeros pasos en tratar de entender los
problemas políticos del país y del mundo, se hizo el llamamiento al 4to
Congreso del Partido –un proceso que tuvo una amplia participación popular en
1991, tras el derrumbe del socialismo en Europa del Este– en el que la prensa
fue uno de los objetivos colimados por muchos.
Y se le criticaba más o menos lo mismo desde entonces, lo
que se ha reiterado periódicamente en estos más de 20 años tras cada Congreso
de la UPEC: el secretismo, el triunfalismo, las medias verdades, el síndrome de «la tuya»
–esa genial frase que se le adjudica a Retamar, en referencia a la publicación
de airadas respuestas ante ofensas y mentiras que no se publican (nunca nos enteramos de cuándo nos mentaron
la madre)–, los silencios inútiles ocupados oportunistamente por otras
fuentes interesadas en destruirlo todo… en fin, tener una prensa dinámica,
revolucionaria, que se parezca más al país en que vivimos.
Y a medida que van pasando los años, los problemas aumentan
y se le agregan nuevos retos. Ahora tenemos algo que hace 20 años era
impensable: las nuevas tecnologías de
la información y las comunicaciones, que han venido a hacer un periodismo cada
vez más plural y participativo.
Ya en un post anterior,
alabando la entrada de TeleSur a nuestro mundo informativo nacional, me refería
a cómo se puede hacer un periodismo revolucionario, dinámico, popular,
participativo y con el uso oportuno de las tecnologías. Entiendo que el gremio
periodístico defienda a ultranza la profesionalidad de la prensa, pero debemos
estar claros que el periodismo en el siglo XXI recorre caminos mucho más allá
de las fronteras de las Universidades y la conformación de la noticia se ha
vuelto un hecho colectivo… para bien y para mal: lo mismo para denunciar la
represión policial contra los campesinos colombianos del Catatumbo, que para
mentir sobre supuestos éxitos armados de la oposición siria, para denunciar el espionaje
de los poderosos por las redes sociales o para crear estados de opinión contra
los vendedores ambulantes.
Como siempre, en este Congreso se escucharon algunas
intervenciones brillantes, otras no tanto y algunas –cada vez menos, por
suerte– machacando más en las justificaciones del inmovilismo mediático.
Pero como decía alguien recientemente, la UPEC ni es dueña
de los medios ni traza las políticas; por lo tanto, en sus manos no está resolver
el problema. Sin embargo, sí le toca un papel de alerta, de señalamiento, de catarsis –si, no hay que tenerle miedo a
ese término, también es necesaria la catarsis para que avancen las políticas–
después de tanto tiempo sin acabar de poner las cosas en su lugar.
Para asombro de muchos la intervención más espectacular vino
de Miguel Mario Díaz-Canel, quien elocuentemente mostró un derroche de
autocríticas y visiones de futuro que bien pudieron despertar la esperanza a
quienes queremos una renovada prensa en Cuba, mientras más temprano mejor.
Aunque sorprendió a otros que el resumito que diera el Noticiero no se
pareciera mucho a su profunda y valiente intervención… y, además, que quien no
lo vio en la Mesa Redonda de ese día se quedó con las ganas de saber lo que
dijo porque, a pesar de ser Vicepresidente Primero, no le tocaron versiones
taquigráficas al día siguiente en la prensa nacional.
Una vez más, ojalá y este Congreso sea un renovado estímulo para
elaborar políticas que conduzcan a una prensa atractiva, moderna y aterrizada, para
cumplir con el Objetivo de Trabajo No. 70 de la Conferencia Nacional del
Partido, el cual aboga porque los medios «informen de manera
oportuna, objetiva, sistemática y transparente la política del Partido sobre el
desarrollo de la obra de la Revolución, los problemas, dificultades,
insuficiencias y adversidades que debemos enfrentar; supriman los vacíos
informativos y las manifestaciones del secretismo, y tengan en cuenta las
necesidades e intereses de la población.».
Más que
posible, es necesario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario