La Asamblea Nacional del Poder Popular acaba de terminar la primera sesión de su 8va Legislatura. Otra vez el máximo órgano de poder en Cuba se enfrenta a una legislatura renovada, en esta ocasión con un 67% de nuevos miembros, un número importante porque indica que su mayoría se estrena en este ejercicio.
Y otra vez pasan sus “debates” sin penas ni glorias a imagen vista de la población, con excepción de algunas intervenciones puntuales –incluyendo la de Raúl, siempre crítica y precisa, la de Murillo y la de alguna que otra persona… como René, con ese lenguaje llano y sentido. Pero, en casi todos los casos, presentadas en forma de instrucciones –o explicación de decisiones ya tomadas– de los dirigentes hacia los parlamentarios y, por extensión, hacia la ciudadanía.
Tal parece que en el Parlamento no se discuten los problemas que preocupan ahora mismo a los ciudadanos, los que están en la boca de todos en las calles. Y no sé si esa impresión es porque en verdad no sucede o porque el pequeño resumen que presentan –dos programas de una hora y media cada uno para todas las reuniones de las comisiones y la plenaria de la Asamblea– no lo muestra, lo que vendría a sumarse a los problemas que conocemos de la política informativa en el país.
Alguien que ha participado en otras ocasiones en estas reuniones me comentó que si, que se armaban tremendos debates… pero la gente no los ha visto. Y eso que el artículo 80 de la Constitución de la República establece que «las sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular son públicas, excepto en el caso en que la propia Asamblea acuerde celebrarlas a puertas cerradas por razón de interés de Estado». [1] Y no todo deberá ceñirse a ese ambiguo término de interés de Estado, mucho menos cuando se trata del interés de la ciudadanía.
El Presidente en la sesión de clausura habló de cuestiones medulares para la nación, sobre la indisciplina social y el desorden institucional –que hace rato nuestro pueblo maneja–, y su reconocimiento por la máxima dirección del Estado establecen un momento de reflexión importante para organizar estrategias e intentar hallarles una solución, pero… ¿cuánto de eso se discutió entre los parlamentarios? Igual sucede con las trascendentales políticas económicas tomadas, en cumplimiento de los Lineamientos del 6to. Congreso del Partido, que fueron informadas por Murillo… ¿y qué discutieron los representantes del pueblo al respecto?
Rosa Luxemburgo, esa incuestionable líder del movimiento comunista internacional, con una profunda e indiscutible formación marxista, indicaba que de lo que se trataba era de «conquistar el poder político para crear una democracia socialista, en reemplazo de la democracia burguesa» [2]. O sea, un acto de permanente creatividad para garantizar «la participación más activa e ilimitada posible de la masa popular, la democracia sin límites».[2]
Y no viene al caso ahora profundizar en la obsolescencia o no del concepto de “democracia”, sobre todo por el entendimiento que ha tenido como el predominio de la mayoría sobre la minoría, un concepto que nació sesgado –excluyendo a mujeres y esclavos– y ha sido uno de los más vilipendiados en la historia de la humanidad. Hay quien ha querido compensarlo poniéndole apellido: “democracia participativa”, lo que aún está por demostrarse pues, hasta aquellas más democráticas, siguen erigiéndose sobre la base de la representación. Por eso la interpretación de Rosa Luxemburgo suena más completa: «la participación más activa e ilimitada posible de la masa popular».
Sobre esa base, en el contexto de la presente actualización del modelo económico, es perentorio continuar buscando fórmulas –de forma creativa– que garanticen una mayor y más completa participación de la ciudadanía en los órganos del poder popular y las decisiones políticas.
Ya en un post anterior comentaba algunas ideas para lograr una mejor interacción entre el pueblo y los delegados y diputados que eligieron, para que no tuvieran que esperar otros cinco años en volver a verles. Pero la participación también pasa, indudablemente, por que la ciudadanía conozca a plenitud lo que se discute en los órganos del poder popular pues, como dice nuestra Constitución en su artículo 3, es en el pueblo donde radica la soberanía y no a la inversa: «la soberanía reside en el pueblo, del cual dimana todo el poder del Estado». [1]
Y de paso, aunque no menos importante, le permite a la ciudadanía conocer el desempeño de las personas a quienes le confió su mandato de representación ante los órganos de poder, los que deberán asumir con toda responsabilidad la soberanía del pueblo.
Cambios saludables, que no requieren de transformaciones legales –porque en realidad están contenidos en nuestras normas jurídicas–, los cuales harán más dinámica nuestra democracia y una ciudadanía más consciente de sus derechos y deberes. Una información que, en la medida que sea más completa, nos hará más responsables hacia la sociedad.
NOTAS:
[1] Constitución de la República de Cuba, en: http://www.gacetaoficial.cu/html/constitucion_de_la_republica.html
[2] Rosa Luxemburgo, Democracia y Dictadura en “La Revolución Rusa” (http://www.marxismo.org/files/11Larevolucionrusa_0.pdf)
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