jueves, 29 de agosto de 2013

Surrealismo

Miércoles. Me despierta el teléfono… ¡mi jefa! Nos vemos en la tarde, despacho impostergable. Desayuno frugal. Mi padre que le busque no-se-qué en la farmacia… No puedo ahora, viejo ¡ya voy tarde pa’l trabajo!

Parada infernal. No, mijo, hace rato no pasa nada. Y el NTV dice que han puesto guaguas nuevas. Lo soñado. Mejor me siento… ¡qué calor hace! Ni siquiera afloja por la mañana. Cada agosto nos parece que es peor que el año pasado.

¡Dobló la 20! Niño ¿esa guagua para aquí? Si, señora. Bueno, si quiere. Caminen, caballeros, que queda gente abajo. Oye, compadre ¿tienes los 40 centavos? No, yo también tengo un peso. Si quieres no pagues. Gracias. Chofe, abre atrás, para que todo el mundo suba… vaya, el dinero.

Este tipo no es guagüero, ni es ná ¡es camionero de cooperativa! ¿Se pensará que lleva ganado aquí? Entre los frenazos estos y como cogió la curva de la Universidad ya me siento una vaca… o un puerco. ¡Qué calor!

Amalgama de brazos, pechos, muslos, sudores. Un pasito caballero, que me quedo en la próxima. Codos, espaldas, mis espejuelos enredados en el pelo de una muchacha, respiración de alguien en mi nuca ¡Y esta vieja como empuja! Y me está tirando contra el mulato que tengo alante... ¡coño, que bueno está el mulato este! ¡Cómo no me había fijado! Empuje, señora ¡empuje! Lo siento de pies a cabeza... está macizo. Y que bien huele. Álvaro Torres a todo lo que da: “Voy a pedirte de rodillas que regreses junto a mí, porque soy de tiiiii…”

Levanto la cabeza por encima de todo el mundo, tengo que pensar en otra cosa, necesito aire… y la veo, pegada en el techo de la guagua: una pegatina blanca, con la silueta de Martí y un pensamiento lapidario: “Lo extraordinario une a los hombres”.

¡Cuánta razón tenía el Maestro!

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