Publicado en: http://www.uneac.co.cu/index.php?module=noticias&act=detalle&id=7460
El jardín de la UNEAC “Hurón Azul” ha reabierto sus puertas, tras varios meses de silencio, con una propuesta inspiradora: Poesía en movimiento, con los actores del grupo de teatro Buscón como sus anfitriones.
La tarde del pasado viernes 25 de octubre fue la reapertura, con la conducción de Simón Carlos, la coordinación de Alex Pausides y el auspicio del Festival de Poesía de La Habana. El propósito es continuar dándole alas a la poesía, esta vez en un espacio más abierto y espléndido, para que se exprese en todas las dimensiones posibles.
“A este espacio traeremos toda la poesía no leída, que sea actuada, declamada, bailada, cantada, musicalizada…”. Así comenzó Simón el encuentro, con el propósito de tener siempre invitados “de primerísima línea” en ese empeño. Y sus invitados lo acompañaron de buena gana en este meritorio esfuerzo.
La multifacética capacidad de los actores de su grupo de teatro así lo atestiguaron: con una profesionalidad impecable llenaron el espacio de versos, movimiento y color. Comenzando con un poema de Nicolás Guillén, se desdoblaron en reflexiones sobre el amor, la ciudad, la mujer, la cubanía… pasando por versos de Miguel Barnet, Fayad Jamís, Alex Pausides, entre muchos otros.
En esta ocasión también les acompañaron la poética de Irasema Cruz, con sus performances exclusivos, el verso afrocubano desentrañado por Carmen y Ediel González, la seductora actuación de Amelia Biart combinando poesía y pantomima y la hermosa voz de Niurka Ribeaux, interpretando a capella poemas de Benedetti y Martí.
A pesar de la amenaza de lluvia, el entrañable Hurón Azul volvió a recibir a numeroso público que acudió al reencuentro disfrutando de la mejor poesía cubana y universal, expresada de una forma peculiar: también con los brazos, las piernas, las miradas, la intención, la mímica, el ritmo, la melodía, el movimiento.
Este espacio se repetirá los cuartos viernes de cada mes a las 4 de la tarde, con el compromiso de escuchar y ver la poesía interpretada por un elenco de lujo, que se esforzará en darle renovadas expresiones a los versos y devolverá al entorno su magia y esplendor.
lunes, 28 de octubre de 2013
domingo, 27 de octubre de 2013
Cambios ¿En serio?
Mucho han dado que hablar los cambios de la «actualización del modelo económico», tanto en Cuba como más allá. Los más optimistas vimos en ellos una posibilidad de salvar al socialismo, con una nueva ruta… los más pesimistas hablaron de cambios “cosméticos” y “temporales”, que no conducían a nada.
Tal vez uno de los mayores aciertos de la Revolución cubana ha sido realizar los cambios básicos en cada momento, para adecuar el modelo a su contexto histórico. No todos los cambios que algunos hubieran querido, es verdad, ni a la velocidad que otros hubieran deseado… pero, en la realidad, la Cuba de hoy no se parece a la de los 90, mucho menos a la de los 80 o a la de los 60. Aunque en esencia sigue siendo la misma.
En esta última etapa, muchos han sido los cambios. Unos eran inaplazables –me refiero a las prohibiciones absurdas, como el acceso de nacionales cubanos a los hoteles y la compra-venta de carros y casas–, otros eran complejos e incuestionables –como el cambio de la ley migratoria, el anunciado fin de la dualidad monetaria–, pero otros… a algunas personas se les hace muy difícil de entender.
Desde la más alta tribuna política del país se ha reiterado en los últimos años la necesidad del «cambio de mentalidad» para transformar conceptos erróneos que la propia Revolución engendró en su afán de justicia social, pero que condujeron al excesivo paternalismo y al igualitarismo. Sin embargo, parece que algunos no se han enterado, o están sentados tan cómodamente en sus buroes –aferrados a los viejos métodos– que no se quieren enterar.
Uno de los cambios que más impacto ha tenido en la población ha sido la demandada rectificación a la controversial «ofensiva revolucionaria de 1968», que nacionalizó todos los pequeños negocios, merenderos, timbiriches y quincallas.
Gracias a ello, desde hace un par de años ha resurgido un increíble número de estos pequeños establecimientos privados –fijos o ambulantes, con sus respectivos pregones– que venden cualquier cosa útil al por menor. Sin dudas ha resultado de beneficio para nuestro depauperado comercio minorista y para el pueblo que la consume. Igualmente, ha significado un alivio para la economía de no pocos miles de personas que, en gran parte, deambulaban antes por las calles en el entonces floreciente negocio del mercado negro.
Sin embargo, al parecer, las posiciones dogmáticas aún están vigentes. No demoraron las críticas desde algunos sectores y hasta en el periódico Granma –que se supone debería defender las políticas trazadas por el propio Partido– no faltaba un viernes con ataques incisivos a carretilleros y vendutas, de parte de ciudadanos “preocupados” con el mismo viejo argumento de que «se hacen ricos estafando al pueblo».
Hasta que se decidió, recientemente, convertir en contravención que los merolicos vendieran productos industriales, sean nacionales o importados. A la burocracia le molesta la prosperidad ajena a ella y tiene el poder para destruirla.
No se puede tapar el sol con un dedo. Nuestro comercio interior estatal está lleno de desidia y nuestras tiendas –en pesos cubanos y en CUC– no han sido capaces de brindar una oferta dinámica y satisfactoria a la población. Ya pasaron los tiempos en que las personas dejaban de ser profesionales para vender en una «shopping»… que ni en sus mejores tiempos fueron eficientes.
El pequeño negocio que ha florecido paga sus impuestos y tiene su clientela, eso es lo que más debe importarle al Estado. Ni se hacen ricos ni estafan al pueblo.
Cerrarles esta opción de empleo será volcar nuevamente a las calles a miles de personas que han estado ganando su dinero honradamente –al menos en su mayoría, porque para quienes violen la ley está la policía– y darle renovadas fuerzas al ilegal mercado negro, del cual conocemos demasiado. Sin contar las consecuencias políticas, al facilitarle a aquellos “pesimistas” que confirmen su predicción de que los cambios eran “cosméticos” y “temporales”.
La vieja pregunta de “¿prohibir o regular?” pasa ahora por nuevos derroteros y para asumir los cambios en estos tiempos hará falta, además de un «cambio de mentalidad», cambiar de las decisiones políticas a las personas que –en contra de las políticas trazadas– aún permanecen ancladas en el pasado.
Tal vez uno de los mayores aciertos de la Revolución cubana ha sido realizar los cambios básicos en cada momento, para adecuar el modelo a su contexto histórico. No todos los cambios que algunos hubieran querido, es verdad, ni a la velocidad que otros hubieran deseado… pero, en la realidad, la Cuba de hoy no se parece a la de los 90, mucho menos a la de los 80 o a la de los 60. Aunque en esencia sigue siendo la misma.
En esta última etapa, muchos han sido los cambios. Unos eran inaplazables –me refiero a las prohibiciones absurdas, como el acceso de nacionales cubanos a los hoteles y la compra-venta de carros y casas–, otros eran complejos e incuestionables –como el cambio de la ley migratoria, el anunciado fin de la dualidad monetaria–, pero otros… a algunas personas se les hace muy difícil de entender.
Desde la más alta tribuna política del país se ha reiterado en los últimos años la necesidad del «cambio de mentalidad» para transformar conceptos erróneos que la propia Revolución engendró en su afán de justicia social, pero que condujeron al excesivo paternalismo y al igualitarismo. Sin embargo, parece que algunos no se han enterado, o están sentados tan cómodamente en sus buroes –aferrados a los viejos métodos– que no se quieren enterar.
Uno de los cambios que más impacto ha tenido en la población ha sido la demandada rectificación a la controversial «ofensiva revolucionaria de 1968», que nacionalizó todos los pequeños negocios, merenderos, timbiriches y quincallas.
Gracias a ello, desde hace un par de años ha resurgido un increíble número de estos pequeños establecimientos privados –fijos o ambulantes, con sus respectivos pregones– que venden cualquier cosa útil al por menor. Sin dudas ha resultado de beneficio para nuestro depauperado comercio minorista y para el pueblo que la consume. Igualmente, ha significado un alivio para la economía de no pocos miles de personas que, en gran parte, deambulaban antes por las calles en el entonces floreciente negocio del mercado negro.
Sin embargo, al parecer, las posiciones dogmáticas aún están vigentes. No demoraron las críticas desde algunos sectores y hasta en el periódico Granma –que se supone debería defender las políticas trazadas por el propio Partido– no faltaba un viernes con ataques incisivos a carretilleros y vendutas, de parte de ciudadanos “preocupados” con el mismo viejo argumento de que «se hacen ricos estafando al pueblo».
Hasta que se decidió, recientemente, convertir en contravención que los merolicos vendieran productos industriales, sean nacionales o importados. A la burocracia le molesta la prosperidad ajena a ella y tiene el poder para destruirla.
No se puede tapar el sol con un dedo. Nuestro comercio interior estatal está lleno de desidia y nuestras tiendas –en pesos cubanos y en CUC– no han sido capaces de brindar una oferta dinámica y satisfactoria a la población. Ya pasaron los tiempos en que las personas dejaban de ser profesionales para vender en una «shopping»… que ni en sus mejores tiempos fueron eficientes.
El pequeño negocio que ha florecido paga sus impuestos y tiene su clientela, eso es lo que más debe importarle al Estado. Ni se hacen ricos ni estafan al pueblo.
Cerrarles esta opción de empleo será volcar nuevamente a las calles a miles de personas que han estado ganando su dinero honradamente –al menos en su mayoría, porque para quienes violen la ley está la policía– y darle renovadas fuerzas al ilegal mercado negro, del cual conocemos demasiado. Sin contar las consecuencias políticas, al facilitarle a aquellos “pesimistas” que confirmen su predicción de que los cambios eran “cosméticos” y “temporales”.
La vieja pregunta de “¿prohibir o regular?” pasa ahora por nuevos derroteros y para asumir los cambios en estos tiempos hará falta, además de un «cambio de mentalidad», cambiar de las decisiones políticas a las personas que –en contra de las políticas trazadas– aún permanecen ancladas en el pasado.
viernes, 25 de octubre de 2013
Econtrando Caminos a las religiones afroamericanas
Publicado en: http://www.uneac.co.cu/index.php?module=noticias&act=detalle&id=7457
Una provocadora propuesta para el debate actual sobre la presencia de la cultura africana en nuestras tierras lo constituyó la presentación del número 68-69 de la revista Caminos, en la tarde del jueves 24 de octubre en la sala Nicolás Guillén de la UNEAC. Esta revista, especializada en temas de pensamiento socioteológico, es publicada por el Centro Memorial Dr. Martin Luther King Jr. y su lanzamiento fue realizado con el auspicio de la Comisión Aponte de la UNEAC.
Al realizar la presentación, Walterio Lord Garnes –quien trabaja como documentalista de Mundo Latino y es un profundo conocedor de las religiones afroamericanas– indicó que la revista “aporta información muy instructiva, aunque no exenta de polémica”. Al hacer un recorrido por cada uno de los artículos, enriqueció con su experiencia personal y sus fundadas valoraciones los temas tratados, que constituyen aún motivo de controversia entre los expertos.
El primer artículo de la revista, con el título “Las religiones afroamericanas en la América Latina y el Caribe ante los desafíos de Internet”, comienza con el reto que lanza el investigador Jesús Guanche sobre la validez en el uso del término “afroamericano”, si se toma en cuenta toda su dimensión semántica.
El texto profundiza en las transformaciones que han sufrido estas religiones ante la crisis civilizatoria en Occidente, sin perder su profunda raíz popular y su cultura de resistencia, para concluir con su proyección hacia las nuevas tecnologías y los retos que enfrentan al ubicarse en internet, sobre todo con la tendencia al marketing que ha caracterizado a algunas de ellas.
Otro artículo destacado por el presentador fue el realizado por Ileana Hodge con el título “Reencuentro de tradiciones ancestrales: una aproximación desde África occidental a la América Latina”, en el que se analiza el movimiento transoceánico de estas culturas —en ambos sentidos— ocurrido a través de los siglos, empezando con el proceso de retorno al África de muchos descendientes de esclavos y el reencuentro con sus ancestros.
La autora destaca que, por un lado, el avance neopentecostal en el continente africano ha conducido a que las religiones originarias hayan ido perdiendo sus fuerzas —al punto casi de extinguirse— mientras, por el otro, la santería y el candomblé están diseminados por América y Europa, en un “continuum de tradiciones heredadas de los africanos que los máximos representantes de la religión yoruba quieren compartir”.
Un tema resaltado por Walterio Lord como “de ásperas polémicas religiosas” en la actualidad es el referente al tratamiento hacia la mujer, analizado por el investigador Alexander Machado en su artículo “Sacerdotisas de Ifá: ¿un sacrilegio?”
En el texto se profundiza en la iniciación de mujeres en el conocimiento y los poderes de Ifá y su nombramiento en la jerarquía que lo sustenta: la «iyanifá», valorado por el autor como “una práctica provechosa y de éxito, un complemento, un completamiento, una compañía necesaria”. Según los datos expuestos en el artículo, este proceso se inició en Cuba en marzo de 2000 y en los últimos 9 años se ha desarrollado a tal punto de haber sido iniciadas iyanifás en casi todas las provincias del país.
Otros valiosos temas se incluyen en la revista, que aportan insumos a un debate trascendental en la cultura cubana actual, entre ellos: la perspectiva histórico-socio-cultural de la religión «vodú» en La Habana y en Camagüey —según el presentador incluye una detallada y novedosa información sobre el tema, que ha contado con muy poca bibliografía—, las características del proceso de adaptación de estas religiones en el contexto de los estados del Caribe anglófono y la formación del «obeah» —del cual también se conoce muy poco en Cuba—, los temas de la moralidad en los sistemas de adivinación del Ifá cubano… y muchos más. La publicación concluye con un largo ensayo de David González que, con el título de “El antonianismo de África en América”, profundiza en las repercusiones del sincretismo religioso del llamado Reino Kongo.
Walterio Lord sintetizó el valor de este esfuerzo al agradecer a Caminos haber dedicado esta revista “al legado religioso africano; que sigue evolucionando, interactuando y actuando sin dejar de ser esencialmente de resistencia, por pertenecer y continuar siendo de los grupos menos favorecidos”.
Al concluir la presentación, el editor de la revista Marcel Lueiro recomendó visitar el sitio web http://revista.ecaminos.org, donde se podrán encontrar otros números de la revista. Además exhortó a la participación de todas aquellas personas que puedan presentar ensayos sobre temas teológicos y temas sociales a la primera edición del Premio Caminos 2013, cuyos datos se podrán encontrar aquí, con fecha de admisión hasta el 15 de diciembre de 2013.
martes, 22 de octubre de 2013
Pancho García: "Vamos a permanecer, vamos a seguir"
Publicado en: http://www.uneac.co.cu/index.php?module=noticias&act=detalle&id=7450
Una sala abarrotada de público, emotivas palabras de cariño, un sencillo y elegante espectáculo artístico. Así fue la tarde de homenaje al actor, director y autor teatral Pancho García este 21 de octubre, en la sala Rubén Martínez Villena de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). En la celebración, se le otorgó la más alta distinción de la organización: la condición de Artista Emérito, además de celebrar su 70 cumpleaños.
Visiblemente emocionado al recibir el homenaje de manos de Miguel Barnet, junto a los obsequios de la Asociación de Artistas Escénicos y del Consejo Nacional de las Artes Escénicas, Pancho se declaró feliz de compartir este momento entre amigos y colegas de las tablas por tantos años. “Todo lo que he hecho no ha sido por lucirme, ni por vanidad, sino por trabajar más”, reveló el versátil artista, “y espero poder seguir haciéndolo”.
Al referirse a la amplitud de muestras de la cultura cubana que se disfrutan en la actualidad dentro del país, recalcó: “estamos viviendo momentos muy hermosos… la patria es una y todos sus hijos son nuestros hermanos. Todo eso nos da fuerza, eso es inteligencia. Porque toda ella es nuestra cultura, esa es Cuba y tenemos que defenderla a capa y espada”. Por esa razón, aseveró, “¡Vamos a permanecer, vamos a seguir!”.
Su profesor y amigo Juan Rodolfo Amán, director artístico de la Ópera de Cuba, recordó los primeros pasos de Pancho en el movimiento de artistas aficionados y lo calificó cariñosamente de “hijo artístico”: “los tuve –junto a Susana Alonso– a principios de los 60, en medio del obsesivo empeño de consagrar nuestras vidas al teatro… y él ha sabido comportarse más allá de cómo debe comportarse un hijo artístico”.
“Pancho ha dado pruebas de respeto, persistencia inquebrantable, honestidad a los principios y aplastante voluntad”, refirió y le obsequió simbólicamente su “salida artística social” con su intervención, para culminar: “Pancho, ¡eres mucho Pancho!”.
No hacían falta más palabras y el homenaje se transformó en un exquisito repertorio, de la mano del Director Artístico Henry Gutiérrez.
El quinteto ensamble de vientos Nueva Camerata le dedicó varias de sus obras, entre ellas la “Serenata a la luz de la luna”, que cautivó al público presente. Posteriormente, la actriz María Teresa Pina le obsequió un vigoroso poema de lucha en el que reiteraba que, a pesar de cualquier dificultad pasada, presente o futura, “quedan los artistas”. Y el quinteto vocal Voces hizo un cierre de lujo al homenaje interpretando varias de sus obras. La imprescindible “Gracias a la vida” mereció la ovación del auditorio.
Una vida en escena
Francisco “Pancho” García Castellanos nació en Cienfuegos el 4 de octubre de 1943. Hasta 1968 se formó en el grupo de teatro de aficionados de Juan Rodolfo Amán y en 1969, ya como profesional, pasó a formar parte del elenco del grupo Joven Teatro.
En 1970 se incorporó al legendario Grupo Teatro Estudio y, posteriormente, a la Compañía Teatral Hubert de Blanck, donde actualmente es Primer Actor. Ha manifestado su orgullo por haber trabajado con grandes figuras del teatro cubano como los hermanos Raquel y Vicente Revuelta, Berta Martínez y Abelardo Estorino; además de trabajar en los últimos tiempos con el director Carlos Celdrán y su grupo Argos Teatro, en el homenaje al centenario de Virgilio Piñera.
Pancho ha participado en más de 200 puestas en escena, muchas de ellas como protagonista, además de impartir clases de actuación en Cuba y Brasil. También ha incursionado en el cine y la televisión, participando en telenovelas, cuentos, comedias y series policíacas. Ha escrito guiones artísticos de pantomima y versiones de novelas para teatro.
A través de su carrera artística ha recibido numerosos premios y, por su destacada trayectoria en la cultura cubana, en 2012 fue distinguido con el prestigioso Premio Nacional de Teatro.
lunes, 21 de octubre de 2013
Dos estilos poéticos y un mismo compromiso
Las Tardes de Poesía que organiza mensualmente la Asociación de Escritores en la sala Rubén Martínez Villena de la UNEAC siempre nos reservan un momento para disfrutar de buena literatura contemporánea cubana. Alex Pausides, creador y organizador de este espacio, nos recuerda que en este año han pasado por allí poetas de la trascendencia de Nancy Morejón, Georgina Herrera, César López, Lina de Feria y otros.
El encuentro del pasado viernes 18 de octubre nos trajo una propuesta sugerente: los autores Iván Gerardo Campanioni y Alberto Marrero, dos poetas a quienes el mismo Alex valoró de “distintos en su estilo, pero con puntos de coincidencia en su fuerte compromiso con lo real y lo cotidiano” de nuestro país. Destacó que ambos “manejan con mucho dominio y sagacidad ese elemento tan maleable y vigoroso que es la palabra”.
Iván Gerardo Campanioni, la metáfora recorre otros caminos
“Hoy amanecí con ganas de aplaudir
y aplaudí por aquello
por esto y por lo otro (…)
Aplaudí tanto
que las manos no podía moverlas
de tantos aplausos que habían en la habitación
Abrí de par en par las ventanas
y los aplausos salieron volando
llenando el mundo de palmadas”
“Aplausos”
“A esta poseía se le ha reprochado su desatención de la metáfora. En efecto, mientras el texto lezamiano es una incesante progresión metafórica, esta poesía parece desdeñar ese tropo central, tan importante para algunos poetas vanguardistas. Lo interesante de los textos de Campanioni es que busca el efecto que podría producir la metáfora a través de otros caminos del lenguaje”. Así lo considera Guillermo Rodríguez Rivera en el prólogo al libro de Campanioni La Criatura (Editorial José Martí).
Al presentarle en la tertulia, Alex destacó que el autor estuvo “desaparecido de las librerías y las lecturas” hasta la aparición del referido libro en 2009, donde demostró ser un poeta de “enorme eficacia” con textos que “ha ido encumbrando hacia el exceso de palabras”, para convertirla en una “poesía realmente esencial”.
Y así lo demostró al leer poemas como “Máscara y Careta”, “La virgen decapitada de la Calzada de Carlos III”, “Ilusiones”, “La década prodigiosa” y muchos otros, que denotaron un lenguaje directo, crítico, con fino humorismo y descarnada ironía, áspero en ocasiones, dejando al desnudo las crudezas de la realidad cotidiana, las verdades y las mentiras humanas, las dobleces, los silencios.
Recordó también sus inicios por los años 60, desde la Brigada Hermanos Saíz –precursora de la AHS–, cuando tuvo la oportunidad de compartir con grandes de la literatura cubana en ese mismo lugar que ahora ocupa la sala Villena y entonces era una librería que dirigía Rodríguez Feo. Sobre su “desaparición” de los espacios literarios, refirió que no se amilanó y siguió escribiendo, de cuyo proceso surgió su poema “Ave Fénix”.
Iván Gerardo Campanioni (San Cristóbal, Pinar del Río, 1942) Fundador de la Asociación de Jóvenes Rebeldes, la UJC y la Brigada Hermanos Saiz. Poeta firmante del manifiesto Nos pronunciamos, publicado en la primera salida de El Caimán Barbudo en 1963, sus poemas aparecieron en el volumen Cinco jóvenes poetas publicado por la UNEAC en 1965. Trabajó en el periódico Hoy, del Partido Socialista Popular, y en el diario Granma, del PCC. Sus poemas han sido publicados en las revistas Unión, Casa de las Américas, El Caimán Barbudo, La Gaceta de Cuba, entre otras. En 2006 fue distinguido en el Concurso Regino Pedroso de la CTC.
Alberto Marrero, la metafísica de lo cotidiano
“Un día me percaté que estaba solo.
Debió ocurrir a principios de los setenta
cuando mi madre anunció que no habría
arroz por largo tiempo
y yo descubría que Homero era ciego y memorioso,
Poe impotente y Nietzsche sifilítico,
y entonces comencé a usar ropa reciclada
que poco a poco iba heredando de mi padre.”
“Un día”
Más visible en la vida literaria, Alberto Marrero cautivó a los presentes con la lectura de varios de sus poemas como “Bote Rojo”, “Promontorio”, “Lo perdido”, “Un día”, “Tiempo cero de Italo Calvino”, entre otros. Poema tras poema dejó ver un acercamiento más intimista como testigo de la realidad circundante, con mayores regodeos y motivos recurrentes de la historia y la cultura universal, con la confesión de que a veces se trata de “buscar la metafísica de lo cotidiano”.
Al presentarle, Alex Pausides destacó la forma en que Marrero asume los temas de la contemporaneidad, que incluye la política, el peligro, las guerras, la supervivencia, las complejidades de la más cercana realidad cubana, que “merecerían una atención mucho más pronunciada de la crítica nacional, como elemento activo en la formación del gusto literario” de la población.
Alberto Marrero Fernández (La Habana, 1956) es poeta y narrador. Publicó su primer poemario en 1986 con el título Inclinación de la balanza. Desde entonces ha publicado varios libros y ganado numerosos reconocimientos, entre ellos: Mención en el concurso Julián del Casal –de la UNEAC– en 1991 con La salvación y el eclipse y Premio de poesía en el mismo concurso de 2009 con El límite del tiempo abolido, el Primer Premio del concurso de poesía Regino Pedroso de 2001, el Premio Nacional de Narrativa Hermanos Loynaz de 2003 con su libro Último viento de marzo, el Premio de cuento del concurso Luis Rogelio Nogueras –del Centro del Libro y la Literatura de La Habana– de 2004 con Los ahogados del Tiber y Premio de cuento de La Gaceta de Cuba de 2009.
Una Fe valiosa, polémica y necesaria
Publicado en: http://www.uneac.co.cu/index.php?module=noticias&act=detalle&id=7448
Un justo homenaje a la vida y la obra de la historiadora Fe Iglesias García se realizó en la tarde del pasado jueves 17 de octubre en la sala Rubén Martínez Villena de la UNEAC, durante la tradicional tertulia que organiza la Sección de Historia de la Asociación de Escritores.
Fe Iglesias, quien no pudo asistir por su delicado estado de salud, fue recordada por sus colegas del Instituto de Historia y amigos presentes como “investigadora muy seria y prolífera”, “polémica y simpática”, “combativa y convencida de lo que hacía”… igual que “gran amiga”, “preocupada por enseñar a los demás” y “excelente cocinera”.
Al presentar el homenaje, Ricardo Quiza destacó su trabajo como cimiente y fomento de la historia de la economía en Cuba, continuadora de la tradición iniciada por Moreno Fraginals, con una experiencia que ha legado a historiadores que en la actualidad ya son investigadores consagrados.
Sonia Muro, amiga y compañera desde la adolescencia, prefirió presentar un recuento de los “aspectos personales menos conocidos”, al hacer un recorrido desde su nacimiento –en el Guayacanes de Ciego de Ávila, en 1940, a pesar de que siempre habló más de Morón, donde creció– hasta sus estudios en la Universidad de La Habana y en la República Democrática Alemana: en Leipzig y en la Universidad Martín Lutero de Halle. “Fe siempre fue polémica, fuerte, valiosa, dedicada a sus investigaciones y admirada por todos”, dijo.
Para Enrique López Mesa, editar sus obras era “un placer y un sufrimiento a la vez: placer por el aprendizaje que emanaban de sus escritos, sufrimiento por la bibliografía alemana que usaba asiduamente”. Sin embargo, recordó como uno de los más gratificantes momentos de su carrera haber viabilizado el primer artículo de Fe en 1975 y haber sido testigo de un encuentro singular: cuando este escrito cautivó a Juan Pérez de la Riva, quien entonces dirigía la Revista de la Biblioteca Nacional y quedó tan sorprendido de esta “autora cubana desconocida” que les llamó a ambos a su despacho donde tuvieron una amena y edificante conversación.
Destacó la publicación de libros personales que son imprescindibles para la historiografía cubana, como Del ingenio al central –que le valió el Premio de la Crítica Científico-Técnica de 1999– y Economía del fin de siglo, además de su colaboración en ocho valiosas obras colectivas, que han sido publicadas en Cuba y en el exterior.
Mercedes García, admiradora y seguidora de la obra de Fe, indicó haberse enamorado de su trabajo en el Archivo Nacional, que consideraba un lugar fundamental porque –decía– “hay que buscar lo nuevo para aportar en las investigaciones”. Consideró a Fe como la iniciadora en la historiografía cubana en el uso de anotadurías y protocolos notariales, que le sirvieron de gran ayuda para las trascendentales investigaciones que realizó.
Recordó que, junto con la también historiadora Gloria García, le gustaba resolver los problemas más álgidos en debates entre ellas y en su mente, donde guardaba muchas tesis e informaciones. “Pero –indicó– la vida le jugó una mala pasada” y lamentablemente se le quedaron muchas cosas por escribir que no podrán conocerse, como consecuencia de su enfermedad –además de su retiro prematuro y “obligado”, según expresaron colegas presentes.
Coincidió con quienes la calificaron de “polémica”, porque le gustaba decir la verdad y mostrar sus evidencias, como el debate que sostuvo sobre la “tea incendiaria” –arma de combate utilizada por el Ejército Mambí y el español durante las guerras de independencia– que provocó el debilitamiento de la economía azucarera. Fue muy difícil para ella defender una tesis que criticaba al Ejército Libertador, pero la ganó con perseverancia y argumentos. Entonces, sentenció, “era polémica, pero necesaria”.
Por su parte, Jorge Ibarra calificó a Fe de “pichona de gallega”, por ser “muy combativa”, con quien siempre discutía y “nunca dio su brazo a torcer”. Expresó su agradecimiento a esos debates, que le sirvieron para aprender mucho de ella, pues tenían una gran significación en la historia nacional, citando como ejemplo: la continuidad o la ruptura que representaron las acciones de 1868 en Cuba, si fueron el camino a una nueva sociedad o si existían elementos de seguimiento; la importancia que jugó la pequeña propiedad en la economía cubana de los siglos XVIII y XIX, frente a la plantación y la hacienda ganadera; la trascendencia del modo de producción en la sociedad criolla, entre otros.
Destacó sus estudios de Marx y Engels en su idioma original, lo que le ampliaba su capacidad de análisis —tanto en cantidad de obras a leer como en su profundidad— e insistió en su agudeza en la polémica: “lo discutía todo hasta sus últimas consecuencias, había que retroceder en el campo de batalla o morir con ella, porque cuando entraba convencida a un debate no se retiraba ni daba marcha atrás", insistió.
La sala llena de público dio muestra del cariño y la admiración que ha sembrado esta Fe valiosa y necesaria durante su fructífera vida, porque —como reafirmara Ricardo Quiza al terminar el homenaje— “siempre estuvo dispuesta a luchar y a poner en alto el nombre de la historiografía cubana". Estas son razones que convencen para un merecido homenaje.
viernes, 18 de octubre de 2013
Un premio dominicano con sabor a Cuba
El Premio de Novela Las Américas, otorgado por la Casa de Teatro de Santo Domingo –con el auspicio de la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña y la Fundación Fondo Solidario para Educación y Cultura–, fue entregado en la sala Rubén Martínez Villena de la UNEAC en la tarde del jueves 17 de octubre al escritor pinareño Andrés Rodolfo Duarte Zayas por su novela Bodegón con Manuela, la cofradía y la muerte.
Al introducir la presentación, el poeta Alex Pausides resaltó el encuentro como un momento de dos privilegios: celebrar una vida dedicada a la escritura por el ganador del premio, excelente ejemplo de promoción internacional de la literatura cubana, y reconocer una institución que desde la República Dominicana ha sido fiel amante de la cultura cubana.
Con su coloquial sentido del humor, el Director de la Casa de Teatro y reconocido escritor dominicano Freddy Ginebra demostró con entusiasmo su alegría por el premio otorgado al escritor pinareño, pues “venir a Cuba es una fiesta, por el amor tan grande que les tengo”.
Resaltó que su institución cultural, próxima a cumplir los 40 años, ha pretendido consolidarse como una oportunidad para “jóvenes promesas que necesitan una ventana”. Confesó que, a pesar de las dificultades que ha debido enfrentar para mantener vivo este proyecto por tanto tiempo –que calificó de “casarse con el desafío”–, está feliz por haber logrado de ella “una inspiración para escritores de la República Dominicana y del mundo”.
El coordinador del Premio, Alejandro Aguilar, quien es escritor y profesor de la Universidad Nacional, transmitió el saludo y la satisfacción del rector de esa casa de altos estudios, Miguel Fiallo Calderón, por copatrocinar el evento y entregar el galardón a un escritor cubano.
Calificó la obra premiada de audaz, que “fluye y se lee con mucho placer”, pues se inserta en la picaresca del siglo XVII español y va “de lo histórico a lo burlesco”, con personajes ficticios y reales, incluyendo al mismísimo Miguel de Cervantes y Saavedra.
Resaltó además que el autor demuestra gran dominio de los códigos de la época, en una trama ambientada en la ciudad andaluza de Córdoba en el año 1608: diálogos, vestuarios y costumbres “que parece como si hubiera vivido en esos años”. Sin embargo, los recrea con vientos frescos, que permitieron al jurado dictaminar que “contribuye a revitalizar un estilo clásico con aires de posmodernidad”. Todo ello le valió el premio, otorgado por el voto unánime de los escritores Manuel Salvador Gautier, Andrés L. Mateo y Antonio Deive.
Por su parte, Andrés Rodolfo Duarte Zayas agradeció con reflexión poética el premio recibido: “Hubo un amanecer en el cual decidimos sentarnos a contar historias, entretejer otros destinos a fuerza de prestedigitación y paciencia en la búsqueda de respuestas a las quemantes preguntas permanentes y eternas que nos lanza el desafío de la condición humana: contando historias estoy y aún pretendo seguir en esta ruta”.
Orgulloso pinareño, rindió homenaje en sus palabras a dos destacados escritores de su tierra: Heberto Padilla –a quien calificó como gran poeta, polémico y controversial– y Nelson Simón –quien recientemente obtuvo el Premio de la Crítica. “De allí venimos los tres, por obra y gracia del azar concurrente, un asuntillo manejado por el capricho de los dioses”, dijo.
Al finalizar, resaltó que esta novela “pretende ser una parábola acerca de la bondad y la obstinación humana en medio de un escenario ensombrecido por el terror. Ustedes como lectores tendrán la última palabra.”
Duarte Zayas es poeta, narrador y guionista radial. Nació en Puerta de Golpe, que pertenece al municipio pinareño de Consolación del Sur y del cual ha dicho: “es un lugar idílico, tranquilo, bucólico, dormido, en mi opinión es el sitio ideal para un escritor”.
Ha escrito tres novelas y cuatro poemarios –hasta ahora inéditos– y en los últimos meses su reconocimiento como escritor se ha visto distinguido al ganar el pasado mes de diciembre el prestigioso premio Alejo Carpentier en narrativa con su obra La dama del lunar.
viernes, 11 de octubre de 2013
La literatura como tribuna en el diálogo imprescindible de nuestra sociedad
La presentación del libro de Carlos L. Zamora En la mañana viva o Tan cerca hemos dormido, en la sala Rubén Martínez Villena de la UNEAC la tarde del miércoles 9 de octubre, se develó como una muestra más del compromiso del arte con la sociedad en que se desarrolla.
Así lo indicó el autor al decir que su tribuna es la literatura y, desde allí, es donde mejor se expresa para “participar en el diálogo imprescindible que vive nuestra sociedad”, consciente de que “con este diálogo profundo y reflexivo es de la forma en que podemos hacer avanzar el país”.
Su pretensión con el libro, que alcanzara en 2011 el Premio Guillermo Vidal UNEAC de Las Tunas, fue establecer “un período de cambios y de novedad en las relaciones interpersonales, un cambio que existe y necesita perpetuarse para ser revolucionario”. Confesó que, aunque el libro surgió hace años, esas pretensiones se mantienen e indicó el compromiso que ha representado ganar con este libro el Premio que lleva el nombre de un escritor que fue su mentor, su profesor y su amigo.
Al presentar la obra el poeta, narrador y ensayista Jesús David Curbelo, Director del Centro Dulce María Loynaz, la calificó de una “sutil novela política con inteligencia” y confesó que, al referirse a ella, no podía sustraerse de su trama: dos amigos de infancia que se separan cuando uno decide quedarse en un viaje de trabajo a España y, libre de las ataduras del pasado, decide asumir su homosexualidad. Años después, durante el reencuentro, hacen una profunda reflexión de sus vidas donde surgen inevitablemente “esos prejuicios que subsisten en nuestra sociedad desde los tiempos de la colonia, la República y los años de la Revolución” y “las raíces brutalmente machistas” que los soportan.
Aunque existen libros que han tratado el tema, Curbelo destacó que la particularidad de este ha sido manejar el tema de la homofobia desde un ángulo inusitado: la amistad, el debate ideológico y el “pastoreo” de la cantidad de prejuicios que nos acompañan.
Además, resaltó el manejo del tema con una pulcritud de estilo y una limpieza del lenguaje; una trama que presenta un intenso debate político, en el que predomina la amistad, y donde no se guarda rencor político, a pesar de que el personaje ha visto su vida detenida por culpa de los prejuicios sociales. Un mérito especial del libro es que el tratamiento del tema no es una pirotecnia literaria, pues queda claro como enseñanza que “lo importante no es la tolerancia, sino el respeto a la diferencia”, indicó.
Carlos L. Zamora Rodríguez (Matanzas, 1962) es poeta y narrador, graduado de Filología en la Universidad Central de Las Villas (1985) y miembro activo de la Asociación de Escritores de la UNEAC. Ha sido jefe de redacción de la revista digital Librínsula, que edita la Biblioteca Nacional José Martí y participó en la gestación de las Ediciones Vigía, de Matanzas, y de las Ediciones Bachiller. Fue director de la Biblioteca Provincial de Las Tunas, presidente de la AHS y de la Biblioteca Municipal en Puerto Padre y jefe del Grupo Nacional del Programa de la Lectura.
Ha publicado, entre otros, Estación de sombras (Sanlope, 2001), que fuera Mención en el Concurso Internacional de Poesía Nicolás Guillén –convocado en México en 1999–, la antología El amor como un himno. Poemas cubanos a José Martí (Centro de Estudios Martianos, 2008) y el poemario Cada día la eternidad (Unión, 2011). Ha recibido el Premio del Concurso Cuentos de Amor (2000) y el Premio Décima Joven de Cuba (1996).
jueves, 3 de octubre de 2013
Liberalismo y neoliberalismo: ¿continuidad o divergencia política?
(Ponencia presentada en el Taller Integrador de la Maestría en Ciencia Política, Universidad de La Habana, 2 de octubre de 2013)
Los conceptos de Liberalismo y Neoliberalismo –como expresiones de complejas doctrinas económicas, filosóficas, sociológicas y políticas– pudieran indicar desde el punto de vista etimológico una continuidad en el pensamiento o, cuando menos, la existencia de una base teórica común que le da cuerpo a ambas corrientes.
Sin embargo, Enrique Ghersi –académico peruano miembro de la Sociedad Mont Pelerin, aquella que dio basamento al Neoliberalismo desde 1947 de la mano del austríaco Premio Nobel de Economía Friedich Von Hayek– se quejaba en su ensayo El mito del neoliberalismo[i] de lo común de la frase en nuestros días de que «ningún liberal que se precie de tal ha reconocido como suyo el término “neoliberal”».
Es preciso situar los procesos de esta naturaleza en su contexto histórico. Es bien conocido el papel que jugó el Liberalismo en la promoción de la burguesía y el capitalismo, en contraposición al absolutismo. La Ilustración, la Revolución Francesa y la Revolución Industrial surgieron de los ideales de libertad que, preconizados por John Locke –a quien se reconoce como padre de esta corriente política–, sirvieron de base para el surgimiento de estructuras económicas y políticas que ponderaban el desarrollo de la libertad personal individual como forma de conseguir el progreso de la sociedad.
La igualdad jurídica de todos los ciudadanos ante la ley, la soberanía nacional por la cual el poder reside en el pueblo –y no en el monarca–, la división de poderes teorizada por Montesquieu, el ejercicio democrático del sufragio universal, el control de la gestión pública a través de la libertad de prensa y opinión y el ordenamiento del régimen político mediante una Ley Fundamental o Constitución –que encarnase la soberanía nacional– constituyeron postulados de gran transcendencia para el desarrollo económico, social y político de las naciones, los cuales aún hoy –más de dos siglos después– conservan una vigencia extraordinaria.
El Liberalismo es entendido como la doctrina que elimina la intervención del Estado en la práctica de los derechos fundamentales del individuo. En principio, las restricciones del Estado se consideraban una traba para este desarrollo individual y, por ende, se propuso la organización de un Estado de Derecho, con poderes limitados, que idealmente tendría que reducir las funciones del gobierno a seguridad, justicia y obras públicas. Pero la mayoría de los liberales consideran, como importante rol del Estado, la garantía de un marco normativo adecuado, de modo que la libertad de acción de unos individuos no afecte los derechos de los demás.
No existe ninguna corriente política absolutamente aislada, sin influencia del abundante y diverso pensamiento previo y circundante. En teoría, el Neoliberalismo suele defender algunos conceptos filosóficos del Liberalismo clásico, sobre todo al basarse en los principios del funcionamiento del mercado sobre la base del ejercicio de la plena libertad de los individuos para producir, vender y comprar cualquier producto, ser competitivos y hacer valer su derecho a desarrollar su plena individualidad.
Los conceptos de Liberalismo y Neoliberalismo –como expresiones de complejas doctrinas económicas, filosóficas, sociológicas y políticas– pudieran indicar desde el punto de vista etimológico una continuidad en el pensamiento o, cuando menos, la existencia de una base teórica común que le da cuerpo a ambas corrientes.
Sin embargo, Enrique Ghersi –académico peruano miembro de la Sociedad Mont Pelerin, aquella que dio basamento al Neoliberalismo desde 1947 de la mano del austríaco Premio Nobel de Economía Friedich Von Hayek– se quejaba en su ensayo El mito del neoliberalismo[i] de lo común de la frase en nuestros días de que «ningún liberal que se precie de tal ha reconocido como suyo el término “neoliberal”».
Es preciso situar los procesos de esta naturaleza en su contexto histórico. Es bien conocido el papel que jugó el Liberalismo en la promoción de la burguesía y el capitalismo, en contraposición al absolutismo. La Ilustración, la Revolución Francesa y la Revolución Industrial surgieron de los ideales de libertad que, preconizados por John Locke –a quien se reconoce como padre de esta corriente política–, sirvieron de base para el surgimiento de estructuras económicas y políticas que ponderaban el desarrollo de la libertad personal individual como forma de conseguir el progreso de la sociedad.
La igualdad jurídica de todos los ciudadanos ante la ley, la soberanía nacional por la cual el poder reside en el pueblo –y no en el monarca–, la división de poderes teorizada por Montesquieu, el ejercicio democrático del sufragio universal, el control de la gestión pública a través de la libertad de prensa y opinión y el ordenamiento del régimen político mediante una Ley Fundamental o Constitución –que encarnase la soberanía nacional– constituyeron postulados de gran transcendencia para el desarrollo económico, social y político de las naciones, los cuales aún hoy –más de dos siglos después– conservan una vigencia extraordinaria.
El Liberalismo es entendido como la doctrina que elimina la intervención del Estado en la práctica de los derechos fundamentales del individuo. En principio, las restricciones del Estado se consideraban una traba para este desarrollo individual y, por ende, se propuso la organización de un Estado de Derecho, con poderes limitados, que idealmente tendría que reducir las funciones del gobierno a seguridad, justicia y obras públicas. Pero la mayoría de los liberales consideran, como importante rol del Estado, la garantía de un marco normativo adecuado, de modo que la libertad de acción de unos individuos no afecte los derechos de los demás.
No existe ninguna corriente política absolutamente aislada, sin influencia del abundante y diverso pensamiento previo y circundante. En teoría, el Neoliberalismo suele defender algunos conceptos filosóficos del Liberalismo clásico, sobre todo al basarse en los principios del funcionamiento del mercado sobre la base del ejercicio de la plena libertad de los individuos para producir, vender y comprar cualquier producto, ser competitivos y hacer valer su derecho a desarrollar su plena individualidad.
Sin embargo, el propio Ludwig Von Mises –uno de los originales precursores del Neoliberalismo y participante de la primera reunión de la mencionada Sociedad Mont Pelerin– decía ya desde 1922, en su obra Socialismo que: «los viejos principios liberales se deben someter a una exhaustiva revisión. En los últimos cien años la ciencia se ha transformado, y las bases sociológicas y económicas generales de la doctrina liberal tienen que ser hoy replanteadas.»[ii]
De hecho, el auge del Neoliberalismo a partir de la crisis de 1973 constituyó una respuesta al fracaso del Keynesianismo, como una vehemente reacción teórica contra el intervencionismo de Estado, la economía mixta y el Estado de bienestar social.
Al considerar perjudicial las políticas sociales redistributivas del Estado –porque, según ellos, merman las capacidades de ahorro de las clases adineradas y disminuyen así la inversión y la creación de empleos–, el pensamiento neoliberal presupone una transformación radical al modelo de desarrollo y estructura histórica que prevaleció en el mundo tras la Segunda Guerra Mundial.
De esta forma, se propagaron las reformas del Estado que dieron lugar al Minarquismo –o sea, reconfigurar el gobierno a lo mínimo necesario–, la privatización de las empresas públicas, la disminución o eliminación de políticas sociales (especialmente en salud y educación) y la privatización de ellas –incluyendo la seguridad social–, la liberalización del comercio y la inversión extranjera, el aumento de la necesaria “reserva laboral” –en lugar de un término más claro: desempleo–, la represión y disminución al mínimo de las actividades sindicales, las reformas fiscales que garantizan la disminución de los impuestos a los empresarios de mayor éxito y la imposición de disciplinas fiscales que garanticen que lo poco que gaste el Estado lo gaste bien.
Estas políticas fueron impuestas, a sangre y fuego, en el Norte desarrollado por los gobiernos de Margaret Thatcher y Ronald Reagan. Para su extensión contaron con el inapreciable apoyo de sus maquinarias teóricas –tanques pensantes como el británico Institute of Economic Affairs y la norteamericana Heritage Foundation– y, fundamentalmente, de las estructuras de poder económico internacional resultantes del reordenamiento después de Bretton Woods: el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.
El trabajo de la Escuela de Chicago, el llamado Consenso de Washington, de John Williamson, y del Foro Económico Mundial de Davos consolidó la expansión de esta corriente, que se constituyó en el medio ideal para abrir el mercado de las economías del Sur a la explotación de las compañías del mundo desarrollado y sirvieron como complemento ideológico a la Globalización, a tal punto de identificar ese término con el Neoliberalismo –cuando se trata de un proceso tan antiguo como la colonización.
De acuerdo a la valoración del historiador Perry Anderson –académico de la Universidad de California y participante, en 1999, de la reunión alternativa El otro Davos. Globalización de la resistencia y de las luchas–, este proceso fue fundamental en la consolidación del poder de una nueva derecha en Europa y Norteamérica que, aunque perdiendo terreno en los últimos años, aún impone su ideología en el mundo.
El propio Anderson indica que «dentro del abanico de las corrientes procapitalistas de postguerra, la escuela neoliberal siempre ha integrado como elemento central un virulento anticomunismo. El nuevo combate contra el ‘imperio del mal’ –la más completa esclavitud humana, a los ojos de von Hayek– refuerza inevitablemente el poder de atracción del neoliberalismo en tanto que corriente política.»[iii]
De acuerdo a lo que hemos visto hasta aquí, se pueden apreciar claras divergencias entre ambas corrientes. Por un lado, la libertad, la igualdad y la fraternidad fueron los principios preconizados por las llamadas Revoluciones Liberales que sirvieron de base a la creación del Estado burgués, en contraposición al modelo precedente. Por el otro, el Neoliberalismo propone una revalorización de estas ideas y enarbola una libertad individual que potencia una relación de poder privilegiada para los grupos hegemónicos –burgueses–, que sobrepasa los niveles nacionales y los proyecta hacia sus intereses globales.
Lo que distingue al Neoliberalismo es un rasgo eminentemente político, pues en el Estado neoliberal la institucionalidad pública pasa a cumplir un papel utilitario para la expansión de los grupos económicos poderosos –la burguesía monopolista y las oligarquías financieras. De acuerdo al análisis del académico chileno Dr. Fernando Muñoz, «lo propiamente neoliberal es la actividad de reformar el aparato estatal y regulatorio para favorecer dicha expansión.»[iv]
En este sentido, entonces, se puede apreciar una continuidad en el objetivo político: en función del predominio y la expansión de la burguesía, por métodos actualizados al poder oligopólico.
Aunque pueda interpretarse como una consecuencia lógica del desarrollo del capitalismo –especialmente en su fase superior, el Imperialismo–, sus teóricos tuvieron que encontrar otra corriente política para potenciarlo, en lo que ellos mismos han denominado «replantear» sus bases Liberales para lograr sus objetivos.
De hecho, el auge del Neoliberalismo a partir de la crisis de 1973 constituyó una respuesta al fracaso del Keynesianismo, como una vehemente reacción teórica contra el intervencionismo de Estado, la economía mixta y el Estado de bienestar social.
Al considerar perjudicial las políticas sociales redistributivas del Estado –porque, según ellos, merman las capacidades de ahorro de las clases adineradas y disminuyen así la inversión y la creación de empleos–, el pensamiento neoliberal presupone una transformación radical al modelo de desarrollo y estructura histórica que prevaleció en el mundo tras la Segunda Guerra Mundial.
De esta forma, se propagaron las reformas del Estado que dieron lugar al Minarquismo –o sea, reconfigurar el gobierno a lo mínimo necesario–, la privatización de las empresas públicas, la disminución o eliminación de políticas sociales (especialmente en salud y educación) y la privatización de ellas –incluyendo la seguridad social–, la liberalización del comercio y la inversión extranjera, el aumento de la necesaria “reserva laboral” –en lugar de un término más claro: desempleo–, la represión y disminución al mínimo de las actividades sindicales, las reformas fiscales que garantizan la disminución de los impuestos a los empresarios de mayor éxito y la imposición de disciplinas fiscales que garanticen que lo poco que gaste el Estado lo gaste bien.
Estas políticas fueron impuestas, a sangre y fuego, en el Norte desarrollado por los gobiernos de Margaret Thatcher y Ronald Reagan. Para su extensión contaron con el inapreciable apoyo de sus maquinarias teóricas –tanques pensantes como el británico Institute of Economic Affairs y la norteamericana Heritage Foundation– y, fundamentalmente, de las estructuras de poder económico internacional resultantes del reordenamiento después de Bretton Woods: el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.
El trabajo de la Escuela de Chicago, el llamado Consenso de Washington, de John Williamson, y del Foro Económico Mundial de Davos consolidó la expansión de esta corriente, que se constituyó en el medio ideal para abrir el mercado de las economías del Sur a la explotación de las compañías del mundo desarrollado y sirvieron como complemento ideológico a la Globalización, a tal punto de identificar ese término con el Neoliberalismo –cuando se trata de un proceso tan antiguo como la colonización.
De acuerdo a la valoración del historiador Perry Anderson –académico de la Universidad de California y participante, en 1999, de la reunión alternativa El otro Davos. Globalización de la resistencia y de las luchas–, este proceso fue fundamental en la consolidación del poder de una nueva derecha en Europa y Norteamérica que, aunque perdiendo terreno en los últimos años, aún impone su ideología en el mundo.
El propio Anderson indica que «dentro del abanico de las corrientes procapitalistas de postguerra, la escuela neoliberal siempre ha integrado como elemento central un virulento anticomunismo. El nuevo combate contra el ‘imperio del mal’ –la más completa esclavitud humana, a los ojos de von Hayek– refuerza inevitablemente el poder de atracción del neoliberalismo en tanto que corriente política.»[iii]
De acuerdo a lo que hemos visto hasta aquí, se pueden apreciar claras divergencias entre ambas corrientes. Por un lado, la libertad, la igualdad y la fraternidad fueron los principios preconizados por las llamadas Revoluciones Liberales que sirvieron de base a la creación del Estado burgués, en contraposición al modelo precedente. Por el otro, el Neoliberalismo propone una revalorización de estas ideas y enarbola una libertad individual que potencia una relación de poder privilegiada para los grupos hegemónicos –burgueses–, que sobrepasa los niveles nacionales y los proyecta hacia sus intereses globales.
Lo que distingue al Neoliberalismo es un rasgo eminentemente político, pues en el Estado neoliberal la institucionalidad pública pasa a cumplir un papel utilitario para la expansión de los grupos económicos poderosos –la burguesía monopolista y las oligarquías financieras. De acuerdo al análisis del académico chileno Dr. Fernando Muñoz, «lo propiamente neoliberal es la actividad de reformar el aparato estatal y regulatorio para favorecer dicha expansión.»[iv]
En este sentido, entonces, se puede apreciar una continuidad en el objetivo político: en función del predominio y la expansión de la burguesía, por métodos actualizados al poder oligopólico.
Aunque pueda interpretarse como una consecuencia lógica del desarrollo del capitalismo –especialmente en su fase superior, el Imperialismo–, sus teóricos tuvieron que encontrar otra corriente política para potenciarlo, en lo que ellos mismos han denominado «replantear» sus bases Liberales para lograr sus objetivos.
[i] Ponencia presentada por Enrique Ghersi en la Reunión Regional de la Sociedad Mont Pelerin, que se realizó en Chattanooga entre el 18 y el 22 de septiembre de 2003. Revista Estudios Públicos, 95 (invierno 2004), pp. 293-313
[ii] Ob. citada, p. 296
[iii] Ponencia presentada por Perry Anderson en la reunión alternativa de 1999 El otro Davos. Globalización de la resistencia y de las luchas, con el título Historia y lecciones del Neoliberalismo. En: http://www.deslinde.org.co/IMG/pdf/Historia_y_lecciones_del_neoliberalismo-_Por_Perry_Anderson.pdf
[iv] Muñoz, F. (30.06.2013) Chile: la constitución neoliberal, revisado el 3 de septiembre de 2013 en: http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=6101
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