jueves, 3 de octubre de 2013

Liberalismo y neoliberalismo: ¿continuidad o divergencia política?

(Ponencia presentada en el Taller Integrador de la Maestría en Ciencia Política, Universidad de La Habana, 2 de octubre de 2013)

Los conceptos de Liberalismo y Neoliberalismo –como expresiones de complejas doctrinas económicas, filosóficas, sociológicas y políticas– pudieran indicar desde el punto de vista etimológico una continuidad en el pensamiento o, cuando menos, la existencia de una base teórica común que le da cuerpo a ambas corrientes.

Sin embargo, Enrique Ghersi –académico peruano miembro de la Sociedad Mont Pelerin, aquella que dio basamento al Neoliberalismo desde 1947 de la mano del austríaco Premio Nobel de Economía Friedich Von Hayek– se quejaba en su ensayo El mito del neoliberalismo[i] de lo común de la frase en nuestros días de que «ningún liberal que se precie de tal ha reconocido como suyo el término “neoliberal”».

Es preciso situar los procesos de esta naturaleza en su contexto histórico. Es bien conocido el papel que jugó el Liberalismo en la promoción de la burguesía y el capitalismo, en contraposición al absolutismo. La Ilustración, la Revolución Francesa y la Revolución Industrial surgieron de los ideales de libertad que, preconizados por John Locke –a quien se reconoce como padre de esta corriente política–, sirvieron de base para el surgimiento de estructuras económicas y políticas que ponderaban el desarrollo de la libertad personal individual como forma de conseguir el progreso de la sociedad.

La igualdad jurídica de todos los ciudadanos ante la ley, la soberanía nacional por la cual el poder reside en el pueblo –y no en el monarca–, la división de poderes teorizada por Montesquieu, el ejercicio democrático del sufragio universal, el control de la gestión pública a través de la libertad de prensa y opinión y el ordenamiento del régimen político mediante una Ley Fundamental o Constitución –que encarnase la soberanía nacional– constituyeron postulados de gran transcendencia para el desarrollo económico, social y político de las naciones, los cuales aún hoy –más de dos siglos después– conservan una vigencia extraordinaria.

El Liberalismo es entendido como la doctrina que elimina la intervención del Estado en la práctica de los derechos fundamentales del individuo. En principio, las restricciones del Estado se consideraban una traba para este desarrollo individual y, por ende, se propuso la organización de un Estado de Derecho, con poderes limitados, que idealmente tendría que reducir las funciones del gobierno a seguridad, justicia y obras públicas. Pero la mayoría de los liberales consideran, como importante rol del Estado, la garantía de un marco normativo adecuado, de modo que la libertad de acción de unos individuos no afecte los derechos de los demás.

No existe ninguna corriente política absolutamente aislada, sin influencia del abundante y diverso pensamiento previo y circundante. En teoría, el Neoliberalismo suele defender algunos conceptos filosóficos del Liberalismo clásico, sobre todo al basarse en los principios del funcionamiento del mercado sobre la base del ejercicio de la plena libertad de los individuos para producir, vender y comprar cualquier producto, ser competitivos y hacer valer su derecho a desarrollar su plena individualidad.

 
Sin embargo, el propio Ludwig Von Mises –uno de los originales precursores del Neoliberalismo y participante de la primera reunión de la mencionada Sociedad Mont Pelerin– decía ya desde 1922, en su obra Socialismo que: «los viejos principios liberales se deben someter a una exhaustiva revisión. En los últimos cien años la ciencia se ha transformado, y las bases sociológicas y económicas generales de la doctrina liberal tienen que ser hoy replanteadas.»[ii]

De hecho, el auge del Neoliberalismo a partir de la crisis de 1973 constituyó una respuesta al fracaso del Keynesianismo, como una vehemente reacción teórica contra el intervencionismo de Estado, la economía mixta y el Estado de bienestar social.

Al considerar perjudicial las políticas sociales redistributivas del Estado –porque, según ellos, merman las capacidades de ahorro de las clases adineradas y disminuyen así la inversión y la creación de empleos–, el pensamiento neoliberal presupone una transformación radical al modelo de desarrollo y estructura histórica que prevaleció en el mundo tras la Segunda Guerra Mundial.

De esta forma, se propagaron las reformas del Estado que dieron lugar al Minarquismo –o sea, reconfigurar el gobierno a lo mínimo necesario–, la privatización de las empresas públicas, la disminución o eliminación de políticas sociales (especialmente en salud y educación) y la privatización de ellas –incluyendo la seguridad social–, la liberalización del comercio y la inversión extranjera, el aumento de la necesaria “reserva laboral” –en lugar de un término más claro: desempleo–, la represión y disminución al mínimo de las actividades sindicales, las reformas fiscales que garantizan la disminución de los impuestos a los empresarios de mayor éxito y la imposición de disciplinas fiscales que garanticen que lo poco que gaste el Estado lo gaste bien.

Estas políticas fueron impuestas, a sangre y fuego, en el Norte desarrollado por los gobiernos de Margaret Thatcher y Ronald Reagan. Para su extensión contaron con el inapreciable apoyo de sus maquinarias teóricas –tanques pensantes como el británico Institute of Economic Affairs y la norteamericana Heritage Foundation– y, fundamentalmente, de las estructuras de poder económico internacional resultantes del reordenamiento después de Bretton Woods: el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.

El trabajo de la Escuela de Chicago, el llamado Consenso de Washington, de John Williamson, y del Foro Económico Mundial de Davos consolidó la expansión de esta corriente, que se constituyó en el medio ideal para abrir el mercado de las economías del Sur a la explotación de las compañías del mundo desarrollado y sirvieron como complemento ideológico a la Globalización, a tal punto de identificar ese término con el Neoliberalismo –cuando se trata de un proceso tan antiguo como la colonización.

De acuerdo a la valoración del historiador Perry Anderson –académico de la Universidad de California y participante, en 1999, de la reunión alternativa El otro Davos. Globalización de la resistencia y de las luchas–, este proceso fue fundamental en la consolidación del poder de una nueva derecha en Europa y Norteamérica que, aunque perdiendo terreno en los últimos años, aún impone su ideología en el mundo.

El propio Anderson indica que «dentro del abanico de las corrientes procapitalistas de postguerra, la escuela neoliberal siempre ha integrado como elemento central un virulento anticomunismo. El nuevo combate contra el ‘imperio del mal’ –la más completa esclavitud humana, a los ojos de von Hayek– refuerza inevitablemente el poder de atracción del neoliberalismo en tanto que corriente política.»[iii]

De acuerdo a lo que hemos visto hasta aquí, se pueden apreciar claras divergencias entre ambas corrientes. Por un lado, la libertad, la igualdad y la fraternidad fueron los principios preconizados por las llamadas Revoluciones Liberales que sirvieron de base a la creación del Estado burgués, en contraposición al modelo precedente. Por el otro, el Neoliberalismo propone una revalorización de estas ideas y enarbola una libertad individual que potencia una relación de poder privilegiada para los grupos hegemónicos –burgueses–, que sobrepasa los niveles nacionales y los proyecta hacia sus intereses globales.

Lo que distingue al Neoliberalismo es un rasgo eminentemente político, pues en el Estado neoliberal la institucionalidad pública pasa a cumplir un papel utilitario para la expansión de los grupos económicos poderosos –la burguesía monopolista y las oligarquías financieras. De acuerdo al análisis del académico chileno Dr. Fernando Muñoz, «lo propiamente neoliberal es la actividad de reformar el aparato estatal y regulatorio para favorecer dicha expansión.»[iv]

En este sentido, entonces, se puede apreciar una continuidad en el objetivo político: en función del predominio y la expansión de la burguesía, por métodos actualizados al poder oligopólico.

Aunque pueda interpretarse como una consecuencia lógica del desarrollo del capitalismo –especialmente en su fase superior, el Imperialismo–, sus teóricos tuvieron que encontrar otra corriente política para potenciarlo, en lo que ellos mismos han denominado «replantear» sus bases Liberales para lograr sus objetivos.
 


Notas:
[i] Ponencia presentada por Enrique Ghersi en la Reunión Regional de la Sociedad Mont Pelerin, que se realizó en Chattanooga entre el 18 y el 22 de septiembre de 2003. Revista Estudios Públicos, 95 (invierno 2004), pp. 293-313
[ii] Ob. citada, p. 296
[iii] Ponencia presentada por Perry Anderson en la reunión alternativa de 1999 El otro Davos. Globalización de la resistencia y de las luchas, con el título Historia y lecciones del Neoliberalismo. En: http://www.deslinde.org.co/IMG/pdf/Historia_y_lecciones_del_neoliberalismo-_Por_Perry_Anderson.pdf
[iv] Muñoz, F. (30.06.2013) Chile: la constitución neoliberal, revisado el 3 de septiembre de 2013 en:  http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=6101

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